

A / Un jardín
La tía Delfina tiene el jardín más bonito que hay en la Tierra. Tiene mangos, floripondios, limones, guayabas, tabachines, moreras y lichis, que son unas frutas como fresas, pero con cáscara un poquito dura. Los lichis son un poco dulces y un poco ácidos. En el jardín de mi tía hay flores, pájaros, mariposas, chuparrosas y en las orillas alacranes.

En las noches la familia se sienta en un corredor que da al jardín, a tomar agua de jamaica y a platicar.
Luego empiezan a brillar los cocuyos: puntitos de luz que se prenden y apagan mientras van volando.
En las noches las flores huelen más, no sé por qué.
Y todos nos acordamos del huele de noche porque era el que mejor olía y el que más nos gustaba. Hasta que una tarde granizó tan fuerte que se cayó. Tuvieron que cortarle las ramas. Ahora es sólo un tronquito.

La tía dice que va a volver a crecer, y nosotros nos sentamos a esperarlo. Nos urge que crezca, porque ahuyenta a los muertos.
B/ Nocturno
Poco después mi madre apagó la luz de la recámara. Oí cómo rogaba por nosotros. Esto me confortaba. Comenzaban a cerrárseme los ojos. Si sus oraciones se hubieran alargado, me habría adormecido, pero terminó de rezar y ya no pude dormir. Llovía un poquito. Nadie pasaba por la calle.
En el cuarto de al lado mi hermano suspiraba entre sueños. Mi padre no se movía. Mi madre tampoco.

Imaginé que la Muerte podría estrangularlos, sin ruido; luego cruzaría de puntitas la recámara y desaparecería por el corredor. Al andar crujiría la duela… Sus pisadas crepitarían como cuando caminas sobre hojas secas…
Y todo ocurría en tinieblas… Temblé de terror. Por un momento no supe de mí: perdí la noción del tiempo y de las cosas. No podría decir cuánto duró aquello, ni qué hice mientras.
De pronto, en medio del silencio, el grito, los sollozos, el llanto de mi madre:
acababa de verme.

*Doctor honoris causa por El Colegio de Morelos. Catedrático en la UNAM. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
