ENTREVISTA
“Señorita Edna, ¿verdad? No se le ha quitado el catarro, cómo lo siento. Bueno, decirle que me da gusto volverla a saludarla tan pronto sería mentirle a usted y a mí misma puesto que el motivo de mi llamada, ya lo conoce. Así es señorita, estoy nuevamente sin internet. Es cierto, apenas pasaron dos semanas desde mi primer reporte. Desconozco el motivo, pero le aseguro que con gusto hubiera prescindido de esta llamada y tiempo dedicado a levantar un nuevo número de folio. De uno a tres días para recibir atención. Me parece que le comenté anteriormente que este margen de tiempo me parece excesivo. Sí, ya, sé que usted no es responsable”.
Tomé tres largas respiraciones sostenidas después de colgar el teléfono antes de conectarme a mi red celular para localizar la ciber papelería más cercana, a sabiendas que mi factura mensual lo iba a resentir. No obstante, mi entrevista virtual se encontraba próxima a empezar, con o sin el servicio de mi proveedor de internet.
“Bienvenidos sean todos ustedes en su programa Lo que pasó de moda. Me complace recibir a Felipe Díaz, quien se encuentra ahora conmigo en la distancia desde su oficina”. Hoy, nuestro invitado intentará contestar a la pregunta: ¿El amor pasó de moda? Noté enseguida que mi invitado se movía constantemente en su silla como si estuviera sentado sobre un resorte. Asumí que había olvidado sus apuntes en el café donde solía escribir sus ensayos o que había borrado por error un archivo importante en la computadora o que, simple y llanamente, no había preparado nada, así que la entrevista tomó un giro incómodo. Después de algunas banalidades respecto de las nuevas generaciones tales como: las parejas frustradas se deshacen, o pese a que tienen la voluntad de amar, las parejas carecen de conciencia sobre lo que implica, reflexiones que me hicieron bostezar, incursionó de manera dispersa en el panorama desolador sobre los niveles alcanzados en materia de felicidad y roles asignados a las parejas. En algún momento, creo que yo también perdí el hilo de lo que prometía ser una gran conversación con el experto. Retomé la palabra en plena desesperación con una pregunta sobre las expectativas de los jóvenes, pero mi interlocutor navegaba en su propio discurso, lejos del tema, adentrado en su propio relato haciendo las preguntas y contestándolas. Empezaba a urdir un plan macabro de interrupción de la entrevista fallida cuando el destino intervino, tal un deus ex maquina en una película de acción mal construida, materializando su divina ayuda.
La pantalla se congeló, dejando a mi entrevistado con la mano extendida hacía la mía hasta dolerle virtualmente el brazo. ¿Acaso él sospechaba que en cualquier momento la señal de internet se podía cortar o bien, olvidando la distancia geográfica quería extender su mano para despedirse de mi en un gesto eterno?
A continuación, el dependiente de la ciber papelería se acercó para explicarme, susurrándome al oído, que dicha señal no iba a volver antes de uno a tres días. Sospeché entonces que la empresa proveedora era la misma que la mía. Por lo tanto, me pareció oportuno advertirle, antes de salir del local, lo siguiente: “si le toca la señorita Edna cuando avise de este inconveniente comunicativo tan desafortunado, le extiende un saludo de mi parte y le pide, además de entregarle el debido número de folio, atienda ese catarro persistente”.
Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.
*Escritora, guionista y académica de la UAEM