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Elecciones argentinas 

El próximo 22 de octubre se llevan a cabo elecciones presidenciales en Argentina. En una nación convulsionada por la crisis económica y la polarización política, la figura que ha sobresalido es la de Javier Milei, un «desconocido», que irrumpió en el escenario político con una narrativa radical y antisistema. Se ha vuelto un fenómeno en la vida política de esa nación, gracias a sus imposturas, exabruptos e insultos a la clase política en el poder.

Milei es un economista heterodoxo que se decanta por un modelo de economía liberal extremo, sus arengas parecen emanar de un poseso que da paso a una catarata de insultos y amenazas, haciendo de sus intervenciones un auténtico espectáculo, en un aturdidor happening, que cautiva a sus devotos seguidores precisamente por la radicalidad de su verborrea. Si para unos es un orate populista peligroso, para otros es visto como un salvador, un liberador de las políticas justicialistas y afines. Al final Milei es un fenómeno propio de estas parcelas latinoamericanas que habitamos, en donde la política parece que desde hace tiempo dejó de ser arena de la realidad para trocarse en mero realismo mágico.

En esta era digitalizada y dominada por narrativas populistas e incendiarias, no cabe duda que Milei sobresale en el concierto de candidatos argentinos por su talento casi natural para la comunicación y el uso de los adjetivos ásperos. Con sus discursos directos y enconados, la facilidad para insultar y amenazar, sus intervenciones se tornan en estímulos emocionales perfectos para las masas desencantadas con la política tradicional, para quienes abominan del Partido Justicialista y todos los que convergen en el denominado Frente de Todos, de los derroteros que ha tomado Argentina bajo el mando de Alberto Fernández —que se ha traducido en una inflación que ha alcanzado niveles récord, con un peso argentino que carece de peso y ha perdido la mitad de su valor frente al dólar en los últimos años, el incremento de la pobreza en más del 40% el año que corre, con un desempleo que está por alrededor del 10%, amén de la corrupción de la actual administración que se refleja en las adjudicaciones de las obras públicas—.

Sin embargo, el fenómeno mediático Milei no es de ahora. Actualmente tiene más de un millón de seguidores en Twitter, pero en 2021 tenía más de 420 mil, creció más del 100 por ciento en un año; actualmente es el político argentino con más seguidores en esa plataforma. Pero Milei lleva tiempo llenando teatros y salas de conferencias, en donde se agolpan sus fans que se solazan escuchando sus arengas y desplantes. Su rostro reproducido al estilo Andy Warhol, ornamenta las pastas de cuadernos y agendas de muchos de sus seguidores, es un auténtico referente de los centennials y los llamados antiprogres de Argentina, que consideran que lo revolucionario hoy es seguir a Milei.

Milei ha abrevado del ciberespacio y las redes sociales. Sus discursos se transmiten en vivo por las redes sociales, en donde sus fervorosos seguidores escuchan sus invectivas. Contradictorio y provocador, sus discursos son un cóctel explosivo de populismo, de liberalismo extremo y de posturas antisistema, que le sirven de coraza para prometer acabar con la corrupción, la inflación, el Estado intervencionista y las llamadas políticas progresistas.

Las redes han sido herramientas que le han permitido conectarse con los votantes jóvenes, y que muchos de ellos se tornen en fieles troles al servicio de las causas de Milei que lo hacen amparados en su desencanto con la política tradicional y su preocupación por la pérdida de libertades y el aumento del gasto público. En ese entorno las hordas de troles mileistas se han regodeado atacando y caricaturizando a los «zurdos» (equivalente a los chairos en México) describiéndolos y parodiándolos —sin percatarse que ellos mismos bien se podrían reflejan en ese mismo espejo— como idealistas, ingenuos y fáciles de manipular.

En un entorno en donde la proliferación de noticias falsas se ha multiplicado, curiosamente Milei es el que menos ha recurrido a las mismas —10%— (Chequeado.com) y el que se lleva las palmas en esto es el presidente Alberto Fernández (43%). Sin embargo, el torrente de contenidos falsos sirve para la memeficación de la política argentina y su caricaturización; esto es el caldo de cultivo para la manipulación de noticias y acontecimientos en las redes sociales y nutrido por los troles, que ha sido un fenómeno generalizado: todos los candidatos y sus equipos de campaña los usan para difundir información falsa, atacar a los adversarios y tratar de manipular a la opinión pública derivando o dando paso a una mayor polarización y desconfianza, lo que termina por confundir a algunos potenciales votantes.

Las estimaciones ahora marcan a Milei como favorito —según la consultora CB con datos proporcionados el pasado 7 de octubre—, con un 33,2 por ciento de las preferencias, seguido de cerca por Sergio Massa con 32,2 por ciento, lo que indica que es una elección cerrada; la misma consultora refiere que un 20 por ciento de la población todavía está indecisa por quien sufragar, lo que aún no perfila un claro favorito en dicha contienda.

En todo caso, más allá de cómo termine el proceso electoral argentino la presencia de Milei sobresale como un outsider con su bandera de luchar contra la corrupción y el establishment político. Sus mensajes van enfocados a criticar a los políticos tradicionales y a los partidos mismos. Como todo populista destaca por la simplificación de los problemas que lo llevan a ofrecer soluciones simples para solventar dificultades complejas. Sus mensajes se centran en ideas como la reducción del Estado, la libertad individual y el combate a la inflación. No cabe duda de que el populismo de Milei es la cura homeopática al populismo de Alberto Fernández y sus enardecidas arengas y expresión genuina de los desencantos que existen con los políticos y la democracia en los tiempos que corren.

@tulios41