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“COMITRAGEDIA”

Hélène BLOCQUAUX*

Después de un arduo entrenamiento en el gimnasio para marcar más sus músculos y conseguir más opciones sentimentales que Chantelle, Emilio alcanzó a los miembros más selectos de su club de amigos reunidos en casa de Conrado. Fue recibido con aplausos nutridos y un muy breve discurso escrito de la inspiración de Francis grabado en una nota vocal de su celular. Alabaron el esfuerzo de Emilio, aunque fallido, por integrar a Checo a la fiesta, dejándolo bailar con su novia Chantelle. Emilio, carraspeó antes de intentar contar el incidente penoso del que lo había extirpado Checo o Sergio, según convenía nombrarlo, un poco antes, pero recordó que la presencia de su novia no se lo iba a poder permitir sin provocar un escándalo imposible de librar en un tiempo razonable. Conrado le entregó efusivamente el reconocimiento, con mejor diseño que cualquier diploma de validez oficial, por ser “el wey más chingón” del grupo. Por fin Emilio iba a poder presumirle un diploma a su padre después de sufrir una tras otra la expulsión de universidades privadas o públicas de la región. “No encuentro una carrera que me guste”, había sido su único argumento ante la voz paternal nada condescendiente. Afirmaba Chantelle al respecto que eran unos @ / % desprovistos de la sensibilidad necesaria para apreciar los talentos aún ocultos de su novio fuera del gimnasio. Su novia economista, ella sí titulada, sabía multiplicar por arte o magia el dinero que tenía en sus manos, razón por la cual el padre de Emilio la consideraba una mujer brillante con el sol en su cenit y el mejor partido posible para las pocas posibilidades hasta ahora descubiertas de su hijo único.

Ahora de camino a la empresa de su padre, Emilio casi atropelló un topo salido de su hábitat y de su actividad principal de cavar galerías. Frenó con su coche deportivo. Se percató que el topo que deambulaba sin rumbo, más o menos como el mundo actual, se encontraba en compañía de un vagabundo que escogió desconocer: Checo no había regresado con su familia pero había adoptado a un topo más joven. De hecho, su afición por los topos excavadores era algo que le había llamado la atención a Emilio cuando conoció a Checo por su fascinante vida subterránea.

El auditorio lucía repleto y alegre con música de fondo. Sentado en la primera fila, de traje oscuro, el padre de Emilio se levantó bajo los aplausos, conmovido. Emilio recordó la educación inculcada por su padre desde los años más tiernos donde se alojaban sus recuerdos, sosteniendo a la vez el diploma entregado por sus amigos. El director general de la empresa leyó enfático la trayectoria de los 50 años de labor apenas entrecortada por vacaciones y días feriados de su padre quien se encontraba junto a él. Había entrado como simple oficinista a los veinte años y ahora era director regional. Fue la emoción de vivir la culminación antes de su retiro o ver que su retoño por fin tenía un diploma, tal vez un título entre manos. El señor se desplomó y ya no se pudo levantar más en ese dieciocho de octubre.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM

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