NOVEDAD
Nochevieja de 2024. El reloj analógico de pared de la sala de Hilda marca las 23:00, al igual que todos los hogares que comparten el mismo huso horario. Se dirige enseguida a su cuarto. Parada frente al cajón de madera donde guarda su ropa interior se pregunta cuál será el color idóneo para los doce meses por venir, intentando recordar las palabras de la astróloga en Youtube para su signo. La memoria le falla cuando más la necesita. Finalmente, opta por no decidirse así que se pone primero el amarillo para atraer prosperidad, el rojo por la pasión, el verde para tener salud y finalmente el negro para la actividad sexual. Sin desanimarse por llevar tanto poliéster encima, Hilda coloca la escoba de un lado de la puerta y la maleta con una etiqueta de China, no por el lugar de fabricación del objeto, sino porque desea precisamente conocer el país donde se fabrican tantas cosas baratas y asequibles. (Hasta ahora, no se ha informado del costo de pasaje aéreo, pero no queremos arruinar tan pronto su sueño por viajar al lado opuesto del planeta). Saca un borreguito de lana de su bolsa de compras, aun no le encuentra el lugar adecuado A ocupar durante el año por iniciar. Primero lo deja junto a su semejante de porcelana, pero, pensándolo mejor, lo cuelga en la manija interior de la puerta de la entrada. Satisfecha de su elección, Hilda sonríe. La primera hora del año nuevo se acerca a pasos más grandes que los que ella da en su departamento. Faltan ahora escasos quince minutos, mismos que dedica a visualizar los brillos todavía desconocidos del año nuevo. Guardó las pantuflas que se había puesto al despertar y se calza unos zapatos de tacón en los que puso billetes reales antes, pensando en la abundancia financiera que estos iban a desatar.
Lo primero que hará será sin duda llamar a sus familiares y amigos para desearles muchas cosas buenas. Antes, deberá tomar la maleta vacía, dar la vuelta a la manzana, donde seguramente se topará con vecinos en igual situación de simular un viaje. Entonces, procurará no preguntar adónde va cada uno para que a su vez nadie le devuelva la incómoda pregunta.
Lo anterior sucederá después de cumplir con comer sus doce deseos simbolizados en uvas blancas, al ritmo de las campanadas emitidas por su Smart tv – autorregalo estrenado el día de navidad.
Lo previsto no se cumplió como Hilda lo había minuciosamente planeado gracias a los consejos previos prodigados por Emma, su amiga desde la secundaria, con miras a cambiar su vida sin sol ni sombras. Seguramente por edad, el reloj que no era de fabricación china sino suiza, se empezó a retrasar por unos segundos que se volvieron minutos durante la última hora del 2024. Cuando Hilda encendió el televisor, el público ya se estaba abrazando: se quedó muda por la impresión. 2025 había iniciado sin ella y sin los rituales que acostumbran realizarse durante los primeros momentos que siguen a las uvas. ¿Acaso estos minutos de retraso iban a repercutir en mayores incidencias a lo largo del año? Hilda tomó el reloj analógico y lo depositó en una bolsa de basura negra afuera de su casa. Acababa de inventar su propio ritual del año apenas estrenado.
Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.
*Escritora, guionista y académica de la UAEM