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El monopolio de Google

 

Hace poco el juez federal Amit P. Mehta, de Estados Unidos (EU), determinó que Google ejerce un papel monopólico en el campo de búsquedas, al controlar cerca del 90% de las mismas en general y 95% específicamente en los dispositivos móviles. El monopolio lo ejerce porque mantiene acuerdos millonarios con Apple, Samsung y otros fabricantes de dispositivos para ser de facto el motor de búsqueda. Esa decisión judicial es parte de una serie de esfuerzos por parte de las autoridades estadounidenses para limitar el dominio de los gigantes tecnológicas en el mercado. A medida que la inteligencia artificial (IA) sigue avanzando, esa tendencia de regulación y supervisión se intensificará, tal como se ve en las recientes demandas contra Apple, Amazon y Meta (shre.ink/D2NY).

El presidente de asuntos globales de Google, Kent Walker, ha referido que apelarán a la sanción, así que a esta historia todavía le queda cuerda. Lo destacado es que el fallo de marras representa la primera decisión importante que se ha dado después de interponer una serie de demandas contra las grandes empresas tecnológicas por el gobierno estadounidense. En este caso en concreto se ha hablado de que representa el mayor caso antimonopolio tecnológico desde el enfrentamiento que tuvo el gobierno de EU con Microsoft a principios del nuevo siglo, en donde incluso al final fueron más ruido que nueces: se terminó con sanciones tibias.

Pero es de destacar que esta decisión supone la segunda derrota antimonopolio de alto nivel para Google, después de que un jurado federal de California declaró en diciembre pasado que Google ejerce un monopolio ilegal con su tienda de aplicaciones. El tribunal de ese caso aún está deliberando sobre las posibles soluciones o sanciones a aplicarse. Ese caso tiene antecedentes, remiten a 2020 cuando del Departamento de Justicia de EU y 38 estados iniciaron un proceso de litigio contra el gigante de búsquedas en internet.

Google ha enfrentado varias sanciones en Europa por prácticas monopólicas. Una de las más significativas fue en 2018, cuando la Comisión Europea le impuso una multa de 4.343 millones de euros por abusar de su poder dominante en el mercado de los sistemas operativos móviles; también fue sancionada por infracciones en el ámbito de la publicidad y búsqueda en línea con 1.490 millones de euros impuesta en 2019 por prácticas anticompetitivas en el mercado de la publicidad en línea. En 2021, la justicia europea confirmó una multa de 4.125 millones de euros por abusar de su poder dominante en el mercado de los sistemas operativos móviles (shre.ink/D2N9).

El fallo del Juez Mehta es importante porque si bien Google ha sido sancionado en diversos momentos por la Unión Europea, había salido bastante ilesa en sus batallas jurídicas en EU y su resultado final abre la posibilidad que otros gigantes de internet —Apple, Amazon, Meta…— puedan ser alcanzados con sanciones similares. Tampoco soslayemos que Google tiene pendiente aún algunos litigios por solventar en estos momentos en la Unión Europea.

Se fue muy iluso en el pasado pensando que en el ciberespacio no podía haber un monopolio duradero. Se creyó que el ecosistema ciberespacial nunca lo aceptaría. Se suponía que un negocio digital en la red envejecía y perecía muy rápido: cinco años de vida de una empresa en línea era casi estar en el límite de su ocaso. La velocidad y el tiempo del ciberespacio era otro: la competencia siempre estaba «a un solo clic de distancia» y en tal contexto nada tenía larga vida, era el mundo de lo perentorio. Pero después de una década de caos abierto y de entrada fácil al mercado, sucedió que algunas empresas —Google, Ebay, Facebook y Amazon— no desaparecieron. Superaron los cinco años sin signo alguno de fatigarse o de estar a punto del colapso. Por el contrario, las principales empresas parecían mantenerse, e incluso robustecerse. De repente, ya no había diez o más motores de búsqueda, cada uno con una propuesta y metodología distinta, sino únicamente un motor de búsqueda. Ya no había cientos de tiendas a las que todo el mundo iba, sino una «tienda de todo». Y al mismo tiempo tratar de darle la espalda a Facebook era convertirse en un antisocial digital.

A través de adquisiciones muchas de estas empresas fueron robusteciéndose. Muchas de estas compras eran de empresas pequeñas, o meras adquisiciones para hacerse de talentos, otras, como las de Instagram y WhatsApp por parte de Facebook, era para sacudirse fuertes amenazas competitivas. Así fue como todas esas firmas, los hoy gigantes de internet, se consolidaron comprando a la competencia.

Hoy cuando la preocupación por la influencia corporativa sobre el gobierno y la sociedad ha alcanzado un punto intolerable en EU, la importancia política del antimonopolio como freno al poder privado suena obvia. Sin embargo, en las últimas décadas, la idea misma del papel político de esa medida desapareció con la ola neoliberal, ya que el enfoque del antimonopolio se volvió exclusivamente económico, pero incluso así un poder económico demasiado concentrado se traduce también en mucho poder político y, por lo tanto, en una amenaza para la estructura constitucional de un país. Por eso se quiere actuar ahora en EU porque el gobierno se da cuenta, como dice Tim Wu de que «la excesiva concentración de poder económico genere presiones políticas antidemocráticas».

Las leyes antimonopolio se identifican más claramente como parte de una democracia funcional. Pero tampoco puede soslayarse que en la actual competencia, y lucha por la supremacía, en el campo tecnológico que se da entre EU y China la cosa no luce fácil. Al sancionar —y hasta fraccionar— el gobierno estadounidense a una empresa como Google —y a otras como Amazon, Apple o Facebook—, puede afectar su capacidad para invertir en investigación y desarrollo, lo que podría tener efectos en la innovación y la competitividad de esa nación en el mercado global; si las empresas tecnológicas de EU son debilitadas, China puede aprovechar la oportunidad para fortalecer su posición en el mercado tecnológico global, lo que podría llevar a una pérdida de liderazgo de EU y ver mermado su soft power, que deriva de la cultura digital que imprimen en el imaginario colectivo, a escala mundial, esos titanes de internet, y de lo cual se beneficia EU. Las sanciones podrían afectar la economía de EU, ya que las empresas tecnológicas son motor importante para el crecimiento económico y trastocar las cadenas de valor de las empresas tecnológicas, que tendría como beneficiario directo a China para ganar influencia en el mercado global.

Por eso es interesante el juicio que se lleva a cabo contra Google en EU: al final vamos a ver hasta dónde llegan las sanciones, ya que el gobierno mismo tiene que encontrar un equilibrio en donde se proteja a los consumidores, se siga promoviendo la competencia y salvaguarde la innovación y la competitividad de esa nación en el mercado global, pero al mismo tiempo limitar el poder de dicha firma, de manera que no goce de una influencia y poder derivado de su fuerza económica.

@tulios41