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DETALLE

Hélène BLOCQUAUX*

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Óscar escribe a su antojo cuentos policiacos publicados en su blog y sostiene mal que bien una relación sentimental con Natalia, una estudiante fanática de relatos criminalísticos, aunque todavía inexperta en sus intrigas y personajes complejos.

Hasta los lectores más sabihondos de su obra literaria, incluyendo a Natalia porque ella ha sido su primera lectora, desconocen el secreto recluido en su memoria autoral, un secreto que quisiera poder borrar para nunca ser delatado en una entrevista o por una indiscreción de su propia novia: su último cuento “Nunca dos veces” fue escrito en una hora o menos por no contar con una estructura narrativa delineada previa, cuando él presume dedicar un mes A cada producción literaria suya. Confiado en su talento, Óscar publicó la historia de madrugada y esperó los comentarios elogiosos que no iban a faltar.

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Natalia no durmió aquella noche que Óscar dedicó a “Nunca dos veces”. Él no le había compartido la idea en gestación, ni siquiera el título. Escogió entonces volver a algunos capítulos de una serie que solían ver juntos durante la temporada de lluvias y se dejó envolver en la trama amorosa más que en el suspenso. De pronto ubicó un pasadizo narrativo del que Óscar había hecho uso en algunos relatos. El protagonista encontraba una hoja destrozada a la mitad por un perro y lograba descifrar su contenido, mismo que conducía al detective a la resolución expedita y sorpresiva del caso, mientras que el inspector desviaba su atención en detalles de apariencia insignificantes. Pero a lo mejor el inspector tiene la razón, pensó Natalia. Nunca se me habría ocurrido antes. La mujer atrapó uno de los cuadernos de Óscar y apuntó en una de las hojas en blanco sus hipótesis. Siempre había acogido con mucho afecto su labor de primera lectora de Óscar. Ella era la persona capaz de detectar los detalles inoportunos, o importantes que corrían el riesgo de pasar desapercibidos. Consciente de la importancia crucial de su papel de ojo clínico revisor de textos, apuntó algunas pistas de reflexión sobre el inspector procurando no caer en alguna trampa o atajo cognitivo mejor conocidos como sesgos. Con sus cinco sentidos en alerta total, Natalia logró establecer que el detective había pasado por alto el hecho de que la joven enamorada había sido cegada por su amor hacía su pareja y no había prestado atención a las señales de arrogancia surgidas desde su encuentro y los días que siguieron. Ella no vio su desinterés, su desapego, no escuchó las excusas que revelaban un carácter poco compatible con el suyo. El culpable no era el hombre señalado por el detective, no, el culpable era la pareja sentimental de la joven. Natalia pasó la noche revisando los demás capítulos a la luz de su descubrimiento que en cada momento se relacionaba más con su vida con Óscar. Ella tampoco había contemplado la posibilidad de no percatarse de los indicios reveladores que su novio había manifestado. Entró al blog de Óscar y escribió el comentario más aterrador que él había recibido: con un detalle mal planteado las mejores historias caen. Lo mismo ocurre con las relaciones amorosas.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM

La Jornada Morelos

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