loader image

 

Descanso

 

Fuera obligaciones cotidianas, atrás rutina; esos días se parecían bastante a la definición de vacaciones, entendido como ruptura de la fragmentación del tiempo; momentos de desconexión del ámbito laboral, del horario de levantarse y demás menesteres propios de la cadencia acelerada por motivos que a veces se olvidan. Pausa, acción que disminuye en intensidad hasta cambiar de apelativo a descanso. Greta anhelaba salir de casa, viajar, pensar en cosas distintas, dejar el estrés en el bote de basura más cercano, ver paisajes áridos, esperando ávidamente la temporada de lluvia. Ahora se encontraba en el lugar preciso en el que quería estar, sentada en la mesa, la mirada atrapada por la fuente del restaurante del hotel en el que se hospedaba. El agua de la fuente brotaba en un borbollón antes de rebotar de uno en uno los pisos inferiores y terminar en el pequeño mar. Ahí el agua emprendía su camino de regreso tras un mecanismo de reciclaje infinito. Absorta en la contemplación hipnótica del ciclo acuático, Greta intentaba extraer del líquido transparente las historias narradas por los comensales por años, retenidas por el poder del agua de entender amores nacientes o fallidos. Declaraciones, confidencias, secretos, silencios, disgustos, miedos, renuncias ¿cuántos momentos de cercanía a la fuente recopiladora habían ocurrido desde su instalación, cuya fecha no recordaba el propietario del lugar porque nada más se trataba de una fuente: un objeto decorativo incapaz de ser otra cosa de lo que mandaba su instructivo de instalación. Escuchando el canto del agua, Greta aseguraba escuchar los relatos más recientes ocurridos. El más audible parecía ser que un comensal de cabello grisáceo y de lentes había invitado una chica cuyos años apenas alcanzaban la mitad de los suyos. El agua resguardaba una impresión de angustia. Greta recogió dos momentos más. El primero era el comentario de una mucama en cuanto a un cliente que gritaba a solas en su habitación y el segunda era sobre una pareja de novios que escogieron terminar su relación nadando en la alberca, por un mensaje recibido en Instagram causante de celos incontrolables. Greta seguía percibiendo los sonidos de las historias contadas por el agua mientras su paladar se deleitaba con un platillo de camarones empanizados con coco. Ese descanso inesperado le sabia a gloria absoluta. El mesero le sirvió un agua de limón de la que ella disfrutó cada sorbo. En su mente, se atravesó el recuerdo de un asunto pendiente antes de su salida. Terminó su vaso de limonada sin pestañear, enviando el recuerdo al lugar que le correspondía en ese entonces, es decir, el rincón del olvido temporal. Al terminar su comida tardía, pero qué importaba el horario, se dedicó a observar la fuente a detalle como si eso fuera lo más trascendente del mundo; y sí lo era en ese momento.

La otra mañana, la fuente amaneció apagada. Acudieron dos hombres uniformados quienes abrieron el sistema eléctrico para explorar la causa del silencio del ornamento metálico. De pronto, unas gotas cayeron en la fuente, llevaban mayor peso y ritmo. Estas gotas cubrieron el rostro de Greta, sus manos, sus pies. La primera lluvia de verano había llegado. La mujer se retiró. Ojalá regrese más adelante para que la fuente le revele más historias durante otro descanso suyo.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM

Hélène BLOCQUAUX