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La Catedral de Cuernavaca, a partir del inicio de su construcción en 1529, fue constituyendo un increíble patrimonio artístico, histórico y cultural que se consolidó hasta el siglo XIX. El legado asombroso para un conjunto en sí monumental, pero ubicado en una población menor en comparación con las grandes ciudades del virreinato, se debió en primera instancia al decidido mecenazgo de Doña Juana Zúñiga, segunda esposa de Cortés y Marquesa del Valle de Oaxaca, quien hizo de Cuernavaca su residencia. Posteriormente fue protegido por dos grandes prelados: el segundo Obispo, Don Francisco Plancarte y Navarrete, historiador y arqueólogo y Don Alfonso Cortés Contreras, Arzobispo Emérito de León y quien previamente como XI Obispo de Cuernavaca apoyó y autorizó la creación del actual Museo de Arte Sacro. El acervo de la catedral consta de tallas en piedra precortesianas, reliquias romanas, ornamentos litúrgicos, libros, una pinacoteca de 58 óleos y tallas de madera, entre las que se cuenta al monumental San Cristóbal.

Los más de 300 objetos afortunadamente hoy están catalogados y cerca de cien de ellos forman la colección permanente del Museo de Arte Sacro. El tesoro de catedral tuvo que sortear su permanencia en poco más de dos siglos de guerras civiles, extranjeras, la Revolución del Sur, el conflicto religioso, expolios y la particular interpretación del Concilio Vaticano II por parte del Obispo Don Sergio Méndez Arceo, quien desmanteló el arte sacro y lo arrumbó en los sótanos del templo, lo cual puso en riesgo su existencia.

En 1989, se inició un notable esfuerzo para rescatar dicho tesoro, como ya se mencionó, primero se catalogó el acervo, posteriormente se restauró la pinacoteca, después la iglesia de Tercera Orden, incluyendo no solo la fachada, sino el retablo, uno de los pocos que aún subsisten en Morelos y su pintura de caballete. Finalmente se construyó el Museo de Arte Sacro, chovinismo aparte, una joya cultural en el centro de México. Esta incansable labor de de tres décadas se logró gracias a diversos patrocinios: la pinacoteca gracias a la sociedad civil, la iglesia de Tercera Orden gracias a la sociedad civil y a la Secretaría de Turismo Federal, y la construcción del museo gracias al gobierno federal, estatal y al ayuntamiento de Cuernavaca, todo lo anterior bajo la batuta del Consejo Estatal Morelos de Adopte Una Obra de Arte A.C. Para la anécdota queda que, en los días posteriores a la entrega de la iglesia de Tercera Orden, el entonces gobernador Marco Adame, mandó publicar sendas planas en el medio impreso afín a su régimen, donde retratado frente al templo anunció con bombo y platillo la conclusión de la obra como un logro de su administración.

El Museo de Arte Sacro, con el acervo ya descrito y una museografía de primer orden elaborada por Marco Certo quien dirige el Instituto Botticelli de Cuernavaca, abrió sus puertas al público en mayo de 2018. Lo que parecía ser un final feliz a casi quinientos años de la fundación de la Catedral de Cuernavaca, hoy dista de serlo. La indiferencia y descuido del gobierno diocesano para con el patrimonio a su cargo, es preocupante. La Diócesis ha hecho poca o nula promoción de un museo que es el vivo testimonio de la historia de la presencia de la Iglesia de Roma en Morelos, para ellos, el arte sacro no sólo debe estribar en una cuestión de fe, sino de identidad y memoria histórica. Además de todo lo anterior, podría ser una fuente de ingresos económicos adicionales para la Diócesis y sus obligadas obras de caridad. Hoy el acervo en exhibición se encuentra en un razonable buen estado de conservación, seguramente porque son pocos los años que lleva abierto el museo y por las recientes restauraciones, pero a este paso, se corre el riesgo de que el tesoro vuelva al estado en que fue encontrado hace tres décadas.

Para muestra un botón: el museo no tiene un letrero o placa a su entrada, solo se colocan de vez en cuando lonas en mal estado, la fachada luce con la pintura descarapelada y diversos objetos están regados frente a la misma: sillas de plástico, lonas, cubetas, macetas, etcétera. El Museo es atendido por una guardia de seguridad privada, una señora mayor que hace de todo: es custodia, guía, directora, encargada de la tienda, de la taquilla y seguramente pasa el trapeador por el piso de vez en cuando. Al interior ya hay focos fundidos que impiden se puedan apreciar algunas obras, preocupante también es que el aire acondicionado esté apagado, seguramente no lo encienden para ahorrar el costo de la energía eléctrica, pero con el grave riesgo que ello supone para la conservación de las piezas museísticas. Y lo más alarmante de todo, en la vitrina de objetos litúrgicos ya no está en exhibición un valiosísimo relicario de plata fundida sobredorada y cincelada del siglo XIX que estuvo señalado con el número 12 ¿que habrá pasado con él?

Un popular refrán reza que “el buen juez por su casa empieza” si bien no proviene de algún versículo bíblico en específico, si está asociado a que cada quien debe ser justo en su entorno, eso sí está consignado en las Sagradas Escrituras. Don Ramón Castro y Castro, puede no ser afecto al arte sacro, pero ello no lo libera de la responsabilidad legal y moral, de ser custodio de un tesoro, que no solo es patrimonio de los mexicanos, sino de la humanidad.

*Escritor y cronista morelense.

Museo de Arte Sacro, fotografías del autor.

La Jornada Morelos