Eliseo Guajardo Ramos*
Conocí a Juan de Dios en los pasillos del antiguo edificio 1 de la UAEM, donde estaba la rectoría, la Secretaría General y la Secretaría Académica, cuando yo era el titular de esta última. Tenía una conversación intelectual amena. Nada que ver con la fama pública que corre siendo rector del Colegio de Morelos. La situación en que abandona El Colegio de Morelos nos afecta a todos, principalmente a los estudiantes y a los egresados de una institución muy prestigiada en la región y en el país. Y que no se resuelve con una simple renuncia voluntaria. Tendrá que dar cuenta de los manejos de su gestión.
Lo más grave del ahora exrector es la deshonestidad académica. Esto es más que suficiente para hundir en un caos una institución de Altos Estudios. Máxime, que no se cultivó la trayectoria académica de esta conocida casa de estudios, fundada por el eminente filósofo Ricardo Guerra, que ya había dado lustre a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, cuando fue su director y líder académico. Que con una pléyade de intelectuales a los que logró reunir para llevar a cabo este proyecto en lo que fue la sede cosmopolita de grandes figuras de las humanidades, como Lemercier, Erick Fromm, Iván Ilich, etcétera. Lo acompañaron personalidades como Enrique Moreno y de los Arcos, Libertad Menéndez Menéndez, Octavio Rodríguez Araujo, Pablo González Casanova, Braulio Hornedo Rocha, Alejandro Chao, David Thierry, etcétera.
Siguiendo esta tradición de la planta docente de alto perfil académico, llegaron después Luis Tamayo -y primer director del Colegio de Morelos, en 2015-, secretario académico por muchos años de Ricardo Guerra; Guadalupe García Casanova -discípula de Moreno y de los Arcos-, Dino César Moreddu, entre otros muchos más. La iniciativa de transformar el CIDHEM en el Colegio de Morelos, fue de René Santoveña, siendo secretario de Educación en el Estado y desarrolló el proyecto hasta llevarlo a su feliz término Luis Tamayo. Le imprimió un enfoque transdisciplinario desde el problema global de la ecología del planeta.
Esto último, fue el gran pecado de Tamayo, para sufrir una persecución de Juan de Dios, de una forma obsesiva que todavía lo tienen litigando su inocencia y su honor como persona y como científico intelectual de las humanidades.
La fatal historia de este infausto director no debe quedar en la anécdota. Debe reparar el daño, en lo que de reparable sea posible. Porque hay daños que ya son irreparables para El Colegio.
*Exalumno del decorado en Enseñanza Superior de El CIDHEM en transición a El Colegio de Morelos