

No lucharon por bastardos intereses ni los guió la vanidad o el odio. Tierra y Libertad fue la bandera que ondeó triunfante en la nación entera. Paladines de la causa agraria. El pueblo humilde les rinde homenaje.
Naidien quiere esta papa caliente pero ahí les va, con todo respeto. Acabo de visitar por centésima ocasión la iglesia de San Miguel Arcángel en Tlaltizapán, y me asalta la misma pregunta que me hiciera dos décadas atrás que entré en ella por vez primera: ¿Y ese Mausoleo sin los restos de Emiliano Zapata como pa qué? ¿No es un cotrasentido, una deuda en carne viva? ¿De veras no hemos sido capaces de cumplir con esa su postrera voluntad? ¿Descansa en paz en Cuautla luego de que exhibieran su cadáver como a un perro para el regocijo de los carrancistas que todo carranceaban, incluso el último anhelo del héroe?

Por supuesto que ha sido importante renombrar la Plaza de Armas de Cuernavaca como Plaza General Emiliano Zapata Salazar como un gesto para conmemorar y fortalecer el legado de un personaje que ha inspirado a propios y extraños no sólo en Morelos y México, sino en el mundo. Bajo su nombre se levantaron nuestros hermanos indígenas de Chiapas en 1994 y su movimiento sigue vivo. El interés y hasta pasión que provoca Emiliano ha llevado a escritores e historiadores extranjeros a estudiar su legado y leyenda. Basta hacer una lectura del guion cinematográfico del inmenso novelista John Steinbeck para aquilatar lo que su figura provoca en los ojos de los extranjeros y en el alma de los mexicanos, así como -parafraseando a Agustín de Hipona- en el corazón del corazón de los morelenses.
Este líder social, convertido en santón y figura de veneración popular, ha visto su legado también manchado y traicionado. Para mí sigue siendo brutal ver de nueva cuenta el documental de Francesco Taboada Tabone Los últimos zapatistas. Las palabras con las que cierra uno de los testimonios de aquellos que lucharon al lado del Caudillo del Sur es de una contundencia que debiera dejarnos el alma en los huesos: “¿De qué sirvió la Revolución que hizo Zapata? No sirvió de nada, no ganamos nada”. Monumentos, estatuas, avenidas o plazas en honor a Emiliano Zapata Salazar siempre serán bienvenidas, pero al final son gestos de remembranza pasajeros y los espacios públicos se llenarán de MacDonald´s y Office Depot de igual manera.
Emiliano construyó en 1914 el Mausoleo en Tlaltizapán para reposar por toda la eternidad junto a aquellos de sus generales que dejaron el pellejo en la batalla. De todos los lugares posibles, de todos a los que tenía apego, fincó su querencia en Tlaltizapán. Es increíble que esta cabecera municipal siga siendo el secreto mejor guardado de Morelos a pesar de todo lo que implica política, logística, filosófica y militarmente. La decisión de Emiliano de enraizar ahí su Cuartel General en aquel viejo molino de arroz desde el que luchó más de la mitad de sus años de revolucionario no fue un acto del azar sino de su pensamiento. Trece años -luego de su asesinato- tardó la Revolución en trasladarlo de una sepultura poco digna en el panteón civil de Cuautla para inventarle una plaza -otra más- que bautizaron de la Revolución del Sur. Y es quizá entonces que descubrieron que la veneración por el caudillo era conveniente, la posesión de sus restos una renta. Por eso no cumplen su voluntad, porque se ha convertido en objeto, en bien mueble.
La tumba más alta del Mausoleo en el ex convento de San Miguel Arcángel de Tlaltizapán sigue esperando los restos de Emiliano Zapata Salazar y, seguramente, su espíritu también anhela reunirse con la imagen de su devoción: Padre Jesús; al menos así llamaba el revolucionario a un Jesucristo de madera y estuco. ¿Cómo para cuándo le cumplen su última voluntad a Miliano de reunirse son sus amigos generales? Ahí lo esperan los hermanos Ignacio, Adalberto y Modesto Maya, Pioquinto Galis, Amador Salazar, José Rodríguez Morales, Jesús Capistrán, Bonifacio García, Gregorio Castañeda Domínguez, Gil Muñoz Zapata, Emigdio Marmolejo, Leobardo Suárez, Abundez e Ignacio Castañeda Barba. El día que los políticos hagan el milagrito de cumplirle a Emiliano, se va a armar una pachanga buena en el más allá, con jaripeo y todo, vaya, hasta con justicia para Miliano. Ahí queda la papa caliente para que nuestras autoridades asuman esta reparación histórica.
