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Existe animadversión creciente hacia los extranjeros ricos que se mudan a México. Este sentimiento es comprensible, pues sus altos ingresos en comparación con los sueldos recibidos por los mexicanos han causado grandes estragos en la economía y en la forma de vida de las personas locales. Sentir resentimiento hacia aquellos que se perciben como responsables del encarecimiento de bienes y la expulsión de comunidades no solo es entendible, sino que tiene cierta justificación. Sin embargo, el problema radica en que los extranjeros ricos que se mudan a la ciudad no son necesariamente los culpables con quienes deberíamos estar molestos. A pesar de que, debido a los efectos de sus ingresos en la economía local y a asociaciones históricas, los percibimos como parte de la clase capitalista que explota a la población local, esto no podría estar más alejado de la realidad. Es importante recordar que gran parte de ellos está huyendo de países donde sus ingresos no son suficientes para adquirir una buena calidad de vida. Son, al igual que nosotros, individuos sujetos a los deseos de estructuras sociales y económicas diseñadas para explotarlos y concentrar la riqueza en manos de la clase capitalista.

Es porque le otorgo a estos extranjeros la misma solidaridad y entendimiento que a la clase trabajadora local, y que siempre me ha parecido insensible y, hasta cierto punto, discriminatorio el lenguaje que se utiliza para criticar los daños causados por la gentrificación y el punto de partida que se toma para buscar soluciones. Nos hemos visto envueltos en narrativas que buscan expulsar a estos extranjeros y en un lenguaje que los culpa directamente por el malestar de comunidades marginadas. Las propuestas populares se han enfocado en prevenir la llegada o expulsar a estos extranjeros e impulsar la vivienda social en lugares encarecidos. Considero que el error de esta perspectiva radica en seguir enfocándonos en los lugares que ya se perciben como deseables, en parte debido a una mayor inversión capitalista destinada a atraer extranjeros. Claro está que no es bueno que una familia deba abandonar su hogar debido a incrementos en las rentas que buscan extraer dinero de extranjeros, pero esto no sería un problema si nos enfocamos en implementar políticas de control de renta que beneficien a todos, sin importar la nacionalidad, y en expandir los derechos de la clase trabajadora para exigir mejoras en su calidad de vida. esto no es decir que no existan genuinas preocupaciones sobre el desplazamiento de personas a zonas marginalizadas.

Es claro que, aun implementando protecciones a la vivienda, habrá personas desplazadas. Aunque nadie desea ser desplazado a una zona marginada de la ciudad, el enfoque no debería ser mantener una jerarquía económica tan pronunciada en los sectores del país y las ciudades, buscando únicamente una mejoría en nuestra calidad de vida personal. La inversión privada que encarece las zonas con mayor concentración de extranjeros es también la que les otorga una mejor calidad de vida. Por lo tanto, debería ser labor del gobierno extraer parte de la riqueza generada en estas zonas y utilizarla para elevar las regiones marginadas y cerrar la brecha entre estos espacios.

La manera de asegurar esta redistribución de riqueza es permitiendo que este encarecimiento continúe, pero elevando los impuestos personales y corporativos que se pagan en la zona. Además, se deberían crear incentivos para que los extranjeros busquen la ciudadanía en México, o, como es más necesario, facilitar el camino burocrático para adquirirla. No solo se debería hacer fácil obtener la ciudadanía, sino obligatoria si se planea tener una residencia por más de cierto tiempo.

Al implementar estas medidas, se asegura un flujo estable de impuestos a través de la riqueza que usualmente se queda en manos privadas. Hemos visto programas relativamente exitosos de desarrollo para regiones marginadas, como las Utopías de la delegación Iztapalapa. Con más desarrollos como estos, la implementación de incentivos para pequeños negocios y cambios en las reglas que rigen los desarrollos comerciales o de vivienda, se puede redirigir el dinero que llega a la nación con los extranjeros y usarlo para mejorar la calidad de vida de toda la población.

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