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Entre Cuaresma y Pentecostés, la fervorosa cotidianidad de los pueblos morelenses.

 

El estado de Morelos es un territorio de una amplia diversidad cultural expresada en sus diferentes regiones las cuales, más allá de sus delimitaciones político-administrativas, pueden ser identificadas geográfica y culturalmente como: norte ‒Valle de Cuernavaca‒, oriente ‒Valle de las Amilpas‒, nororiente ‒los Altos‒, sur ‒Zona Cañera‒ y poniente. Sin embargo, la complejidad de sus estructuras y relaciones sociales redimensiona el espacio físico.

Particularmente, tratándose del tema de las festividades tradicionales morelenses, podemos diferenciarlas en dos grupos: religiosas y cívicas. Entre las primeras encontramos las correspondientes al denominado Tiempo Ordinario y aquellas que se realizan en los períodos de la Epifanía, la Cuaresma y la Natividad. Entre las segundas, identificamos aquellas que conmemoran hechos históricos de la Guerra de Independencia y la Revolución Mexicana.

En todas estas fiestas existen expresiones de religiosidad, de música, de danza, de canto y de representaciones escénicas, así como de comida y arte tradicionales, que definen sus particulares características a partir de prácticas y simbolismos que la comunidad les asigna. Adicionalmente, como expresión del patrimonio cultural inmaterial, están íntimamente vinculadas con el patrimonio cultural material, como templos, haciendas, plazas, calles, parajes, etcétera.

Entre el Miércoles de Ceniza y el Domingo de Pentecostés, Morelos vive una vorágine de celebraciones religiosas. Entre el Primero y el Quinto Viernes de Cuaresma, en Jiutepec, Cuautla, Tepalcingo, Atlatlahucan, Mazatepec, Totolapan, Xochitlán, Temoac, Achichipico, Huazulco, Tetela del Volcán, Tlalnepantla y Yecapixtla, la religiosidad hecha festividad irrumpe y transforma la cotidianidad de las comunidades desde la fe individual y colectiva.

Una de estas expresiones culturales es la representación escénica-dancística evangelizadora de Los Doce Pares de Francia ‒de origen medieval y adoptada en Nueva España en el siglo XVI‒, que se mantiene vigente en la entidad. Durante tres a cuatro días, los participantes, caracterizados con vistosidad de moros y cristianos, bajo un estricto guion heredado por generaciones, danzan y dialogan en torno a la preeminencia del bien sobre el mal.

En torno a las imágenes patronales que articulan cada festividad, existen emblemáticos personajes. Tanto los moros y cristianos de Atlatlahucan, Totolapan, Xochitlán, Temoac, Achichipico, Huazulco y Tlalnepantla, como los sayones de Tetela del Volcán, los mototocos de Huautla y los matacueros de Yecapixtla, son esencia de las identidades morelenses. Son, así mismo, patrimonio vivo en la fervorosa cotidianidad de los pueblos del estado de Morelos.

Imagen: Moros y cristianos (fragmento);

Atlatlahucan, Morelos; ca. 1930. Archivo Jesús Zavaleta Castro.

Jesús Zavaleta Castro