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El periodismo y la USAID

 

Desde la masificación de internet en la década de 1990, el periodismo ha enfrentado un declive sostenido, no tanto en términos de propuestas narrativas —que se han multiplicado— o de análisis, sino en su viabilidad económica. La disminución de tirajes y aparición de plataformas digitales fragmentaron la audiencia, generando una precarización creciente de las condiciones laborales de los periodistas. Este escenario ha repercutido negativamente en la calidad de la investigación periodística, una práctica que la llevan a cabo otras organizaciones que su función no es exclusivamente el periodismo. El entorno informativo marcado por la inmediatez y la saturación.

Desde hace años el periodismo independiente ha superado obstáculos financieros, ha sorteado las condiciones adversas mediante el apoyo económico de fundaciones. Entre los organismos que han desempeñado un rol significativo en el financiamiento de iniciativas periodísticas transnacionales destaca USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional). El papel de la USAID se caracteriza por una dualidad y perspectivas disímbolas: mientras algunos académicos refieren que su labor constituye un aporte fundamental para el fortalecimiento de los sistemas democráticos, otros analistas argumentan que es un instrumento de influencia política, promueve los intereses estratégicos y la agenda hegemónica de Estados Unidos en el ámbito internacional.

En parte eso es cierto. La USAID fue creada en 1961 bajo la administración de John F. Kennedy como una herramienta esencial de su política exterior. Oficialmente su tarea era promover el desarrollo económico, la democracia y los derechos humanos en más de 100 países, canalizando recursos a ONGs, gobiernos y organismos internacionales. Sin embargo, desde el inicio su papel fue controvertido. En el contexto de la Guerra Fría, la USAID actuó como una interfaz de soft power, difundiendo los valores estadounidenses e influyendo en las sociedades para fortalecer los intereses geopolíticos de Washington. Al principio su interés estuvo en contener el avance del comunismo y reforzar a los aliados de ese país, especialmente en Latinoamérica. La ayuda humanitaria se combinaba con las labores de inteligencia e impulsando estrategias para consolidar la hegemonía estadounidense, lo que siempre generó críticas sobre la verdadera naturaleza de su labor.

Como ejemplo del papel de USAID está su colaboración con la CIA para influir en la política de varios países. En los golpes de Estado de Chile con Salvador Allende, o Guatemala con Jacobo Árbenz, USAID apoyó iniciativas que eran un complemento de los impulsados a escala política por Estados Unidos. En los años setenta del siglo pasado tuvo participación en lo que se conoció como la Operación Cóndor, de nefastos recuerdos en Latinoamérica.

Sin embargo, la USAID modificó su accionar con base en los vientos políticos, de manera que cuando se dio el derrumbe del Muro de Berlín y se dio el consecuente colapso y desaparición de la Unión Soviética, se lavó la cara y empezó a jugar un papel relevante en favor de la democracia. Empezó a apoyar iniciativas interesadas en impulsar la calidad democrática en la región, apoyó a organizaciones que impulsaban elecciones, combatían la corrupción, financió a ONGs interesadas en la protección de múltiples minorías: mujeres, grupos indígenas, personas LGBTQ+, salud sexual y reproductiva. Esa ha sido la etapa más destacable de USAID, con una perspectiva liberal impulsó proyectos democráticos. Con ello se apoyaron a organizaciones periodísticas de la región, que terminó por enriquecer la vida pública con un periodismo de calidad.

Una investigación reciente de Reuters (shre.ink/MNWg) ilustra el papel que jugaba ese organismo en el campo periodístico. En 2023 respaldó a más de 6,200 periodistas, 700 medios no estatales y 279 organizaciones de la sociedad civil relacionadas con el periodismo. En Latinoamérica diversos medios han sido apoyados en sus labores editoriales, de manera que esos fondos permitieron visibilizar luchas de colectivos, situaciones de violaciones de derechos humanos y demandas democráticas de diversos sectores sociales.

En Latinoamérica el siglo que corre ha sido un periodo en el cual los medios convencionales fueron arrinconados y desplazados por la tendencia digital: se desplomaron los ingresos publicitarios, se cancelaron ediciones en papel y varios medios quedaron a expensas de que su tráfico en línea les permitiera tener algo de ingreso. Al mismo tiempo, pusieron en marcha una serie de medidas para apuntalar sus espacios: unos optaron por cobrar por el acceso a sus contenidos; otros impulsaron la publicidad digital, que a pesar de ser menos rentable que la impresa es una fuente importante de ingresos; promovieron contenido patrocinado, colaboraron con empresas y promovieron productos o servicios; se vincularon a los gobiernos para promocionar sus políticas; algunos incluso para subsistir han acudido al crowdfunding.

La USAID apuntaló un sinfín de proyectos. En México, por ejemplo, destinó 6.6 millones de dólares en 2024 a organizaciones que promueven la transparencia a través del periodismo, cuestión que ahora seguramente será una labor que si bien no se suspenderá sí disminuirá el trabajo de las publicaciones y organizaciones que recibían tales apoyos. De esa manera, organizaciones civiles que su labor central no era el periodismo, terminaron por hacer un periodismo de investigación, que es algo que ya no hacen el grueso de medios por sus altos costos. El periodismo de investigación, requiere de viajes, de usar programas especiales, y caros, de cómputo y dedicar incluso meses para trabajar una historia. Es una tarea que ya no se ve mucho en medios de comunicación tradicionales. Por eso a menudo para hacerlo se depende del acceso a subvenciones de fundaciones.

Además, si bien no solo la USAID es la única organización que apoya las labores periodísticas, también es verdad que el financiamiento de las fundaciones estadounidenses no fluirá ya hacia Latinoamérica porque canalizarán sus recursos a apoyar proyectos en Estados Unidos, ya que el arribo de Trump ha dejado a muchos proyectos en ese país vulnerables y que ahora padecen la misma situación que sus pares latinoamericanas.

Para muestro entorno eso no significa la muerte del periodismo, ya que su práctica siempre ha sido una labor hasta cierto punto altruista. Es un ejercicio que incluso muchos llevan a cabo en condiciones adversas, por un amor a esa disciplina, pero sí es verdad que socavará la pluralidad y el número de investigaciones y contenidos.

* @tulios41

Antulio Sánchez