

Coordenadas actuales de México
A nivel nacional, hemos entrado a un segundo sexenio federal enmarcado en lo que han llamado “la cuarta transformación” definida de muchas formas, pero que en sustancia se afirma que busca un cambio de régimen político, al separar el poder político del poder económico, y de asegurar que como gobierno democrático se trabaje para el servicio del pueblo y del interés público, defendiendo la soberanía, y sin subordinación a ningún gobierno extranjero.

Esta cuarta transformación también propone un cambio de modelo económico, cuyo principio central es “por el bien de todos, primero los pobres”, que promueve el consumo y el mercado interno, que trabaja para alcanzar la soberanía alimentaria y energética, y que de nuevo impulsa la industria nacional. Todo ello con visión de desarrollo sustentable. En resumen, defiende el principio de que el verdadero desarrollo económico es el que genera bienestar generalizado y protege los recursos de la naturaleza.
Por otra parte, en la dimensión internacional, estamos ya sumergidos en el cambio del actual orden mundial que resultó de los acuerdos del final de la segunda guerra mundial (1945), bajo la hegemonía en Occidente del eje anglosajón/judío, y de la bipolaridad marcada por la guerra fría entre los Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1947-1991). Dicho orden mundial se empezó a modificar desde la caída del muro de Berlín (1989), y prácticamente se confirmó su desaparición con la llegada por segunda vez de Donald J. Trump a la presidencia de los Estados Unidos de América (2025).
El nuevo orden mundial apenas en gestación, vía los denominados BRIC´S (2009), apunta a que el mundo se organizará de manera multipolar, con un nuevo tipo de organizaciones internacionales, con reglas auténticamente flexibles en materia de comercio exterior y de finanzas internacionales, con respeto a los modelos económicos, políticos, sociales y culturales de cada país, con mayor control del avance tecnológico, y con un ejercicio del poder que impida la creación de nuevos poderes hegemónicos.
¿Cómo prepararnos para el cambio mundial?

Como sociedad periférica que fuimos durante la colonia, y como lo hemos seguido siendo después de nuestra independencia (1821) y nuestra revolución (1910), nos debe quedar claro que en gran medida nuestro natural ser ha sido el organizarnos en función de modelos y normas económicas y políticas concebidas, gestadas y nacidas en el exterior, con la excepción de nuestra propuesta social constitucional (1917).
Con ese antecedente, si el Estado/nación ha de seguir siendo la natural división territorial de la sociedad mundial, y si la idea de soberanía y libre autodeterminación siguen siendo las reglas centrales que lo rijan, entonces los mexicanos necesitamos emprender un cambio profundo en la manera de concebirnos, de interactuar entre nosotros mismos, y de organizarnos de otra manera, en cuanto a la forma de gobernarnos y de hacer realidad el poder vivir en una sociedad de derechos exigibles y de obligaciones compartidas.
Ya no es posible que sigamos operando con las mismas prácticas y actitudes que arrastramos del pasado, porque lo único que lograremos será decepcionarnos de la democracia como forma de vida y de gobierno, y dejar el camino abierto al cinismo, la anarquía y la ingobernabilidad.
Al no ser México una isla en el entorno mundial, debemos aprender cómo podemos ser al mismo tiempo ciudadanos mexicanos y ciudadanos del mundo, y cómo conducir nuestro propio destino como país, estando siempre abiertos al mundo, para darle lo que tenemos, y recibir lo que nos falta.

La transformación hacia un país de verdaderas oportunidades, en donde el que quiera pueda vivir mejor, sólo podrá lograrse, si entre todos y todas construimos una nueva cultura cívica, basada en formas adecuadas de participación y compromiso social. En efecto, la verdadera participación consiste en ser parte activa de algo, y no sólo espectador presencial o beneficiario de lo que otros hacen. En lo internacional, no esperemos a ver qué hacen los gobiernos de otros países, para ver cómo reaccionamos. Seamos proactivos.
Participar es trabajar para un propósito común: Nos ha quedado claro en los últimos años que no todos los mexicanos pensamos igual en cuanto al papel que el gobierno debe jugar en la sociedad. Haciendo a un lado la enfermiza condición de odio, ya casi crónico, de un núcleo pequeño de personas, pero con gran poder financiero y mediático, debemos creer en que es una fortuna el que las personas seamos diferentes y tengamos distintos gustos, inclinaciones, aptitudes, habilidades, sueños, fantasías, y necesidades concretas. Hay que entender que vivir de manera aislada, sin que importe lo que hacen los demás, y buscando solamente satisfacer las propias necesidades individuales, no ayuda a construir una casa común, en la que prive la unidad en la diversidad. Aprendamos a dialogar.
Participar es construir las reglas de convivencia comunitaria: Debemos convenir y ratificar en estos tiempos las reglas de convivencia que nos marcan cómo debemos comportarnos, cuáles son nuestros derechos, cuáles nuestras obligaciones, y cuáles los beneficios que recibimos por respetar dichas reglas. Sin reglas de convivencia comunitaria sólo se produce el desorden y el caos social. Sólo participando en la definición de las reglas de convivencia podemos sentir que somos parte de una comunidad en la que cada persona trabaja por el bienestar personal y el de los demás. En este sentido debemos replantearnos a fondo cuál es la mejor forma de perfeccionar las formas y mecanismos de representación ciudadana en los órganos legislativos federales, estatales y municipales.
Participar es crear soluciones: El cambio en la geopolítica y en la geoeconomía que experimentamos hoy es un espléndido reto a la imaginación. Tenemos que entender que otro mundo es posible, y que su configuración debe hacerse “desde abajo”, esto es, desde la sociedad, y no desde los pequeños grupos cupulares que en el mundo liderean las instituciones políticas, las empresas tecnológicas, las finanzas internacionales, y los medios y plataformas de comunicación. La creatividad, que no la ocurrencia, debe guiarnos para encontrar formas más gratificantes de convivencia humana, no sujetas al imperativo de que “las cosas son como son” y de que “el progreso a cualquier costo no se detiene”. Compartamos nuestra manera de pensar, y nuestras propuestas de mejora social, por todos los medios que dispongamos.

Participar es entender lo que sucede en nuestra comunidad, nuestro país, y en el mundo: Vivimos en la “sociedad de la información”. En los hechos esto significa que quien maneja la información y las tecnologías para distribuirla es quien está en posibilidad de generar para sí más riqueza, de tomar las decisiones económicas y políticas de mayor impacto, y de influir con mayor eficacia y rapidez en la manera en que la gente piensa y siente. En resumen, es la que tiene más poder.
El auténtico valor social de la información consiste en utilizarla para tomar las decisiones que más favorezcan el bienestar de toda la colectividad, y no sólo el de unas cuantas personas. De ahí que sólo es posible participar, si se tiene la información relevante, suficiente y oportuna sobre lo que sucede realmente en nuestro Municipio, nuestro Estado, en nuestro País y en el Mundo. En este sentido, es importante una reflexión a fondo sobre la mejor forma de hacer valer en la actualidad nuestro derecho a libertad de expresión y a la información.
* Interesado en temas de construcción de ciudadanía.
