Selene ha logrado sortear diversos contratiempos a lo largo de su vida. A pesar de tener una lesión cerebral que le dificulta la movilidad y la comunicación, logró cursar -y concluir- sus estudios de primaria, secundaria y hasta una carrera técnica en diseño de modas. Pero cuando quiso continuar sus estudios en el Centro Morelense de las Artes, hace nueve años, le cerraron las puertas y parecía que el camino de aprendizaje también se había acabado para ella.
En su momento, el Centro intentó justificarse con Selene alegando que ni el plan de estudios ni la escuela misma se habían hecho para personas como ella. Darle acceso a ella y a sus necesidades de movilidad, no entraba en el presupuesto y el plan de estudios, bueno, también era para personas “normales”.
Pero Selene y su familia han superado problemas mayores y todo este tiempo han tocado puertas y agotado instancias legales y así, poco a poco y después de darse cuenta de que en México era una batalla perdida, llegaron hasta las Naciones Unidas y Selene logró lo que la justicia nacional le había negado: el simple reconocimiento de sus derechos.
Para vergüenza de muchos, y a pesar de todo lo que se dice, el caso de Selene llevó al Comité de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad a señalarle a nuestro país que no ha adoptado las medidas legislativas, administrativas y hasta presupuestales para garantizar que Selene y personas como ella gocen de su derecho a la educación, y le dio un plazo para hacerlo.
No sabemos cómo lo van a tomar las autoridades federales y estatales, pero hasta el momento Selene nos ha puesto el ejemplo a todos: no solo con su ejemplo de superación personal, sino con el recordatorio público de que los derechos de las minorías no solo deben adornar promesas electorales, discursos oficiales y panfletos de instituciones que dicen que los cuidan, son derechos que se deben cumplir y respetar.
En eso mismo está la comunidad afrodescendiente y la LGBTI+ que se manifestaron ayer mismo en el Congreso y en el IMPEPAC por lo que consideran modificaciones a la ley que tratan de simular que se respetan sus derechos cuando en realidad, dicen, solo los usan de pretexto para ganar espacios políticos.
Las minorías y los grupos vulnerables han batallado por largo tiempo para que se respeten sus derechos, por ganar reconocimiento y representación social como para que ahora sirvan simplemente de botarga para políticos acomodaticios. No hace mucho, en esta misma Legislatura, se vivió un vergonzoso ejemplo de eso.
Debemos ser responsables, consecuentes y progresivos en los derechos que conquista la ciudadanía, los derechos de Selene y de las minorías, son los de todos pues ellos también forman parte de la sociedad, este es quizá un ángulo que políticos y funcionarios pierden de vista frecuentemente: cuando terminen sus cargos temporales se reintegrarán a la ciudadanía lisa y llana y, entonces, quizá lamenten lo que dejaron de hacer, o lo que hicieron de más.