

El día de ayer se conmemoró el aniversario de la expropiación petrolera en 1938, la cual sin poses patrioteras, se debe considerar un hito en la historia nacional. Tomando no solo en cuenta que se consumó sin disparar un solo cartucho, sino también los nubarrones que se avecinaban sobre el horizonte europeo. Durante el porfiriato y al detonarse el potencial industrial del país, se estableció la industria petrolera, particularmente en el litoral del Golfo de México y preponderantemente en manos de empresas estadounidenses como la Standard Oil y británicas como el Águila.
La bonanza de la industria petrolera se mantuvo a salvo durante los días más cruentos de la revolución y para la década de los treinta, el 95% de la industria petrolera continuaba en manos extranjeras, aglutinadas alrededor de 17 empresas que obtuvieron utilidades formidables. La llegada del general Cárdenas a la presidencia en 1934 supuso implementar la vena social de la Revolución Mexicana. Es de sobra conocida su política agraria, la creación del ejido que sigue siendo motivo de polémica, así como de la energía del oriundo de Jiquilpan, que recorrió hasta el último rincón del territorio nacional. Pero su particular visión para consolidar las conquistas sociales del movimiento armado, no se ciñeron exclusivamente al campo, también alcanzaron a la clase obrera.

Las empresas petroleras eran una suerte de Estado dentro del Estado, por décadas, no rindieron cuentas a nadie y manejaron las relaciones laborales a su libre albedrío. Es entonces durante el sexenio del general Cárdenas, cuando los trabajadores petroleros demandaron mejores salarios y condiciones de trabajo. Las empresas se hicieron de oídos sordos y los trabajadores acudieron a la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje que les dio la razón. Las empresas se negaron a acatar la resolución y estalló el conflicto. El presidente decidió apoyar a los obreros, amparándose en el artículo 27 constitucional que entre otras cosas establece que el subsuelo pertenece a la nación, echó mano de la Ley de Expropiación de 1936 y nacionalizó la industria petrolera por causas de utilidad pública y a favor de la nación. Evidentemente el Reino Unido y los Estados Unidos pusieron el grito en el cielo, amagaron incluso con intervenir militarmente, pero al final se logró un consenso y se acordaron las compensaciones. Ahí surgió otro problema, indemnizar conforme a la ley a las empresas y el gobierno debió crear el Comité para la Redención de la Deuda Petrolera. En una genuina manifestación de unidad nacional, los mexicanos se volcaron en torno al comité, de igual forma señoras de la alta sociedad donaron sus joyas que mujeres indígenas sus aves de corral. Incluso alguna comunidad indígena de Oaxaca aportó $43.75 pesos para la causa nacional.
El panorama mundial era complejo, las potencias extranjeras se aprestaban para la guerra mundial, y todos necesitaban el petróleo mexicano. Incluso mientras México contenía a estadounidenses y británicos, el Eje aprovechó para abastecerse oportunamente con compras de crudo mexicano. Morelos no fue ajeno a tan trascendental momento, como es conocido, el presidente disfrutó durante aquellos años de su rancho en Palmira, al sur de Cuernavaca. Según narró el michoacano en sus memorias, el día 9 de marzo de 1938, partió a las 13:00 horas de Palmira para supervisar la zafra por comenzar en el recién inaugurado Ingenio de Zacatepec y dar posesión a Maqueo Castellanos como gerente de la central. Al regresar por la noche con su comitiva, ya por entrar a Palmira, ordenó detener el automóvil y se bajó junto con el general Francisco J. Múgica, Secretario de Comunicaciones y su ideólogo de cabecera, en ese momento le comunicó antes que a nadie, su decisión de nacionalizar la industria petrolera. La conferencia mientras caminaba a la orilla de la carretera, no fue fácil, ahí ponderaron la reacción de la respuesta angloamericana incluyendo una posible intervención militar, así como la conveniencia de frenar una agresión del “imperialismo nazifascista” lo cual al final ocurrió y ello llevó a México a declarar la guerra al Eje en 1942.
En la pluma de Cárdenas ha quedado para la historia morelense, el testimonio de cómo en una noche, seguramente estrellada e inundada por el canto de chicharras, se decidió en Cuernavaca, uno de los episodios más trascendentales del siglo XX mexicano.
*Escritor y cronista morelense.

Foto de la página de Facebook de la comunidad de Xoxocotla.
