César Ortiz Triana y Gustavo Yitzaack Garibay
Para César, porque solo la memoria permite avanzar, nunca el olvido
Hace 15 años, el cronista César Ortiz Triana y quien esto escribe, comenzamos a realizar paseos culturales en Yautepec con el propósito de poner en valor la riqueza del patrimonio cultural de la región. Hace un año, en las vísperas de la Virgen de la Asunción, César falleció sin ver la reapertura del monumento religioso que durante casi cinco siglos ha sido el albergue de la fe de las y los yautepecenses, y que resultara afectada después del sismo de 2017.
Hoy, a manera de homenaje para César Ortiz, recupero este texto, uno de los tantos trípticos que elaboramos en la entonces Dirección de Protección al Patrimonio Cultural de Yautepec, que facilitamos a la población en general y a investigadores y tesistas, pero que también recupera parte de la investigación realizada por especialistas, entre ellas: “La predicación dominica en el siglo XVI”, Hermelinda Cásares Gil e Irma Priscila Harfush Meléndez, y “La influencia de Sebastián Serlio en las pinturas murales del convento dominico de Nuestra Señora de la Asunción de Yautepec, Morelos”.
La construcción fue levantada por la orden de los franciscanos en una primera etapa y por los dominicos en una segunda etapa, sobre un basamento piramidal de origen prehispánico a las orillas del Río Yautepec o San Juan, cuenta en su interior con pinturas murales y una nave con tres capillas laterales, una de las cuales alberga un retablo barroco.
Debido a las diversas intervenciones de que ha sido objeto este conjunto conventual de La Asunción, no es fácil detectar sus estructuras originales y las diferentes etapas. Al pie de la torre hay una inscripción con bellos caracteres que nos indica la fecha de 1567, con referencia a Felipe II, pudiera ser cuando se terminó la ampliación del primitivo convento, del que todavía podemos apreciar la capilla abierta o Capilla de Indios.
El nuevo esquema fue resultado de las disposiciones litúrgicas del Concilio de Trento, la Leyes Nuevas y el retiro de los servicios personales de los indios a los frailes. La importancia que tuvo Yautepec durante el proceso de evangelización de la zona fue tal que para 1580 religiosos de este convento acudían a Tepoztlán para administrarles los sacramentos de la confesión, el matrimonio y el bautizo. El claustro, con gruesos machones cuadrados, sobre los que descansan contrafuertes acabados en forma de proa de navío, está cubierto en bóveda de cañón corrido y ostenta pintura con marcada influencia mudéjar. La iglesia es muy sencilla, está techada en cañón corrido, dividido en cinco tramos por pilastrones y arcos dobles. Al igual que su fachada, en la parte superior fue colocada una ventana rectangular que permite la iluminación del coro alto y su portada, de un riguroso estilo clásico, se encuentra estructurada por dos pares de pilastras toscanas, que a cada uno de los lados flanquean el vano de ingreso; estos apoyos de fuste estriado sostienen un friso decorado con triglifos y metopas, el cual es rematado por una cornisa.
El templo cuenta únicamente con una torre campanario y los dos cuerpos que la conforman probablemente son del siglo XIX, lo mismo que el cupulín que la remata. Asimismo, la iglesia se encuentra cubierta con una bóveda de cañón corrido, sostenida con un sistema de contrafuertes en disposición diagonal, los cuales tienen una almena decorativa en el remate de cada uno de ellos. En su interior aún se puede apreciar decoración de pintura mural, particularmente en la zona del sotocoro, la que por fortuna se encuentra en buen estado de conservación.
Estas pinturas simulan las nervaduras de una bóveda, colocándose en cada uno de los cruces grandes círculos que ostentan, entre otros temas, anagramas de Cristo, escudos dominicos, un escudo franciscano, un escudo agustino y los símbolos de María. Muestran una gama cromática muy rica, aunque predomina el tono rojo y algunas partes tienen como fondo el color verde. Asimismo, en la zona del coro se pueden apreciar pinturas que muestran decoración geométrica intercalada con estrellas, realizadas en tonos rojizos.
La iglesia está dividida en cinco tramos más el ábside, y como ya mencionamos, está cubierta con bóveda de cañón corrido. En varias de estas zonas se pueden apreciar fragmentos de pintura, lo que permite inferir que seguramente el templo contó también con decoración pictórica a lo largo de los muros de la nave, muchos de los cuales se encuentran, en la actualidad, totalmente encalados. El claustro es de pequeñas dimensiones y fue construido con tres vanos por cada uno de sus cuatro lados. Para edificar sus dos plantas, los constructores utilizaron contrafuertes como elementos arquitectónicos de apoyo, los que en la parte inferior presentan para su sostén machones cuadrados, mientras que, en la superior, los contrafuertes tienen forma prismática.
El claustro alto se encuentra techado con bóveda de cañón y únicamente se conservan algunos fragmentos de decoración pictórica semejantes a la cenefa que se localiza en el claustro bajo. Los pasillos del claustro bajo también fueron techados con bóvedas de cañón corrido, mismas que presentan decoración pictórica de figuras hexagonales con motivos florales al centro, las cuales probablemente se encuentren inspiradas en los grabados que ilustran diversos libros, particularmente el Libro Quarto de Architectura de Sebastián Serlio, en el que aparecen dibujados dichos hexágonos.
Por debajo de la pintura que cubre las bóvedas, fue colocada una cenefa con grutescos que incluye angelillos y animales fantásticos entrelazados con motivos vegetales.
Cada par de ángeles sostiene un blasón que representan símbolos vinculados con la orden dominica, con la Pasión de Cristo (la daga, la columna, las tenazas o pinzas y el gallo), o con la Iglesia en general, como son la tiara papal, el báculo y un libro. En el claustro bajo, en cada uno de los muros que hay entre vano y vano, también se representaron santos dominicos y otras figuras prominentes de la Iglesia católica; entre los personajes que fueron incluidos tenemos los siguientes: Santo Domingo de Guzmán, Papa Pío V, Papa Benedicto XI, San Vicente Ferrer, San Pedro Mártir de Verona, San Telmo, Santo Tomás de Aquino, San Ambrosio, San Jerónimo, Santa Lucía de Bolonia, Santa Catalina de Siena, San Francisco de Asís, y San Antonio de Florencia.
Después del sismo de 2017, el templo del Exconvento de la Asunción de María en Yautepec se sometió a un trabajo de restauración excepcional, bajo supervisión de la delegación del Centro INAH-Morelos, asunto del que ya me ocupé en otro artículo publicado por La Jornada Morelos: Renacimiento del Patrimonio Cultural de Morelos.
Por último, no podemos dejar de anotar que el espacio sagrado lo determina la comunidad. De ahí la carga emotiva y simbólica de los espacios. Después del sismo de 2017, la gente no construyó capillas en canchas o en terrenos a las afueras de la comunidad. Echaron manos de sus recursos, de su espacio sagrado, a diferencia del orden secular, que salió de los espacios laicos para construir o utilizar espacios públicos para despachar o como albergues. Para los pueblos, esos espacios sagrados entrañan el corazón de la comunidad.
La fe mueve montañas y también reedifica templos.
La política no es religión, es política. Y los políticos no son santos, son políticos. Si no es cultural y colectiva, no es transformación.
Serafín y cáliz, petrograbado en muro de la Parroquia de la Asunción, Yautepec. Imagen cortesía del autor