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Los consuetudinarios yerros y despropósitos de la crónica y de la historia morelenses.

 

“No llevando en [mi obra] más objeto que presentar los acontecimientos que refiero conforme á la verdad, me parecía que era menester esperar á que el tiempo hiciese prevalecer la buena razón, ofuscada frecuentemente entre los contemporáneos por la efervescencia de las pasiones, […] despojados de los disfraces y atavíos con que los desfiguran los escritores en el calor de la polémica”, escribió Lucas Ignacio Joaquín Pedro Alamán Escalada ‒1849‒.

La crónica y la historia adquieren particulares tintes surianos en tierras morelenses. La feracidad de su naturaleza, la prodigalidad de sus aguas, la fertilidad de su suelo, la luminosidad de su cielo, son elementos que han cautivado a nativos, residentes y visitantes desde que los registros permiten vislumbrarlo. Tamoanchan, mítico e histórico, origen y destino, pudo haberse encontrado en Morelos, y así lo pensó Francisco Plancarte y Navarrete ‒1911‒.

“Como la utilidad de la historia consiste, no precisamente en el conocimiento de los hechos, sino en penetrar el influjo que estos han tenido los unos sobre los otros; en ligarlos entre sí de manera que en los primeros se eche á ver la causa productora de los últimos, y en estos las consecuencias precisas de aquellos, con el fin de guiarse en lo sucesivo por la experiencia de lo pasado”, disertó el empresario, político e historiador guanajuatense Alamán Escalada.

Sin embargo, desde Morelos han sido elaboradas crónicas e historias que antes sirven a intereses de individuos y grupos que a la colectividad. Los errores y las mentiras han construido una tan relativa como endeble identidad morelense que se enfrenta con la fortaleza de las identidades regionales y comunitarias en la entidad. Así, en el ámbito rural las identidades se nutren de la cotidianidad hecha tradición y en el ámbito urbano se diluyen en el egoísmo.

En Morelos los cronistas se afanan en pretender ser historiadores, en buscar acomodo en la nómina de su municipio o en autoerigirse como representantes de todos los cronistas; los historiadores menosprecian la crónica, temáticamente hiperespecializan su trabajo y privilegian la obtención de sus puntajes académicos. En ambos gremios sólo dialogan entre quienes se asumen iguales, aislados en su petulancia. Y es de reconocerse que hay excepciones honrosas.

Los morelenses necesitamos repensar nuestra historia y reflexionar nuestras identidades. De poco sirven espacios académicos o de crónica si no participan otras más amplias y diversas colectividades. La erección del estado se conmemora en fecha incorrecta; municipios pelean el origen del chinelo; el escudo oficial contiene frases ajenas a la entidad; nefastos personajes son venerados y personajes trascendentes son ignorados. Tantos yerros y despropósitos.

Tamoanchan. El estado de Morelos y el principio de la civilización en México; Francisco Plancarte y Navarrete; primera edición; Imprenta de El Mensajero; México; 1911; 196 pp.

Historia de Méjico desde los primeros movimientos que prepararon su Independencia en el año de 1808 hasta la época presente; Lucas Alamán; edición facsimilar; t. I; Libros el Bachiller Sansón Carrasco; México; 1985; 424 pp.

Imagen: Niños caracterizando a los héroes patrios (fragmento);

Cuernavaca, Morelos; 1932. Archivo Jesús Zavaleta Castro.

Jesús Zavaleta Castro