Creo que aún no hemos dimensionado plenamente lo que está ocurriendo en nuestro país. Estamos ante una gran recreación de la figura de uno de los políticos más relevantes de la historia contemporánea de México, sin duda el más importante de las últimas décadas.
Habría que empezar diciendo que López Obrador es un político hecho a sí mismo. Su ascenso no dependió de un linaje familiar o de la influencia de dinastías políticas, a diferencia de otros líderes históricos de México. Aunque estuvo cerca de personajes influyentes como Cuauhtémoc Cárdenas, su mayor carta de presentación ha sido su propio esfuerzo y visión en la construcción de un proyecto de país.
A diferencia de Cárdenas, cuyo legado está intrínsecamente vinculado al del General, López Obrador no surgió de una familia con un peso histórico comparable. Su perfil se construyó a partir de su liderazgo, carisma y trabajo; además de su visión política, y sus éxitos y desaciertos pragmáticos.
No me propongo analizar aquí sus posturas políticas o los imaginarios que fundamentan sus acciones. Mi intención es esbozar su relevancia histórica. En mi opinión, López Obrador se ha convertido en un mito, no en el sentido de lo irreal, sino desde una perspectiva, digamos, antropológica, esto es, una imagen que condensa un cúmulo de ideas sobre cómo se interpreta el mundo y cómo actuar en consecuencia.
Generalmente, los presidentes pierden peso y relevancia a medida que se acerca el final de su mandato. Sin embargo, a cerca de un mes de que López Obrador deje la presidencia, su influencia en la agenda política nacional sigue siendo notable. La reciente solicitud de reforma a uno de los tres poderes del Estado es una prueba clara de su persistente capacidad de influencia.
La transición que se avecina plantea interrogantes sobre cómo cambiará la figura de López Obrador una vez que deje el poder. Aunque ha anunciado que se retirará a su finca en Chiapas, no debemos subestimar el impacto que seguirá teniendo en la vida pública del país. De la misma manera que hoy persisten grupos que se identifican como “cardenistas” o “zapatistas”, hay quienes se identifican como “lopezobradoristas”. Ese es el tipo de influencia que ejerce un mito político: que su nombre represente aspiraciones de cambio social.
Si López Obrador no pensara en términos pragmáticos, no sería político; o, por lo menos, no sería uno bueno. Con todo, su alianza con el Partido Verde, la inclusión de políticos cuestionables en su administración y el acercamiento a las Fuerzas Armadas son ejemplos de actuaciones guiadas por un pragmatismo que ha dificultado el cumplimiento de algunos de sus objetivos (mientras que ha ayudado a otros). Aunque estos movimientos pueden haber sido necesarios para consolidar su proyecto político, también han suscitado dilemas éticos y cuestionamientos.
Una buena parte del éxito de López Obrador provino de su capacidad de construir un proyecto nacional que se volvió dominante. La legitimidad del movimiento que lidera es evidente en los millones de votos que Claudia Sheinbaum recibió en la última elección presidencial. No obstante, aunque es parte de este movimiento Sheinbaum, no es su fundador. Su ascenso al liderazgo es una etapa nueva y aún estamos por ver cómo se desarrollará su gobierno.
Claudia Sheinbaum también ha mostrado ser una política hecha a sí misma, y aunque parece que su gobierno continuará muchas de las prioridades del actual mandato, no debemos asumir que la legitimidad del movimiento se transmitirá automáticamente. Será interesante observar cómo se configura el mito de López Obrador una vez que ya no esté formalmente en el poder.
Si el gobierno de Sheinbaum mantiene políticas de redistribución de la riqueza, no habrá mucho que reclamarle. Sin embargo, tengo mis dudas sobre áreas como la militarización de la seguridad, un tema que sigue siendo problemático y que merece un análisis cuidadoso.
En resumen, la figura de Andrés Manuel López Obrador está en la cúspide de una transformación histórica. Su legado, con todos sus logros y controversias, seguirá influyendo en la política mexicana. A medida que avanzamos hacia esta nueva fase, vale la pena reflexionar sobre cómo se desarrollará el mito lopezobradorista y cómo continuará moldeando el futuro de nuestro país.
La última etapa de la presidencia de López Obrador no es el final de su historia. Estamos ante lo que será un cambio importante en su figura, pero es claro que seguirá marcando la política y la sociedad mexicana.
* Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Doctor en Estudios del Desarrollo por el Instituto Mora.