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No existe sentimiento más poderoso en la especie humana que el amor maternal. En todas las culturas del orbe a la madre se le rinde especial respeto y veneración. Generación tras generación el reconocimiento de los esfuerzos, las virtudes y el hecho de habernos dado la vida se traduce en un cariño y una complicidad mayor que cualquiera otra asociación humana. Se da por cierto de ida y de vuelta.

En el casi infinito universo de especies vivas es posible reconocer el celo y el apego de las madres por sus crías, por sus cachorros. Existen sí algunas formas de vida en la que los machos toman momentáneamente la responsabilidad del nacimiento y la primerísima crianza como los pingüinos sólo por darles un ejemplo: en un documental sobre esa especie se presenta cómo los machos debían calentar los huevos del nido hasta que ocurre el alumbramiento, sin embargo, muy pronto se acercan y toman la responsabilidad las nuevas y celosas mamás pingüinas. En ese mismo documental se mira cómo la madre reconoce los graznidos entre una colonia de cientos de bebés. Esa señal les orienta con toda precisión en dónde están sus polluelos para entregarles en propio pico la comida regurgitada que lleva en su boca y que consiguió nadando una larga distancia con altísimo grado de riesgo ante sus depredadores.

Hay especies como las leonas capaces de defender hasta la muerte a sus crías amenazadas por una manada de feroces hienas o de perros salvajes que cazan en grupos muy numerosos y violentos superando a las Reinas de la Selva. Las mamás elefantes forman un círculo andante en cuyo centro van las crías mientras ellas emiten barritos estruendosos que atemorizan a los perpetradores, generalmente grandes felinos.

Las gatas caseras cargan a sus gatitos juguetones colgados de la piel del cuello salvándolos de una caída o un enredo entre bolas de estambre a modo de regaño cariñoso. Los llevan a donde sea seguro o donde esté su plato de leche que les hace olvidar la frivolidad de sus travesuras infantiles.

Las ballenatos recién nacidos, aptos desde ya para la navegación, jamás se despegan siquiera un metro de mamá ballena que canta de alegría y para orientar al nuevo bebé. Las jirafas y las cebras recién nacidas y ya de pie tampoco se separan a correr como loquitas y se mantienen rozando la piel de su madre donde perciben ahí mismo la seguridad y el calor de su nueva vida.

Si repasamos especie por especie este texto se volvería infinito, pero llegaríamos a la misma conclusión: todas veneran a la madre y viceversa. Especialmente la humana goza de la mayor devoción por la madrecita chula, la jefa o jefecita, la vieja o la cabecita blanca.

Cada uno de nosotros tenemos una experiencia propia y particular. Ninguna se parece a otra. Son como huellas digitales, irrepetibles. Lo común de los humanos es que todos nacimos de un parto doloroso y ese sufrimiento “gozoso” establece el principio de una relación que muere sólo con la muerte. Madre todos tuvimos. Sin excepción alguna todos tuvimos esa primera experiencia llorando a modo de reclamo de haber salido de la placentera bolsa maternal de quien será la protagonista de la relación principal de nuestra historia de vida.

¿De dónde viene el Día de las Madres?

Desde la antigua Grecia se celebraba el día de la madre de los dioses, la diosa de la fertilidad y la maternidad Rea. En el mes de marzo, el día 15. En Roma a la diosa Cibeles. En Egipto a Isis la gran diosa madre. Cuando llegó el cristianismo a Roma la conmemoración fue en honor de la Virgen María. (El nuevo Papa León XIV, desde hoy el Papa Robert para los peruanos, acaba de rezar una Ave María por primera vez en la inauguración de un papado antes de la bendición urbi et orbi -a los cuatro vientos- este jueves ocho de mayo en la plaza de San Pedro. Estoy seguro de que quienes la recibieron fueron en su mayoría madres de todo el mundo católico que buscan la salud y el bienestar de sus hijos.)

Existen antecedentes en Inglaterra y en los Estados Unidos de la conmemoración del Día de las Madres como hoy la conocemos: se rezaba los domingos en Inglaterra para recordar a las madres. En Boston se oraba por las madres de los combatientes caídos en la Guerra de Secesión. Ann Jarvis y después de su muerte su hija Anna Jarvis promovieron la conmemoración. La joven Jarvis peleó desde el 1907 para que se reconociera la fecha, logrando que en 1914 el presidente Woodrow Wilson hiciera oficial que el primer domingo de mayo se destinaría a las madres de familia.

La gran mayoría de los países conmemora este día independientemente de la religión que profesen. La gran mayoría lo hace entre el primero y el segundo domingo de mayo. Otro grupo grande lo asocia con la lucha de las mujeres y las recuerdan en marzo.

