Mi relación con esta ciudad ha sido tóxica. Una de esas relaciones de pareja en dónde rompes y vuelves cada tanto. Cuando llegué a ella (hace 22 años) algo de la alborada de sus años gloriosos quedaba en el aire. Hoy queda muy poco.
Esta ciudad me otorgó una comunidad amorosa, de amigos, de maestros y colegas que se reunían de vez en vez en casa de los Quaresma, la bondad que emanaba de esa familia para reunirnos en su casa era abrasadora. Me otorgó una colectiva artística que latía con fuerza, que centellaba mis ojos de adolescentes donde gracias a los incidentes culturales, se decidía con pasos estables mi vocación hacia el arte.
Los fines de semana eran un vaivén de eventos culturales, una pasarela por el diamante del centro, músicos en la casona Spencer, mientras al mismo tiempo la perra musicalizaba películas eróticas en el cine Morelos, el estreundo de Wamazo en la UAEM, la revista la piedra, la exposiciones de arte, Garibaldi hablando de fractales, cultura profética en las escalinatas del jardín borda, la maga y el David Aguilar, dos raíces y su chambacú, los Ampersan, el círculo de guitarra envolviéndote en su ritual casi esotérico en el Amo a to, el francés y su escenario tiny desk, el 7y8 y sus catas, Wynton Marsalis predicando su palabra en el Ocampo, Som-bit sonando en Juan Ruíz de Alarcón, cinema planeta explotando…Todo esto sucedía en un ambiente incandescente. Me veía envuelto en ese ambiente ígneo, y quería arder con él, lo hice hasta que se volvió casi imposible dejar las manos al fuego, me empezó por sofocar.
Esta ciudad también me otorgó las peores decepciones, las pocas oportunidades, el crecimiento truncado, los pagos retrasados, el desinterés, la poca valoración del oficio, la violencia que no para y que no deja de sofocarme, que me hace apretar el paso por las noches, y decirle a los que me visitan; mejor vamos a otro lado, más de una vez me dejó al desamparo de la calle en madrugada porque un bache ponchó una llanta de mi coche, más de una vez he ido a rescatar amigos, más de una vez he pensado ¿qué hago aquí? Me ha otorgado decidir si merece la pena salir a escuchar música en un lugar que no está bien alumbrado. Me ha otorgado bajar la cara cada vez que pasa una patrulla, me ha otorgado volver con miedo a casa saliendo del trabajo. Me ha otorgado los episodios más tristes.
El problema es que la gente que más quiero reside aquí, entonces vuelvo con ella, a esta relación tóxica porque los necesito, aunque casi nunca puedo pasar más de 3 meses desde hace años, entonces le vuelvo a decir:
Hasta aquí, por ahora, tienes que dejar de clavar a la gente por las rodillas, carajo. Sé más amable.
Alguna vez leí que no basta con nacer en un lugar para quererlo, que el cariño se gana.
Vuelvo por la nostalgia, porque esta ciudad me cobijó cuando crecía, vuelvo casi como si le debiera algo. No sé cuantos más años podamos seguir así Cuernavaca.
Un día uno de los dos tiene que terminar por decidir. No podemos seguir así siempre.