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Entre tantos casos de violencia, muerte e impunidad que hemos vivido en Morelos en las últimas fechas, uno de los que más han causado indignación fue el artero multihomicidio de Huitzilac en la primera quincena del pasado mes de abril.

Tras los trágicos acontecimientos, la Fiscalía General de Justicia del Estado señaló a uno de los que podrían haber estado implicados en el crimen: Luis Alberto “N”, apodado El Diablo, de 22 años y cuya juventud no dejó de sorprender a más de uno ¿cómo es posible que un joven fuera el principal sospechoso del secuestro y asesinato de tres personas a sangre fría?

Pero Luis Alberto no era un desconocido para la Fiscalía que, según se supo después, ya lo tenía en la mira por sospechar que se hallaba involucrado en diversos crímenes; sin embargo, en aquel entonces, la Fiscalía lo atendió primero como víctima porque El Diablo denunció haber sido baleado por un grupo criminal que lo había amenazado de muerte. Y también cabría preguntarse ¿por qué alguien amenazaría de muerte a una persona de 22 años y la lastimaría al grado de mandarla al hospital?

Hace unos días, el investigador del CRIM en Morelos, Héctor H. Hernández Bringas, escribió en estas páginas el artículo “Sobre jóvenes y delincuencia” en el que observa que los jóvenes son uno de los sectores de la población que más han sufrido la constante crisis económica y de falta de empleo, a pesar de lo que dicen las autoridades.

Específicamente aporta un dato escalofriante: si México solo estuviera poblado por personas entre los 18 y los 29 años, sería la nación con la más alta tasa de homicidios en el mundo. Durante cuatro años México atestiguó diariamente la muerte violenta de 33 personas en este rango de edad, aunque en el 2021, “solo” hubo, cada día, 31 asesinatos de adultos menores a los 30 años.

Además, escribió Hernández Bringas, “de acuerdo con datos de la ANUIES, entre 2018 y 2021 la matricula en el nivel superior se redujo de 5 millones a 4.7 millones de jóvenes inscritos en la educación superior (6 por ciento menos de alumnos), de manera tal que la cobertura en ese rango de edad pasó del 19.3 al 18.1 por ciento, si se pondera la matricula por la población total de 18 a 29 años”.

Las aulas pierden alumnos mientras, al parecer, la calle gana criminales, en una dinámica contraria al círculo virtuoso de que a mayor escolaridad y cultura, menor criminalidad y violencia.

Para muchos jóvenes, las bandas criminales son una realidad más accesible que una universidad, y con resultados tangibles más inmediatos. Desde luego, todo lo anterior es solo una arista de un fenómeno social mucho más complejo de cuyo estudio ya se encargan los especialistas. Sin embargo, las cifras son bastante elocuentes: tenemos una sociedad enferma.

Pero nada de lo anterior es disculpa para El Diablo, si acaso él es el culpable de lo que se le acusa. Nadie está condenado al crimen y Luis Alberto “N”, podría ser simplemente un ejemplo de varias nuevas generaciones de jóvenes mexicanos.

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