Las madres en México

La conmemoración del Día de las Madres en México como en muchos países no es una fecha oficial sin embargo podríamos decir que gracias al impulso del periodista Rafael Alducin Bedoya, entonces director del periódico Excélsior; y el respaldo de José Vasconcelos Calderón, entonces Secretario de Educación Pública lograron que se recordara a las madres mexicanas a partir del día diez del quinto mes del año 1922. Pocos saben que existe su calle en la Colonia del Valle de la CDMX. Entre Coronel -que no General- Porfirio Díaz y la calle de Pilares encontrará un pequeño callejón que honra a Rafael Alducin creador de la fiesta no oficial más celebrada en nuestro país. No se ha cambiado como muchas fechas oficiales y los que trabajan aún ese día se escapan para ver a su madrecita, aunque sea un rato, pero justo el día 10 así sea un lunes.

Existe la creencia que se designó el día diez para que fuera siempre un día de raya, de pago, como se acostumbraba en ese inicio de siglo. Se pagaba el salario cada diez días. Así era entonces, luego se inventaron las quincenas.

Pero dejemos la solemnidad. El tema de las madrecitas es uno de los más recurridos en la cultura popular. Decenas de películas, centenas de telenovelas y radionovelas hoy convertidos en podcast tienen como argumento principal la relación madre-hija (o). Es el centro de la trama. Se forjan carreras artísticas y parejas sentimentales para interpretar a las abnegadas jefas de familia.

Doña Naborita y Borola Tacuche también son madres

Jugando con la memoria me acordé de una madre que idolatra a su hijo inconsecuente. Enrique Cuenca en el papel de Doña Naborita brincaba de gusto cuando su “hijazo de mi vidaza” le decía “¡ahí, madre!” y le daba “champú de cariño”, mostrando el corazón de pollo que latía por el ladino Gordolfo Gelatino representado por Eduardo Manzano en genial parodia de Los Polivoces basados en personas reales que vivían por el rumbo de Santa Julia en los lejanos 70’s. ¿Cuántas madres viven ciegas de los defectos de su retoño?

Borola Tacuche en los más lejanos 60’s era la jefa de la tribu Los Burrón. Armaba negocios, tandas y ferias para engatusar a las vecinas y conseguirse una feria para ayudar a don Regino peluquero en su “Rizo de Oro” con el sostén de la casa en condominio antes llamada vecindad. Astuta y ocurrente, la señora Tacuche iba un paso adelante en eso de aportar al gasto. Escenas todas ellas del genial don Gabriel Vargas creador de la historieta La Familia Burrón de grata memoria. Mentirosilla y embaucadora por su prole la Borolas.

Más serios me vienen a la cabeza dos poemas que transmiten sentimientos maternales: “El Brindis del Bohemio” del periodista Guillermo Aguirre, y “¿Por qué me quite del vicio” de Carlos Rivas? “En torno de una mesa de cantina…brindo por mi madre bohemios, por la anciana que piensa en el mañana” decía el declamador al reconocerle a su creadora. El indito viudo y triste detuvo su alocada carrera alcohólica que le permitía ver, imaginar a su esposa muerta. Borracho se le aparecía y le daba consejos y reclamos. La detuvo cuando encontró a su pequeño hijo empapado en alcohol queriendo mirar también a su madre. “Desde entonces ya no tomo, aunque ande con los amigos”. Busque corriendo las declamaciones de Don Manuel Bernal, “El Tío Polito”.

“Madre querida, madre adorada: vamos al cine y tu pagas la entrada”

De niño me divertía decirle esa copla a mi mamá. Nunca le dije jefa, ni madre (salvo la copla) o la cursi mami. Siempre fue mamá. Nunca le llamé por su nombre. Me vivió cuarenta escasos años. De jovencita, cuando podía se escapaba al Festival del Día de Las Madres de mi escuela pues era maestra y tenía que organizar su propio festival en la primaria donde trabajó por más de treinta años hasta su jubilación. A mis hermanos y a mí nos compraba regalos precisamente el día de las madres quizás para agradecer el servilletero o el toallero de palitos que hicimos a escondidas en el salón de clases. Tal vez también era para premiar mi desastrosa actuación en el bailable escolar. Por cierto, desde entonces decidí dejar de bailar para siempre.

“Cuando los hijos se van”; “Corona de Lágrimas”; “Cruz de amor”; “Los novios de mis hijas”; “El día de las Madres”; “El Juicio de los Hijos”; “La Madrastra”; “La Viuda Blanca” y “Los Hijos del Divorcio” son películas que de diversos modos toman el tema maternal como argumento central. Nuestro cine ha dado buenos ejemplos de abnegadas madrecitas: Marga López, Silvia Derbez, Sara García (mamá y abuela) y la más recordada por esos papeles: Amparo Rivelles, española que vino por cuatro meses y se quedó 24 años. Se cumplen este año cien de su nacimiento. Forjó en su estancia mexicana un personaje muy sólido y apreciado caracterizando a la mamá en las más diversas facetas.

