loader image

 

Spotify en formato inteligente

 

Spotify es sinónimo de música, su nombre remite a una startup sueca creada en 2006, es en la actualidad una sociedad anónima que cotiza en bolsa, con un valor estimado en 25 mil millones de dólares. En 2023, Spotify reportó ingresos anuales de 14,000 millones de dólares, y su patrimonio neto es de unos 2,670 millones de dólares, según Statista. Pero si consideramos su crecimiento hasta el año pasado, con 640 millones de usuarios activos mensuales, de los cuales 252 son premium, y partiendo del múltiplo típico de valoración de las empresas tecnológicas (entre 5 y 10 veces sus ingresos anuales), se puede inferir que en la actualidad su valor está entre 70,000 y 100,000 millones de dólares.

Nada mal para una empresa surgida en un país pequeño, donde se ha tenido una sólida carrera en la producción de artistas exitosos en el campo de la música pop. Esta empresa sueca domina un sector que era esperable lo encabezara una empresa estadounidense, pero sus 19 años de existencia demuestran que su fuerza no fue circunstancial. Actualmente Spotify intenta reforzar su músculo adoptando la tecnología de moda, la inteligencia artificial (IA).

Para unos es innecesaria la presencia de la IA en el campo musical e incluso dicen que no ha tenido relevancia en la música. Pero después de todo, la relación entre IA y música no es de ahora. Ya Alan Turing, que puede ser considerado uno de los padres de la IA, desarrolló en 1951 una máquina que generó tres melodías simples: la canción infantil Baa Va Black Sheep, la canción de Glenn Miller In the Mood y el himno de la selección británica God Save the King. La grabación fue efectuada por la BBC en el Computing Machine Laboratory de Manchester, pero se había extraviado y en 2016 algunos investigadores la recuperaron y dieron a conocer.

En el campo musical ha habido pioneros en investigar sobre los vasos comunicantes entre IA y música, uno destacado fue David Bowie, cuya trayectoria siempre estuvo ligada a la vanguardia, a la ciencia y la innovación como se refleja en su extraordinaria Space Oddity. A principios de los años noventa Bowie hizo alianza con el programador Ty Roberts, para crear un software llamado Verbasizer, capaz de generar de forma automática letras de canciones originales a partir de contenido textual.

En el caso de Spotify, fue en 2018 cuando abrió una unidad de investigación dedicada a desarrollar investigaciones científicas sobre el uso de la IA en el campo de la composición musical, el Creator Technology Research Lab. Esto fue una manera de sistematizar, o redondear el trabajo que venía efectuando con la IA desde 2015, cuando empezó a usarla para analizar los gustos musicales de sus usuarios y así ofrecerles contenido si no a la carta sí bastante personalizado.

En 2017 Spotify contrató a François Pachet, a quien nombró como director del centro de investigación de Spotify de París. Nacido a mediados de los años 1960, François Pachet es especialista en ingeniería computacional con estudios en universidades francesas, que desde hace varios años se ha dedicado a la investigación en el campo musical, el aprendizaje automático y la IA. De hecho, Pachet fue nombrado en 1997 director de la Sony Computer Science Laboratory, un centro de investigación privado, financiado por la empresa japonesa Sony, también con sede en París y dedicado a experimentar con la materia sonora.

Durante su estancia en Sony Pachet creó varias tecnologías, pero su producto más destacable fue Flow Machine, un proyecto iniciado en 2012 que su objetivo era enseñar a las computadoras a crear composiciones musicales basadas en estilos concretos; el objetivo fue desarrollar una máquina capaz de aprender a tocar de forma autónoma, a partir de un proceso de aprendizaje (machine learning) con una serie de repertorios musicales existentes; de esto se derivó un programa para ser usado por cualquier músico llamado Flow Composer, que crea nuevos contenidos musicales a partir de dos elementos iniciales que se deben proporcionar a la IA: una selección de partituras musicales (melodías y acordes), que permiten al programa aprender un determinado estilo de composición musical; el segundo, una serie de piezas de audio que permiten a la máquina asociar texturas sonoras específicas con las partituras. De esa manera, con tales materiales, es como Flow Composer produce composiciones musicales originales y únicas, basadas en una serie de operaciones y elecciones que, sin embargo, son gestionadas por un operador humano.

De hecho, poco antes de incorporarse a Spotify Pachet y su equipo ofrecieron una demostración de las capacidades creativas de Flow Machine, en la cual también participó el músico francés Benoît Carré para confeccionar una canción original, inspirada en la música de los Beatles. Benoît Carré proporcionó a Flow Machine una selección de 45 melodías de los Beatles que le sirvieran de inspiración y dio como resultado una canción original directamente influida por las melodías y sonidos del cuarteto de Liverpool, que recibió el nombre de Daddy’s Car y se dio a conocer en YouTube (shre.ink/MvZY).

Con esos experimentos queda claro que las máquinas sí consiguen producir secuencias sonoras a partir de partituras que se pueden considerar originales. Para varios eso implica un alivio ya que, si bien se demuestra que las máquinas son capaces de dar vida a productos sonoros, pero es completamente distinto a que las máquinas puedan crear de forma independiente música lista para ser escuchada por los suscriptores de Spotify.

Pero más allá de Spotify, lo que no debe olvidarse es que las IA operan con patrones, sean lingüísticos o melódicos, con sonidos u oraciones, para posteriormente dar paso a composiciones nuevas o inéditas. En tal sentido no debería pensarse que un servicio de streaming no pudiera en el futuro generar exclusivamente melodías a la carta que le fueran solicitadas por los usuarios. Y parece que se camina hacia tal escenario. En 2016 Google lanzó el proyecto Magenta, dedicado a desarrollar algoritmos de aprendizaje profundo y aprendizaje por refuerzo para generar automáticamente no sólo contenidos musicales, sino también imágenes, dibujos y otros materiales; una tecnología que actualmente usan diversos artistas.

Lo cierto es que el rostro de la música en el futuro próximo no está escrito en las características técnicas de las nuevas tecnologías, pero su forma o consistencia se dará a partir de que melómanos, consumidores y ciudadanos sean capaces de participar de manera activa y se apropien creativamente de los instrumentos musicales que tendremos a nuestra disposición. En el caso de Spotify a pesar de que no han sido muy explícitos sobre el trabajo que llevan a cabo con la IA parece que su interés no está en transformarse en un productor musical automatizado. Pero para nadie es un secreto que las maneras en que las tecnologías musicales ingresan en las dinámicas sociales siempre están destinadas a reservar sorpresas y desenlaces inesperados.

* @tulios41

Antulio Sánchez