La Ruta de los Conventos o la imperdonable omisión monástica de la UNESCO.
“Aquí asentamos y ponemos la verdad en esta Villa de Cuernavaca de como entró la feé [sic], y como entraron los Padres a componer esta Villa. Primeramente se hizo la Yglesia [sic], y empezó la doctrina”; la construcción fue realizada “en medio de quatro [sic] lomas”, narra el Códice de la fundación de Cuernavaca ‒1552‒. “En cada fiesta titular de esta Villa tienen obligación de venir á aderezar el convento” los pueblos sujetos de la comarca”, consigna.
Los primeros monasterios del siglo XVI en las laderas del Popocatépetl es la declaratoria oficial que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) realizó en 1994. Los 15 monasterios reconocidos “se encuentran en los estados de Morelos, Puebla y Tlaxcala en México, construidos como parte de la evangelización y colonización de los territorios del norte [sic] de México”, se afirma en su portal oficial.
La llamada Ruta de los Conventos es una falacia conceptual, histórica y geográfica: 1. No se trata de conventos, sino de monasterios; 2. Excluye a la mayoría de los monasterios del actual territorio morelense; 3. Cuatro de los monasterios se ubican fuera del polígono perivolcánico; 4. No existe la infraestructura cultural ni turística necesarias. Aunque en el estado de Morelos existen 28 monasterios, sólo 11 son reconocidos de los 15 que forman parte de la declaratoria.
El invaluable patrimonio cultural material que representan los inmuebles religiosos ‒tanto templos como conventos‒ en la entidad morelense, debe ser salvaguardado no sólo mediante declaratorias internacionales, sino como parte de procesos comunitarios e institucionales. Los gobiernos federal, estatal y municipales, las asociaciones religiosas y las organizaciones de fieles son inevitables corresponsables de su uso, su conservación y su preservación.
A los daños que los sismos han generado en los inmuebles religiosos, se suman los daños provocados por las desafortunadas intervenciones físicas que clérigos y fieles han realizado a dichas construcciones, habitualmente resultado de la ignorancia y la arbitrariedad. Por ello se hace impostergable el diseño de políticas públicas que responsabilicen legalmente a las diversas instancias relacionadas con esta expresión del patrimonio cultural morelense.
El desarrollo cultural de las comunidades morelenses está, desde el siglo XVI, íntimamente vinculado a su propia religiosidad. A pesar de los efectos de la modernidad, las diversas fiestas tradicionales en torno a las imágenes patronales constituyen el eje articulador de buena parte de la sociabilidad cotidiana. Así, la salvaguardia de templos y monasterios en Morelos es una condición esencial para la memoria que da identidad y construye comunidad.
Códices de Cuernavaca y unos títulos de sus pueblos; Juan Dubernard Chauveau; primera edición; Gobierno del Estado de Morelos; México; 1991; 400 pp.
Conventos en Morelos; Alfonso Toussaint; primera edición; Gobierno del Estado de Morelos; México; 106 pp.
https://whc.unesco.org/en/list/702/
Imagen: Templo y convento de San Diego (fragmento); ca. 1910
Cuautla, Morelos. Archivo Jesús Zavaleta Castro.