
Robo del pensamiento: la violencia silenciosa
A lo largo de la historia, el conocimiento ha sido construido sobre las bases del trabajo de innumerables mentes brillantes. Sin embargo, no todas han recibido el reconocimiento que merecen. Existen casos emblemáticos en los que la contribución de mujeres científicas ha sido minimizada, ignorada o directamente robada. Este tipo de despojo intelectual no es un hecho aislado, sino una manifestación más de la violencia estructural que atraviesa a las mujeres en todos los ámbitos, incluida la ciencia.

Uno de los casos más conocidos es el de Rosalind Franklin, cuyo trabajo con la cristalografía de rayos X fue clave para descifrar la estructura del ADN. Su imagen, la famosa «Fotografía 51», fue utilizada sin su conocimiento por James Watson y Francis Crick, quienes construyeron el modelo de doble hélice y recibieron el Premio Nobel en 1962. Franklin, en cambio, murió sin que su aporte fuera plenamente reconocido.
Otro caso es el de Lise Meitner, quien junto a Otto Hahn descubrió los principios de la fisión nuclear. Sin embargo, mientras Hahn recibió el Premio Nobel de Química en 1944, Meitner fue relegada a un papel secundario, a pesar de que sus cálculos y teorías fueron cruciales para la comprensión del fenómeno.
La invisibilización de las mujeres en la ciencia se ha repetido una y otra vez. Marie Curie, aunque pionera y única persona en recibir dos Premios Nobel en distintas disciplinas, enfrentó una comunidad científica que minimizaba su trabajo y ponía su apellido solo como complemento del de su esposo Pierre. Chien-Shiung Wu, quien refutó un principio fundamental de la física en su experimento de la paridad, vio cómo el Nobel se otorgaba exclusivamente a sus colegas masculinos.
La apropiación del trabajo de las mujeres científicas no es solo una cuestión de reconocimiento. Implica una exclusión sistemática que limita el acceso a recursos, financiación y oportunidades para el desarrollo de sus carreras. Es una forma de violencia simbólica y material que refuerza la desigualdad de género dentro del ámbito académico y científico.

Este tipo de violencia no ha desaparecido. Aún hoy, las mujeres en la ciencia enfrentan mayores obstáculos para publicar sus investigaciones, acceder a financiamientos y ocupar posiciones de liderazgo. La lucha por la equidad en la ciencia es una necesidad urgente para garantizar que el conocimiento avance de manera inclusiva y sin sesgos…
Reconocer y visibilizar las contribuciones de las mujeres, no solamente en la ciencia sino en todos los espacios es necesario hacia espacios con más ética. La historia ha demostrado que el conocimiento no pertenece a unas cuantas personas, y que negarlo es perpetuar una injusticia que afecta el desarrollo de la sociedad misma.
¿Cuántos avances se han perdido en la historia por no haber dado crédito a quien realmente lo merecía? Reflexionar sobre esto es mirar al pasado con indignación, pero también es asumir el compromiso de construir un presente y un futuro donde se generen espacios justos para todas las mentes brillantes. Es hora de reconocer, reparar y asegurar que ninguna otra mujer tenga que luchar más por el reconocimiento que por su trabajo mismo.
*Comunicadora Independiente de Ciencia
