Cuando tenía 15 años pensé que para la edad de los 30 y tantos, estaría casado tendría una bonita casa, un coche modesto y quizá a mi primer hijo.
No pude estar más equivocado, ahora tengo 33. No tengo casa fija, no tengo hijos, perdí a mi perro, y sólo tengo un coche que uso muy de vez en cuando cada que paro de viajar, la mayor parte del tiempo se lo dejo a mi hermana para que le de un mejor uso, ella sí tiene una casa, una hija, un esposo y un perro.
No pudimos ser más diferentes. Cada quien siguió una lista de supermercado distinta. Es impresionante como una brecha de 4 años, que son los años que me llevo con mi hermana, hacen que un caminito chico se vuelva zanja en el pensamiento generacional.
Muchos de sus amigos siguieron el mismo camino que ella,- hijos -oficina – perro – casa, y los de mi generación 4 o 5 años menores, en mayoría no tenemos casa propia, vivimos de proyectos, de la incertidumbre y de una profunda búsqueda de diversión y placer. Si hago zoom out y me alejo un poco de mi propia imagen, hay un pensamiento que me aterra, pero que cada vez empieza a cobrar un poco más de sentido, que cada vez se vuelve más tangible, y es esa cantaleta recurrente de que poco a poco te vas volviendo un poco más viejo, y todo bien con eso, no quiero decir que no sea capaz de hacer muchas cosas, pero vaya que la energía se empieza a dosificar de manera diferente, hace poco me leí esto en una entrevista:
«Hasta los 30 sos un aprendiz de obrero. De los 30 a los 40 sos un obrero de la construcción, y es un momento glorioso. Después, sos arquitecto”
Yo de los 20 a los 30 viví mucho, muchísimo, viajé, me enamoré, me rompieron el corazón, rompí corazones, cambié de casa, defraudé personas, me equivoqué, hice estupideces, choqué coches, me mudé de país, me rompí los huesos, estudié muchas carreras, hice música, giré por el mundo. Vamos, viví muy deprisa porque a esa edad era como andar a caballo visitando aldea tras aldea saqueando todo lo que había la mano, era una energía abrazadora, muy en el fondo sabía que estaba bien, que era la edad para hacerlo, para romper cosas, porque no quería ser ese tipo viejo al final de la barra del bar que se quiere hacer el gracioso con los jóvenes, que sigue usando arracadas y el cabello decolorado, que intenta caer bien y que quiere recuperar tiempo perdido, yo no quiero recuperar nada.
Ahora a mi edad miro a los lados de la vereda, y pienso que me quedan 10 buenos años de profunda energía en donde me toca construir con todo lo que ya he aprendido, que me toca ser obrero del futuro con los materiales que me han sido dados en los años anteriores. Y aquí viene la mayor pregunta: ¿Qué quiero? ¿Qué queremos edificar los que tenemos 30 y tantos años? ¿Qué camino nos toca seguir? Estamos ante un cambio de paradigma, por un lado están los que a mi edad se aferran al modelo predicho por nuestros padres, casa-oficina-hijos, y por el otro lado el nuevo que aún se está dibujando.
La sensación que me causa esto es algo así como lo que me pasa cuando veo política en México cerca a las elecciones, todo ese sistema de debates, de farsa, de pose, de políticos viejos cansados, de propaganda basura, me parece tan anímico tan caduco tan de otra era, que la mayoría nos damos cuenta que es un engaño, pero a la vez tampoco sabemos proponer algo mejor, y aquí el abismo, o te quedas en lo antaño o te lanzas al vacío y buena suerte.
Yo no lo sé, no tengo ninguna respuesta clara para los próximos años, diría un poco hablando al aire, que lo único que realmente necesito o necesitamos es profundo interés por algo, y encima de ello un toque de diversión, puedo poner y casi apostar el corazón en esto. Si enfocamos la energía de obreros que nos queda en los siguientes 10 años con verdadera sabiduría sólo falta que estemos interesados, profundamente interesados en algo, todo lo demás, los trabajos que no nos gustan, las horas nalga, los modelos que seguimos porque no saber que más, son sólo un síntoma de una profunda falta de asombro, de curiosidad y de interés.
Tengo una imagen muy clara de esto, cuando iba en la licenciatura de música, un maestro mío ya algo avanzado de edad tenía toda la pinta de científico loco, pelo alborotado blanco ya con canas, lentes desalineados, barba descuidada y gis en la mano. Siempre que entraba al salón estaba mirando a la pizarra como si estuviese a punto de resolver un teorema imposible. Yo sabía que toda la consecuencia de su vida tenía que ver con esa mirada a la pizarra.
Si me preguntan yo no quiero ser otra cosa que sea eso en los próximos diez años, quiero mirar con profundo interés a la pizarra y luchar por resolver el teorema de mi vida, con intención con disciplina, morir en la cancha por algo, puede ser lo que sea; escribir un libro, volverte físico culturista, youtuber lo que sea, pero necesitamos encontrar eso, esa mirada perdida de profundo interés, de la otra manera estaremos condenados a vivir bajo la sombrilla de alguien más, intentando no mojarnos por miedo a morir de frio.
¿Tú qué quieres hacer?