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TREMOFOBIA

Hélène BLOCQUAUX

Sin motivo específico, el chofer de Simón le había avisado a su jefe desde su despertar, por cierto, un poco más tarde que de costumbre: a las 7, no, antes, a las 7: 15 (sic), que no iba a presentarse a trabajar el día de hoy. Aun echando pestes contra el mundo entero y en contra de su chofer en específico, Simón aceleró el pedal de su camioneta y le tocó el claxon a la mujer que cruzaba aceleradamente la calle, pisando las líneas amarillas despintadas y craqueladas, aunque todavíavisibles para quien se quiere tomar la molestia de tomarlas en cuenta. Vera volteó a ver al mal conductor y empezó a disparar insultos para con quien había estado a punto de atropellarla. Simón salió de su vehículo dispuesto a seguir la conversación en el mismo tenor, pero no pudo más que sonreírle, cautivado por el carisma de la mujer. Vera sintió sus piernas vacilar. Con sus certidumbres tambaleadas, Vera ya no estaba tan segura de querer seguir apostrofando al hombre apuesto parado frente a ella, mientras las entrañas de la tierra liberaban su energía hasta la superficie esparciendo temor en la los transeúntes aledaños. 

La alarma sísmica resonó por la ciudad, casi cubierta por la intensidad de los gritos al unísono de Simón y de Vera quienes no lograban contener su miedo como supervivencia al peligro compartido por el movimiento telúrico. Permanecieron abrazados durante minutos mientras la noticia corría por los medios de comunicación y las redes sociales. La agitación mediática alcanzó su cúspide cuando las líneas telefónicas colapsaron. Al liberarse la energía terrestre, salieron a flote historias contenidas, fragmentadas e inesperadas, todas derivadas del sismo de 6.9 ocurrido en el país. 

“La estadística que afirma que la posibilidad de tres sismos de alta magnitud se repita tres veces un 19 de septiembre es de 0.000751 por ciento. Un número másremoto como que tú y yo volvamos a estar juntos” le texteó Judith a Leonardo quien la había buscado espantado por el terremoto. 

Francisco le mandó un mensaje a Cinthia: “estoy atrapado en el metro, si logro salir de esta, ahora sí te prometo que nos casamos el mes que entra”. Cinthia nunca recibió el mensaje porque se quedó sin enviar y cuando se percató de esta situación su remitente sano y salvo, lo borró.

Los brazos de Simón eran el refugio vital de Vera; lo mismo sentía Simón sin expresarlo más que abrazándola más fuerte. Estaban atrapados en medio de la calle, no por el derrumbe de alguna casa cercana o por una zanja abierta sino por un torbellino de emociones desconocidas que parecían familiares. Una fuerza magnética los empujaba el uno con el otro. El celular de Vera finalmente sonó. Una voz que no identificó Vera pero procedente del colegio de su hija pedía fuera por ella. Simón contestó una llamada que le hizo cambiar de semblante. Su padre, tembloroso, no se atrevía a pasar el umbral de su penthouse.

Simón arrancó su coche a toda velocidad. Vera corrió sin parar hacia el colegio de Martha. Llegando a sus casas intactas, Simón se percató que no tenía el contacto de Vera, pero sí el recuerdo de una relación incipiente, tan trepidante como los picos de un sismo que no iba a olvidar en mucho tiempo.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM 

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