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El arte, la violencia y las víctimas

 

El capitalismo crea a su propio sepulturero. Se trata de una de las afirmaciones más contundentes del marxismo clásico. Como un sistema que produce muerte, avanza sin plantearse si la explotación de los recursos materiales que lo sustentan son las mismas condiciones que lo hacen posible, así la autodestrucción, la mutilación y el canibalismo adquieren un sentido cosmológico para la sociedad de nuestros días. Asistimos a la normalización de las formas más abyectas de la condición humana, gestos desencajados de lo humano que se abren sobre el abismo de su reflejo.

En el horizonte de nuestra realidad la noción de víctima se diluye en el gesto deslucido de una población que se debate en la pobreza y la marginación, frente al desarrollo de una desigualdad de proporciones nunca antes vistas. Somos víctimas de nuestra propia acción depredadora que desborda las dimensiones de cualquier atributo, somos violentos en contra de la naturaleza, pero también presenciamos la embestida del modelo patriarcal que no deja en paz a las mujeres en tanto, la maquinaria de producción hace suyo el cuerpo y la tranquilidad de las personas adultas mayores bajo el capricho de las farmacéuticas, los cuerpos y los miles de cadáveres que se muestra por la calles son el testimonio de una realidad que no deja de sorprendernos.

La devastación de nuestro entorno vital es un acto de una violencia y egoísmo in extremis en contra de nosotros mismos, de las generaciones futuras y del planeta entero; sí, nuestro sistema produce muerte, violencia y devastación de una manera programada que puede verse en la forma de nuestras ciudades: la basura como signatura de los espacios, los grandes centros urbanos rodeados de cinturones de miseria, son imágenes que se reproducen a lo largo y ancho de nuestro país, actualizando el significado de la condena bíblica a vivir en un valle de lágrimas: los bordos, las barriadas, las ciudades perdidas, las islas urbanas, las favelas, todas son manifestaciones de una sociedad que le concede más importancia y dignidad a la forma tecnológica del vehículo que a los seres humanos.

Como siempre, el arte retrata estos contrastes de una forma precisa y contundente, la sensibilidad de los artistas de nuestro país ha sabido mostrar la sinrazón de nuestras coordenadas, así, desde el muralismo y hasta los miembros del boom latinoamericano, se planteó una resistencia férrea ante los desvaríos del poder, desde una conciencia basada en la dignidad y en la búsqueda de la paz. Así ocurre con la obra pictórica de uno de los mejores exponentes de la pintura social mexicana: Etni Ezbai. Desde su propuesta, el arte nos abre la puerta a la reflexión, sus formas nos permiten comprender los procesos que determinan a nuestra sociedad y reconocer a esas víctimas marginales que habitan las grandes urbes, de esta forma, promueve la transformación y el dinamismo de sus paradigmas. Cuando observamos sus pinturas nos planteamos la pregunta ¿Qué significa ser víctima en un país como México?, sobre todo, cuando la violencia ha tocado a miles de familias y comunidades. El arte de Ezbai traduce el lenguaje jurídico y político, llevándolo a un horizonte de sensibilidad compartida, como en su obra “Al otro lado del río”, desde la que se vislumbra la violencia de la estratificación social (imagen 1). En este sentido, la palabra “víctima” no solo alude a quien ha sufrido un daño, sino también a quien se le ha arrebatado los signos de lo humano, a esas sombras que están condenadas a vivir entre la basura y los desperdicios, a esos pequeños vendedores que se arrastran por las calles, a los miles de ancianos víctimas del despojo, y a los estudiantes reprimidos por las autoridades.

Durante más de cien años, uno de los retos para nuestros artistas ha sido plasmar un reconocimiento a las víctimas en México, así como a las incontables víctimas indirectas y potenciales que serán producidas por un sistema ciego y sordo ante el dolor humano, en este sentido la pintura es un acto de protesta, encontramos otro ejemplo de esto en la poderosa imagen de La rebelión en la granja del joven pintor poblano (imagen 2).

Trabajar por la paz es un compromiso con las víctimas que por todos lados exigen justicia, ante la imposición del olvido, el arte nos invita a recordar. Dejemos, pues, que los colores y las formas del arte sean uno más de los vehículos de sanación y de integración de nuestra sociedad.

Imagen 1. Etni Ezbai, Al otro lado del río, 2012.

(Autorización para la reproducción de la imagen directamente del autor)

Un dibujo de una persona

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Imagen 2. Etni Ezbai, Rebelión en la granja, 2012.

(Autorización para la reproducción de la imagen directamente del autor)

  1. Nahuatlato, Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos.

José Manuel