También sufrió Amparo Rivelles la partida de su nieta a muy temprana hora. Tenía sólo ocho años y lo sufrió como abuela con doble dolor por su hija. Es casi un lugar común que no existe palabra para describir a las madres – y padres- que despiden a sus hijos. Virginia González, Graciela Ramírez, Rocío Sastré, Angélica Flores, Alejandra “Nelly” González, Margarita Vargas, y miles más han vivido el dolor supremo de enterrar a su hija o hijo. A esas madres el mayor de los respetos y cariño. Muchas más viven hoy la peor tragedia de México: las Madres Buscadoras. ¿Cómo es posible que un país que se dice demócrata, civilizado y moderno pueda consentir que miles de jovencitas y jovencitos estén siendo secuestrados y desaparecidos así no más sin una autoridad que haga algo para evitar tan espantoso padecimiento? Esas sin son madres de a deveras que sufren la ausencia que no la muerte hasta que muchas de ellas terminan por perder su propia vida literalmente de tristeza ejerciendo el vergonzoso oficio de buscar almas perdidas, secuestradas.

También recuerdo este “Día de las Madres” a “Las Patronas”, grupo de mujeres veracruzanas de la comunidad de Guadalupe en Amatlán de Los Reyes, y que a pie de vía del tren La Bestia arrojan un puñado de alimento a quienes ven cual sus hijos que vuelan a un mejor destino -que nunca encontrarán- prolongando su tragedia. Leonila Vázquez, su fundadora acaba de partir dejando como herencia un grupo de auxiliadoras muy conscientes de apoyar a miles de migrantes muchos de ellos jovencitos y niños en solitario.

Tomé ese ejemplo pues quiero concluir este texto como un homenaje a quien como la Rivelles fue madre soltera que llevó a la tumba el secreto sobre el padre de su hija. “No la reconoció, pero no hizo falta nunca” decía ante la insistencia de los reporteros por conocer al padre de María Fernanda. Van mis líneas para los miles y miles de mujeres que se vuelven madres en esa misma condición de abandono. También muchas de ellas se hacen cargo de la familia cuando huye el consorte papá.

Temporada de patas

Nos invade ya la temporada de patas. Mucha publicidad sobre cosas de mamá. Desde rebozos de bolitas para la patita que va al mercado hasta pantallas gigantes de parte de los tres cochinitos que muchos besitos les dio su mamá. Los restaurantes y fondas se llenarán de familias. Las casas desde las más humildes hasta las de catego servirán viandas especiales: mole y carnitas para nosotros los pobres; y alcachofas, camarones y langostas para la enjoyada mamacita. En muchas se comerán los guisos que cocinó desde la madrugada “la festejada”. Ta’regüeno tu adobo y la cochinita ma’. Felicidades. Salucita dirá el abnegado hijo que llegó con toda la prole al tradicional festejo. Alegría para la viejecita y alegría a las hijas, hijos y nietos que celebran tenerla viva y que les cocine.

En todos los puntos cardinales se escuchará a Denisse de Kalafe con su “Señora, señora” y obligadamente “Amor Eterno” del divo de Juárez en dueto con la española más mexicana Rocío Dúrcal. En las cantinas los grupos norteños cantarán “Amor de Madre” de los Tigres del Norte que por cierto acaban de anunciar su despedida de los corridos, base de su repertorio.

El contador público Godínez o Gutierritos da igual, se servirá un tequila triple pues trae atorado el embarazo muy prematuro de su hijita menor, la Nayeli adolescente. Le pudo mucho, y más la huida del Brayan, padre también casi niño. Los Godínez vinieron a comer con su madrecita y ahora también a festejar a la nueva mamacita que no hace mucho brincaba la cuerda y soñaba con ser doctora.

Somos el país con uno de los mayores embarazos adolescente de todo el mundo. Especialmente en el sureste donde los matrimonios casi infantiles están permitidos por los usos y costumbres mientras vemos cómo se incrementa este “fenómeno” de maternidades adolescentes numerosas. En un ambiente de marginación y extrema pobreza esas madrecitas están condenadas desde el embarazo a perder todas las batallas: la de lograr buena salud, educación y un futuro luminoso para los miles de bebés que nacen como el “Niño Yuntero” del poeta Miguel Hernández en boca de Joan Manuel Serrat, condenados a una vida de carencias y acaso cuando crezcan les capte el crimen como hoy ocurre en toda la patria.

Madre, no solo hay una

Madres abnegadas, madres solteras, madres huérfanas de hijas e hijos, madres trabajadoras hasta triple turno, madres maestras, madres migrantes, madres en prostitución inevitable, madres de dependientes de drogas y alcohol, en fin, madres dolientes todas ellas que han sacado adelante su tragedia a fuerza de sangre, sudor y lágrimas. A todas ellas mis mañanitas.

*Director General de Factor D Consultores

 

Fernando González Domínguez