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Llega el día en que te miras al espejo y dejas de verte hermosa, te supera la incomodidad del reflejo ante ti y surge una desesperación que pareciera haberse construido internamente desde hace tiempo mediante comentarios, imágenes, comparaciones, desilusiones y la seducción del discurso de salud con su escudo de una delgadez obligatoria. En redes sociales hay un bombardeo de vidas fitness que a gritos te demuestran que la disciplina es importante para una vida sana ya que no solo basta con bajar de peso también hay que tener músculo.

Tomas la decisión y planteas un plan de acción: despertar muy temprano, ir al gimnasio, empezar a comer saludable (de acuerdo con lo que has visto en redes sociales o te han comentado), dejarás de tomar y fumar para así garantizar una vida saludable y plena; el primer paso es ir al gimnasio que te parezca no solo más cómodo y cercano sino que también cumpla con una serie de requisitos innecesarios pero que al momento de escucharlos suenan bastante interesantes. Después de una difícil elección que dependió en gran parte del sustento económico actual, te preparas para iniciar un entrenamiento disciplinado y es entonces donde comienza el primer acto de la tragedia: ¿qué accesorios debo llevar? ¿qué ropa es la adecuada? ¿los tenis serán los pertinentes? ¿debo llevar agua o electrolitos? ¿tengo que comprar suplementos especiales? ¿el entrenador será amable?

Te das cuenta que aquella decisión resulto ser más compleja de lo que imaginas, existen miles de preguntas sin ninguna respuesta certera, con todo y medio tomas camino hacia una nueva experiencia pero es inevitable sentir miedo desde el primer paso en la entrada, algo en el estómago comienza a dar síntomas, muy parecido al miedo con un toque de nerviosismo, queda respirar profundo y seguir caminando para realizar tu proceso de inscripción; existen miles de preguntas que quisieras resolver con el o la recepcionista pero algo dentro de tu boca presiona fuerte para que no salgan más que las palabras esenciales.

El primer día es difícil para todos, recuerdas tu infancia con noble nostalgia, esos primeros días de clases en los que te preguntabas si tendrías compañeros nuevos, si el profesor será amable y la dificultad de un nuevo nivel educativo te generaba un miedo emocionante; sin embargo esto es más complicado, miras a tu alrededor: atuendos de moda, marcas de ropa y calzado deportivo de renombre, incluso botellas que a la vista inducen al lujo, personas concentradas la gran mayoría con audífonos ausentes de su realidad y entorno, algunos de ellos con cuerpos de hijos de Zeus pero con la mirada perdida pareciera que caminas entre el Olimpo y como un simple mortal pasas desapercibido.

¿Cómo comenzar? Buscas ayuda entre la inmensidad del lugar y surge una dicotomía en las sensaciones, por una parte, quieres orientación y por otra intentas controlar la fuerza de salir corriendo en busca de paz, así que continúas controlando la menta y prosigues a encontrar al responsable del deporte en curso que con ternura te orienta hacía el inicio de tu nuevo estilo de vida. El primer contacto es casi maternal, palabras motivantes salen de su boca y comienzas a sentirte parte de la escena finalizando así tu primer día.

A solas buscas la manera de motivarte, de convencerte de volver a ir y no decaer porque a nadie le agradan las personas que se dan por vencidas al primer intento y te prometes no desertar, pero sabes perfectamente que hay cosas que cambiar: comprar ropa “decente”, pagar un entrenamiento personalizado para lograr tus objetivos, comprar suplementos y -como te dijo el entrenador- llevar una dieta muy estricta. Nuevamente comienza la lluvia de dudas: ¿será necesario ir a un especialista o el especialista es quien está dentro de las instalaciones? ¿qué tan necesario es ocupar un tipo de atuendo en específico de la mano con marcas que implican un gasto económico fuerte? ¿cualquier suplemento es bueno o tengo que buscar en tiendas especificas?

El movimiento social te lleva a las respuestas, lo que observas a tu alrededor es la realidad aprobada en el entorno al que acabas de entrar y decides finalmente que tus respuestas serán contestadas por la primera persona que te ha tratado de forma amable y amorosa porque arriesgarse a enfrentarte no solo a una persona nueva si no que a un nuevo gasto ¿quién diría que la vida saludable es tan cara?

La vida fitness comienza a llenarte de regaños y de una mentalidad casi militar, muchas veces las motivaciones son crueles pero empiezas a aprender a llevar a tu cuerpo a un nuevo límite innecesariamente amable, te hundes en un círculo de altibajos, muchas veces en un extremo de motivación donde la disciplina te resulta encantadora y a veces adictiva; pero en otros momentos te ves al espejo, sigues sintiendo incomodidad, no has logrado lo que soñaste y decides dar placer al paladar pero después de un aumento de peso te arrepientes por lo que es necesario retomar tan difícil comienzo. Así pueden pasar años, nuevos entrenadores, diversificación de suplementos, algunos medicamentos, alimentos con precios exageradamente altos, nuevas tendencias en atuendos hasta olvidar que existen especialistas en el ámbito y disolver en el recuerdo el amor propio y el cuidado de salud; así es la nueva era de la vida saludable en un mundo de apariencias y distorsión de conceptos donde la nutrición y la medicina han perdido la batalla.

Mujer sentada en una silla

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Imagen cortesía de la autora

 

*Psico nutrióloga

Elsa Azucena Alfaro González