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ESFUERZO

 

Juan Oswaldo se conectó desde su tableta a la transmisión, en vivo, de cuatro horas continuas, de la inauguración de Paris 2024. Su tienda se encontraba con poca afluencia así que EL espectáculo audiovisual iba a hacerle compañía esa tarde. De la mano de su abuela una niña entró sonriente señalando espontáneamente un peluche blanco y un monedero en forma de ballena. Tuvo que escoger, así que salió seleccionado el monedero. De puntillas alcanzó a entregarlo a Juan Oswaldo quien lo abrió y le introdujo una moneda de diez pesos. La niña, doblemente agradecida, salió feliz con su regalo inesperado. Mientras tanto, los espectadores que estaban conectados a sus aparatos, empezaron a indignarse o alegrarse. En la capital gala, alardeada mediáticamente como limpia, refiriéndose al rio Sena y calles libres de humanos sin vivienda para presentar una imagen honorable ante la cohorte turística y las selfies por sacar, el mundo miraba el espectáculo anunciador de la versión número treinta y tres de los juegos olímpicos en su burbuja pacífica con guerras de trasfondo. Imposible de opacar los conflictos armados vigentes pese a las palabras políticas inaudibles.

En los días siguientes, Juan Oswaldo abrió su negocio trayendo su tableta para seguir las competencias deportivas de su elección y por supuesto alegrándose de las victorias nacionales. Sin duda, hubiera querido estar presente para sacarse fotos con los campeones, pero eso era su sueño antes de descubrir los precios alzados artificialmente para los boletos de avión, hospedaje y hasta el boleto de metro con precio duplicado. Se conformó con comprar botanas, escondidas en el cajón del mostrador, y disfrutar de la temporada de juegos a control remoto, sin descuidar la clientela que tanto esfuerzo le había costado conseguir a fuerza de productos de calidad, precios y atención. Empezó a conversar con su entorno del evento inaugural de los juegos por encontrarse en boca de todos y bajo lupa tanto experta como neófita. El cantante considerado como pitufo, la representación artística demasiado sangrienta o bien alusiva a la religión. Algunos medios escogen ahondar en las escenas controvertidas aportando información, pero para otros la tentación del morbo es irresistible, así que prefieren ampliar las dudas del público para obtener repercusiones en redes sociales, donde los usuarios se dedican entonces al pugilato verbal, un deporte ocasional no referenciado como olímpico. ¿Pero qué importancia tiene en la ciudad donde literalmente se puede pasar todo por el arco del triunfo sin la condición de triunfar? Los atletas siguen compitiendo en tiempos simultáneos por oro, plata, bronce u otros metales preciados por diversas industrias.

Más que muchos de nosotros, ellos saben lo que es el esfuerzo físico, e intelectual, requerido para competir en cualquier ámbito de la vida, ir más allá de los límites, trascenderlos, sin miedo de por medio. Pero resulta que en la actualidad se cuestiona la performance realizada por un deportista de alto rendimiento. Seguramente se quedará en la memoria de Juan Oswaldo y de muchos más las acusaciones dirigidas a una boxeadora por no presentar signos femeninos suficientes y a un basquetbolista por ser tachado de árbol. “La escritura de ficciones construye realidades” advirtió en su momento Michel Foucault. Juan Oswaldo se preguntó qué otras percepciones y controversias faltaban por desatarse y si todavía quería seguir viendo el deporte a través de su tableta o ponerse a practicar uno.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM