
Urgencia
La muerte se puede encontrar, violenta, a la vuelta de la esquina, o súbita estando sentado en un sillón. No hace falta esperar a Godot, se presenta sola sin máscaras ni matices. Mientras, existe la posibilidad de vivir tranquilo, ajetreado o en la forma que se escoja. Para Iván, las opciones parecen en este momento reducidas a una sola: sobrevivir al paro cardiaco que sucedió minutos atrás. Adentro de la ambulancia, resiste, lucha gracias a que los paramédicos llegaron a tiempo por él. No se encontraba en un sillón sino en la calle, saliendo del cine con Janet, una mujer que conoció en un concierto de música clásica. Estaban sentados juntos sin conocerse aún. Antes de iniciar, sucedió una escena digna de cualquier película romántica de Hollywood. Al caer al piso su celular, él lo recogió en un gesto de cortesía. Chocaron sus rostros porque ella, se acercó a cumplir el mismo propósito. Él sonrió, confuso; en cambio ella soltó una sonora carcajada que provocó las miradas indignadas de varios espectadores acompañados con intimaciones a callar. Intercambiaron sus números al salir de la sala. Durante varios días, permanecieron sin contacto, el uno esperando la llamada del otro. Quien rompió el incomodo silencio fue Janeth, mandando un mensaje de invitación a salir a comer una pizza. Iván accedió procurando evitar cualquier muestra de señal efusiva. Pasaron así semanas que se convirtieron en meses, al acecho de un acercamiento real hacia el otro. Según Janeth, la invitación a cambiar la amistad en un sentimiento encaminado al amor era clara. Desde la óptica de Iván, pese a que los nombres intercambiados en los mensajes cobraban más claridad siendo acompañados de corazones rojos, esto no significaba que los lazos estrechados tenían que evolucionar. Citas, encuentros gastronómicos, conversaciones entrañables, risas, música y complicidad declarada no fueron suficientes. Janeth sentía confusión. A lo mejor, su interpretación de la relación con Iván era errónea. ¿Cómo saberlo, evitando estropear el vínculo tan frágil?

Saliendo del cine, Iván sintió un fuerte dolor en el pecho. Se recargó en Janeth. Ella llamó al 911, intentando no delatar su inquietud.
En la ambulancia, Iván se encontraba semiconsciente, percibía la sirena que pedía abrir paso en el embotellamiento recién formado. Afuera, la vida seguía su ritmo habitual. En coche, a pie, en moto, bicicleta o patineta eléctrica, la gente se trasladaba de un lugar a otro, cumpliendo compromisos laborales o sociales y alguno que otro amoroso. En el mismo estado de febrilidad, Janeth tuvo que pedir un taxi para alcanzar a Iván al hospital. No era familiar así que no la dejaron subirse con él. Los momentos pasados juntos se atropellaban en su mente. Él que siempre había esperado permaneciendo ausente. Miró las fotos en su celular rogando una y otra vez se salvase. Sabía que no podía prescindir del encanto de su presencia sutil.
El chofer del taxi aceleró, entendiendo el sentir de su pasajera.
Iván recordó de uno por uno cada día pasado con Janeth, pensando en las palabras que no le había dicho, su cariño no entregado, la importancia que ella tenía en su vida. Él la quería entrañablemente pero nunca lo había declarado.

Si él se salva, la buscará, le dirá todo de golpe, en desorden sin versos ni cantos. Si él se salva, solo la llamará para verla y no dejarla nunca. Si él se salva, porque la vida no puede esperar más.
Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.
*Escritora, guionista y académica de la UAEM
