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La sabiduría prehispánica sigue dando de qué hablar, efectivamente, en los diversos órdenes culturales se manifiesta su riqueza, desde las humanidades influye en disciplinas como filosofía, historia, lingüística y antropología; sin embargo, su registro llega también hasta la astronomía, la arquitectura, el urbanismo, la agricultura y la gastronomía e, incluso, en la moda, con los textiles, colores y patrones que, a pesar del paso de los siglos, siguen estando vigentes a una escala global.

En este espacio se dará cuenta de las manifestaciones culturales en su referencia a ese pasado, sin importar el medio de expresión, sea cine, literatura o artes plásticas. El objetivo es reflexionar en torno a la convergencia del pasado y el presente, relación que en su complejidad permite comprender lo que somos para definir mejor lo que queremos ser.

Aludo al Tlacuilo porque en su figura convergen la magia de la sabiduría mexicana en una de las versiones más sorprendentes: educados con esmero desde niños, poseedores de una técnica que solo los años de trabajo duro y disciplinado podían dejarles, eruditos guardianes y transmisores de un horizonte cultural (Toltecayotl), eran los encargados de manejar la tinta negra y roja para darle sentido a la realidad. Los tlacuilos escribían pintando y pintaban escribiendo. Estos maestros mesoamericanos desarrollaron métodos de escritura que desafían las normas occidentales y que, hasta el día de hoy, siguen siendo objeto de estudio.

Por si fuera poco, la lengua náhuatl es para nosotros, habitantes del altiplano central, origen y destino. Desde las raíces de la lengua mexicana seguimos aprendiendo a reconocer las características de nuestra geografía, en su semántica atisbamos la profundidad del mundo que habitaron nuestros ancestros. Desde luego, el estado de Morelos es heredero privilegiado de esta riqueza, ya que sus territorios y parajes, tanto como sus pueblos y comunidades «se dicen» en lengua náhuatl, razón por la cual, es pertinente un ejercicio que sea capaz de dar cuenta de estas referencias radicales.

Los colores y matices de nuestra cultura revelan su riqueza en la profundidad de su pertenencia, así como en las coordenadas de su distanciamiento de este núcleo originario; en su ir y venir se comprenden las transformaciones que un mundo les impone y, sobre todo, la fuerza de nuestra resistencia; como resultado de esta dinámica, a través de la relación de pertenencia y distanciamiento de nuestra cultura (Tochantzi) son comprensibles los perfiles de nuestra identidad mexicana.

De ahí el sentido de La casa del tlacuilo, pues a final de cuentas, la pregunta sería ¿qué tanto conocemos nuestra casa como núcleo de sentido? En el extremo de nuestra situación, diluidos por las fuerzas negativas de la posmodernidad y de un mundo orientado hacia el consumo, nos preguntamos ¿qué tanto podremos recuperar de la casa que guardaban los tlacuilos? Y, en nuestro contexto, ¿De qué manera podría ayudarnos su sabiduría? Las respuestas a estas interrogantes serán el objeto de las pesquisas de esta columna.