

Los objetos esparcidos por el Rancho Izaguirre nos narran una historia de un poder que ha crecido, ha madurado en sus procedimientos, un poder que convive con las formas del estado mexicano, y que se traduce en un poder de dar la muerte, digamos que se trata de una de las aristas de nuestro mundo complejo, donde si bien, existe un estado constituido, también proliferan poderosas fuerzas que amenazan su hegemonía, planteando una acotación a la teoría clásica que postula a los estados como detentadores del monopolio de la violencia física en determinados territorios.
En este sentido, en México la teoría clásica del estado es matizada por el juego de fuerzas de organizaciones delictivas que fragmentan su unidad, actuando como una red alternativa y supletoria del poder. Se trata de organizaciones cuyas características les permiten ser legales-ilegales casi siempre bajo la forma de empresas o inversiones; visibles-invisibles, manifestando una agenda mediática, así como una preocupación y modulación de su percepción pública; flexibles-rígidas, con estructuras bien determinadas pero con una alta movilidad basada no en la educación, sino en la capacidad de ejercer violencia, de obtener ganancias y de cumplir con sus objetivos; localizadas-deslocalizadas, es decir, con arraigo en un territorio y al mismo tiempo con la capacidad de ocultarse en todas partes; públicas-privadas, con intereses personales que saben conjugar con acciones sociales que les generan pertenencia con determinadas poblaciones. Todos estos rasgos distinguen a estos grupos de la pesada conformación del estado nación tradicional. El caso del Rancho Izaguirre cumple con cada una de estas características: oculto a plena vista, totalmente público y localizado, bajo la denominación económica y productiva de un rancho, se trata de un lugar destinado a la gestión de la flexibilidad de la organización e instrumento de su movilidad interna.

Bajo este marco general, los informes señalan un campo de reclutamiento forzado, con al menos seis lotes óseos, tres crematorios, un área de entrenamiento táctico y otra de acondicionamiento físico. Efectivamente, las primeras notas nos describen un campo de reclutamiento forzado, de adiestramiento y exterminio. Un cóctel que en su registro nos remite de inmediato al frontispicio del complejo de Auschwitz «Arbeit macht frei», los hornos y la lógica disciplinar del rancho así lo dejan ver: el trabajo, el éxito de los cuerpos que habitaban este espacio, únicamente los conduciría hacia una libertad depravada, pues trabajaban, sudaban, se adiestraban y superaban las amenazas de muerte para incorporarse a las filas del crimen organizado.
En total se habla de 1358 indicios que la Fiscalía de Jalisco documenta en un archivo abierto a la publicidad, como si esa apertura digital pudiera soslayar la omisión que le precede y le da vida, confiemos en la Fiscalía que volverá sobre sus propios pasos, para salir del pozo jalándose las orejas. Los zapatos, los pantalones, playeras, bolsos y mochilas que los cuerpos dejaron atrás, parecen sugerir la voracidad del narco-poder que necesita cuerpos, incorporar, nutrirse y devorar los tejidos para cumplir sus cometidos. La necesidad de carne se traduce en su profusa actividad de reclutamiento por todos los medios posibles y es parte de esa gramática de la sangre con la cual escriben su historia y el tortuoso rumbo de nuestro país.
El perímetro de la propiedad señala una acción panóptica, desde la cual se articulaba el control de los cuerpos: entrenarlos para su uso en las filas del cártel, haciéndolos producir o para desaparecerlos, evitando pérdidas y generando un poderoso efecto pedagógico: para los que están adentro aparato de captura; si fallas y si no te disciplinas morirás y serás reducido a cenizas; en tanto, para los que están afuera y para las autoridades que peinan el lugar amenaza latente y omisión selectiva; no observes, no escuches, no intervengas si no quieres encontrarte con la muerte.
Más allá de las descalificaciones mutuas, de acusaciones de campañas mediáticas y de las omisiones evidentes por parte de autoridades de los tres órdenes de gobierno, el Rancho Izaguirre es un manifiesto de nuestra realidad fragmentada. Teuchitlán habla, diciendo que en México los tiempos políticos son más importantes que la vida y la dignidad humana, pues si pensamos que el rancho había sido descubierto por las autoridades de Jalisco en septiembre del 2024, tuvimos que esperar a que el periodo de transición de los poderes municipal, estatal y federal terminara, para que las autoridades, finalmente, retomen su trabajo, no por convicción propia, sino debido a la intervención de los grupos de la sociedad civil. En medio de esta fragmentación del poder del estado mexicano, los ciudadanos caminamos en medio del terror, protegiéndonos en la medida de lo posible de múltiples y terribles soberanos.

A resaltar parte del último párrafo: «Teuchitlán habla, diciendo que en México los tiempos políticos son más importantes que la vida y la dignidad humana, pues si pensamos que el rancho había sido descubierto por las autoridades de Jalisco en septiembre del 2024, tuvimos que esperar a que el periodo de transición de los poderes municipal, estatal y federal terminara, para que las autoridades, finalmente, retomen su trabajo, no por convicción propia, sino debido a la intervención de los grupos de la sociedad civil.»
Nahuatlato, Profesor de Tiempo Completo en el Colegio de Morelos.
Créditos de la imagen: Fiscalía del Estado de Jalisco.