

Invisibilidad
Cada plátano que como en el desayuno, me recuerda a Maurizio Cattelan, sí, el hombre del plátano pegado con cinta gris en la pared de una galería de arte vendido en millones de dólares, los cuales convertidos en plátanos serían alimento nutritivo de provecho para… Hasta aquí mi comentario porque sabemos que nada de esto va a suceder en la vida real. Me encontraba tomando mi café matutino cuando descubrí la existencia…. Y de existencia hablando, no se emocionen porque no hay nada más incierto que aquella supuesta existencia de una escultura invisible llamada Io sono, obra inmaterial de Salvatore Garau que fue comprada por la bagatela de quince mil euros en 2021 en Milano.

No existe foto de la obra en ningún catalogo ni sitio web con tal de protegerla de posibles copias. El artista argumenta que su escultura concebida para ocupar un espacio de 1,5m x 1,5m en cualquier habitación, “es la metáfora de la época en la que vivimos”. Frente a los ataques, Garau defiende Io sono explicando que no se trata de “nada” sino de un “vacío cargado de energía”. “Dicho vacío no es más que un espacio lleno de energía. Aunque lo vaciemos completamente, según el principio de incertidumbre de Heisenberg, este “nada” tiene un peso. Afirma Garau que por lo tanto este vacío se condensa en partículas … en por ende en nosotros”. No sé si me cayó pesado el plátano o el café estuvo más cargado que otras veces, pero algo sucedió en mí que no me permitió digerir tanta teoría acerca de una obra que no existe. Este último comentario siendo rehusado por el italiano.
Es verdad que el arte con letras mayúsculas se torna sublime cuando se invita Al no arte en cualquier espacio – incluido mi cocina porque ahí siempre tengo una penca de plátanos en un cesto. Más de una vez, he considerado la posibilidad de tomarle una foto, aprovechando la luz que de pronto imprime sombras vegetales en la pared blanca. Si un día lo hago, avisaré a mis lectores previamente porque será digital y en blanco y negro.
La pregunta que nos podemos hacer en torno al acto de compra con dinero tangible es qué recibe el comprador después de efectuada la transacción por una obra inexistente. A cambio del monto más que sustancial, el feliz – eso esperemos – propietario de la obra puede colgar en la pared de su residencia un certificado de autenticidad cuya descripción tampoco se proporciona para evitar la reproducción ilícita del mismo. La ventaja de reducir la obra de arte a su certificado es que facilita su venta posterior cuando el propietario manifieste cansancio frente a tanto vacío, pudiendo realizar otra transacción, contemplando una plusvalía por ausencia de desgaste de la obra por el tiempo de uso. Para los museos, las obras invisibles representan aportaciones conceptuales innegables, además de sumar ventajas prácticas en cuanto al transporte, instalación, museografía y conservación de las obras que se van a presentar en forma de colección de certificados y de espacios delimitados con marcas de pintura plásticas, ellas si visibles, para estimular la imaginación de los visitantes. ¡Que tiemble la Inteligencia Artificial frente a la Inteligencia Italiana! Además, se acabaron las obras falsificadas…
Al momento de redactar mi texto, me avisan alguno anónimos que, desde el día de la venta, se ha denunciado la circulación de muchas obras apócrifas así que conviene mantenerse alertas para no dejarse engañar. Otro consejo de utilidad podría ser revisen exhaustivamente las paredes blancas de sus viviendas, puesto que aquellas con clavos que no se pueden sacar, podrían revestir cuadros invisibles de alto valor comercial.
Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.
*Escritora, guionista y académica de la UAEM
