MEDIOCRIDAD
A sus diecisiete años, mirando el mundo como su territorio conquistado y el tiempo como horizonte infinito, Carla tenía entonces por cierta la leyenda de que un amor es para siempre y se lo contaba a quien la quisiera escuchar. Cuando muchos años después, la puerta de la felicidad se cerró detrás de ella, o, mejor dicho, fue azotada por José a la par de un último “hasta nunca”, simplemente no entendió lo sucedido; tampoco su madre, quien la recibió de vuelta a casa junto con sus tres canarios, un hámster – eran dos cuando Carla los adquirió en la tienda de animales, pero el segundo resultó devorado por el primero y más robusto de los dos después de una semana -. “¿Qué sucedió Karla? Ahora sí cuéntame todo. Mira, te preparé un rico pozole”. La madre de Carla le contó, habiendo servido dos platos hondos, su sentir en cuanto a la época actual en la que se puso de moda la falta de compromiso. Le habló de aquellas charlas tardías y prolongadas en las que ninguno de los dos quería colgar, de las cartas que se enviaban para suplir la ausencia prolongada por motivos universitarios o laborales y recuerdos suyos – paseos poéticos o musicales – parte de su leyenda personal de amor, mismos que pensaba guardar por siempre o bien irlos olvidando simplemente porque su hija se encontraba feliz con José. Conmovida y a la vez molesta por lo que le sabia a lección de vida, Carla alejó su plato ya vacío y tomó la palabra para reafirmar que la mediocridad efectivamente se ha vuelto el plato fuerte de las relaciones sentimentales fugaces, tan desabridas como las sopas instantáneas, botanas de frituras o galletas con excelentes ganancias para los accionistas de la empresa y cero contenido alimenticio. (Cabe aclarar aquí que, si bien Carla no mencionó la marca, sí se refirió al vaso de leche siempre presente en los anuncios publicitarios apelando así a la memoria de los lectores). “Será que el verdadero amor nada más puede vivir en una película o en una novela para existir genuinamente” preguntó la ahora mujer de treinta y tantos a su madre, más experimentada en el tema que su hija agradecida por el pozole hecho en casa con puro cariño materno e ingredientes escogidos. Carla confesó que a veces, tuvo la tentación de escribir su vida con José para ver si así podía encontrar soluciones a los problemas que cada día se hacían más grandes y graves para su relación. Pensó en escribir una Madame Bovary sobreviviendo en 2024, pero recordó que precisamente su vida carecía de la fidelidad a la que ella aspiraba en la suya con José antes de que él tuviera un romance con la que él calificaba de mejor amiga y más adelante con otras mujeres en su lugar de trabajo. Carla explicó que intentó en varias ocasiones darle una sopa de su propio chocolate sin que surtiera efecto alguno. Eso me pasa por tomar café en lugar de chocolate dijo riéndose a su madre con tal de cambiar el tema de la conversación. Ella estaba decidida A salir en busca de otro caballero errante o establecido, sin pretensiones de entablar una relación a largo plazo. Su madre se comprometió entonces a que le iba a preparar unos chiles en nogada de antología al día siguiente.
Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.
*Escritora, guionista y académica de la UAEM