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Crimen

 

Interior día, jardín de los señores Barrientos. Instalado en su camastro designado –no permite el intercambio so pretexto de compartir la misma vivienda desde hace tres décadas– Edmundo contemplaba la alberca impasible. Era un viernes por la tarde parecido a los anteriores y el mismo escenario se iba a repetir ad vitam aeternam a no ser que un suceso se presentara. Ahí estaban tanto él como su señora –no usaba ya su nombre ni siquiera para presentarla ante conocidos suyos. Silvana lucía un traje de baño negro, el mismo modelo que cuando Edmundo la cortejaba. Feliz del cumplido recibido en su primera salida, había comprado en la tienda de artículos de playa cinco modelos iguales hasta en la talla, pensando que a futuro su silueta se iba a mantener esbelta, lo cual no era del todo cierto si nos remitimos a los comentarios más recientes recibidos por el señor Barrientos. Ella seguía contenta, defendiéndolo ante su familia con el argumento de “no, no soy un objeto para él; hoy volteó a verme”. Desde el fondo del jardín cuyo pasto olía a recién cortado, se escuchaba el canto falsamente alegre de cuatro parejas de pájaros de plumaje amarillento. Silvana dejó caer su periódico en el pasto, Edmundo no se percató del hecho. “¿Qué películas se estarán escribiendo ahora que Trump accedió nuevamente a la presidencia?” preguntó la mujer excedida por tantas malas noticias narradas sobre el caos mundial. El hombre levantó una ceja y contestó con una voz ausente. “¿Te preocupa mi trabajo de productor o te preocupa reducir tus salidas de compras en Estados Unidos con las inútiles de tus amigas?”. Aguantando la indirecta bastante directa para con su círculo de amistades, Silvana se envalentonó: “Me preocupa tener que ver películas sin ton ni son en las plataformas y en el cine, querido mío”. Acentúo con una ironía marcada el apelativo afectuoso. Sorprendidos, los pájaros, pusieron en pausa sus quejidos cantados. La afirmación surtió el efecto esperado en su esposo. Colocó el vaso en el espacio reservado del camastro y miró con detenimiento a Silvana. A lo mejor su comentario no estaba desprovisto de razón. “Recuerdas aquella película de hace casi veinte años, me refiero a Idiocracy. Cuando la vimos, pese a que no soportas la actuación de Adam Sandler, me dijiste que ojalá y la escena de Ass –película de 2006 galardonada por ocho premios Oscar (incluyendo el mejor guion) compuesta por un plano secuencia de 90 minutos enfocada en la parte del cuerpo mencionada por el título- no fuera profética. Ahora, me parece que sí es posible que hayas acertado”. Edmundo recordó en cámara lenta cómo Silvana lo había convencido de ir al cine esa tarde. Acaso 2025 se estaba pareciendo aspectos al lejano 2505. Edmundo empezó a descalificar a Silvana. Al no poder contener su ira, la postura adoptada por el hombre empezaba la escala del violentómetro pegado en el metro y algunos otros lugares públicos. Silvana lA tenía memorizada y sabía en qué consistían las etapas venideras así que escogió cambiar de estrategia, al fin que se encontraban solos por todo el fin de semana. ¿Querido, no apeteces un aperitivo con una botana? Edmundo levantó la ceja contraria. ¿Quién lo va a preparar si le diste el día a Ermelinda? “Yo, por supuesto. Yo te lo prepararé y la comida también: un cocktail de mariscos…. Edmundo dejó de escuchar y empezó a ronronear de gusto. Los pájaros seguían callados cuando el hombre cayó inerte en la alberca. “Perfecto, comentó Silvana tomando lugar en el otro camastro vacío.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM

Hélène BLOCQUAUX