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CREDULIDAD

 

El contenido del mensaje que Esteban recibió le provocó exactamente la misma sudoración fría que cuando le avisaron de su baja definitiva e inapelable en la universidad y lo obligó a abandonar no nada más su carrera sino sus amigos y su novia. El hombre sentía escalofríos recorriendo el cuerpo hasta los dedos de los pies. Escondió como pudo su miedo a Magdalena; no quería delatarse ante la mujer con quien vivía desde hace un año y tal vez algunas semanas más. Las palabras recibidas ese día lo condenaban una vez más. Seguramente era obra de un cazador de estafadores digitales quien lo quería amedrentar, pero Esteban conocía sus trucos, aunque no todos. El hombre reanudó a continuación sus conversaciones con Elisa31, MandyVV, FerSiloCrees y MetaUser2, siendo la mujer más desconfiada la tercera. Las cuatro candidatas, muy a su pesar, podían caer en cualquier momento en una trampa muy redituable para Esteban, especializado en estafa sentimental a mujeres de alto perfil, solas y vulnerables a las estrategias de seducción perfeccionadas por él. El mensaje arrojado por su mensajería predilecta anunciaba el fin de sus actividades por renuncia voluntaria. Pero quién podría lograr sacar a un tramposo tan hábil como él de su mercado tan atractivo.

Magdalena por su parte permanecía impasible ante él, se podría decir que ausente a la escena, por encontrarse concentrada en sus tareas de home office iniciadas desde los tiempos del confinamiento sanitario. Ella le preguntó si apetecía un café y él accedió. Le entregó la taza humeante, aprovechando para asomarse y ver de reojo su pantalla. Sin una palabra, regresó a su lugar.

Esteban siguió la conversación virtual con MetaUser2, ahora sí decidido a vencer sus reticencias. Le explicó que, si le mandaba un pago mínimo, él podría desbloquear la cuenta del donador africano millonario. La mujer le envío una foto turbia del pago, disculpándose por su mala calidad. La conexión se interrumpió brutalmente y Esteban no pudo retener su enojo. Magdalena se acercó a él con una frialdad que lo apanicó. Volvió a sentirse incómodo como en la mañana. “¿Qué te pasa corazón, no te gustó tu café? Esteban refunfuñó unas cuantas palabras de disgusto por no decir altisonantes, procurando guardar la calma que estaba perdiendo. “Recibí un mensaje amenazador esta mañana. No sé qué hacer al respecto” agregó intentando recobrar todo el cinismo posible de golpe, para no perder la compostura ni despertar sospechas ante Magdalena. “Ven conmigo amor, te tengo que enseñar mi trabajo”. Sentados juntos frente a la computadora, Esteban entendió en cuestión de segundos que su novia trabajaba para una empresa dedicada a perseguir estafadores digitales. “Mira, te ofrezco dos soluciones además de dejar de despojar a la gente: pasas del lado de la legalidad y te recomiendo con mi jefe, o te denuncio en este instante”. Esteban no supo que contestar: su mundo se acababa de derrumbar peor que el tsunami más devastador, las palabras no acudían a él, las emociones le impedían moverse. “Así como te sientes ahora, se sienten las personas que defraudas. Yo llevo meses persiguiéndote a tus espaldas”. “¿Y lo nuestro?”, preguntó Esteban con una voz infantil lloriqueando. Magdalena lo miró directo a los ojos: contigo no hay nada más que desprecio.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM