

Michel de Certeau pertenece a la generación dorada de la filosofía francesa, nacido en 1925 es contemporáneo de Gilles Deleuze (1925), Michel Foucault (1926) y Jacques Derrida (1930). Su pensamiento responde a una problematización de las prácticas intelectuales en el cruce de lo que hoy conocemos como las ciencias humanas: historia, lingüística, psicoanálisis y antropología. De acuerdo con Certeau, la representación de América es vehículo de un cierto tipo de violencia cartográfica que tuvo lugar en el siglo XVII, a través de la obra de diversos artistas y grabadores europeos como Dirk Eversen Lons, Jan Van der Straet, Theodoor Galle, Theodoricus de Bry y muchos otros que pusieron sobre la tinta los prejuicios de la época.
En este sentido, Certeau analiza la representación de América en la Alegoría del descubrimiento de América de Jan Van der Straet que fue grabado por Theodoor Galle (1600), obra en la cual el historiador francés encuentra que Amerigo Vespucci lleva consigo las poderosas armas del sentido, es decir, de una voluntad de medir y cartografiar que deja fuera todo registro del ser amerindio. En efecto, en la imagen podemos observar que Vespucci aparece portando los instrumentos de medición forjados en Europa, el sextante y el estandarte católico coronado por una cruz en lo alto; en tanto, debajo de la toga de Amerigo se adivina una espada, además del espadín propio a los altos rangos del ejército, en su conjunto la guerra y la jerarquía aristocrática como fundamentos de la ciencia y la religión, no será la primera vez que estos símbolos se estratifican de tal modo.

Existen otros elementos que agudizan la visión colonial de la representación de Jan Van der Straet; por ejemplo, el hecho de que la mentalidad europea se figure a América en medio del más plácido descanso, mientras a lo lejos se observan animales deformes propios de una tierra agreste donde, incluso, la antropofagia se asoma tímidamente. De esta manera, Michel de Certeau introduce un pasaje en el cual puede constatarse otro género de violencia, un acto demoledor y avasallante que se sitúa en el terreno del descubrimiento y de una supuesta empresa de civilización. En su libro, La escritura de la historia indica que la india América es la “presencia indominada de la diferencia, cuerpo que despierta en un espacio de vegetaciones y animales exóticos.”
De esta forma, la violencia de la representación señala a Vespucci aplicando la fuerza de su medición o, dicho de otra forma, a la subjetividad europea cuando somete midiendo, y cuando domina representando. Bajo la fuerza de sus instrumentos y al amparo de sus símbolos hace entrar al mapa, acto a través del cual grandes dominios son registrados y escritos, sufriendo el peso de la medida y su recorte, tanto como soportar el desdoble de las letras y sus corporalidades. De acuerdo con el filósofo francés: “…lo que se esboza de esta manera es una colonización del cuerpo por el discurso del poder, la escritura conquistadora que va a utilizar al Nuevo Mundo como una página en blanco (salvaje) donde escribirá el querer occidental. Esta escritura transforma el espacio del otro en un campo de expansión para un sistema de producción.”
Así pues, bajo el grabado de Theodoor Galle se documenta la alianza entre escritura y producción, lo que al paso del tiempo será uno de los móviles principales de la obra de Michel de Certeau: una problematización de esta producción del sentido espacial en un entorno colonial. De tal suerte, Certeau abre el debate de los cuerpos y los espacios historiados y de la escritura como una auténtica “fábrica de la historia occidental”. Bajo esta perspectiva, se fundamenta un panorama donde la racionalidad europea impone sus propios presupuestos desde múltiples perspectivas como la cartografía y el grabado. Actividades que revelan un interés productivo antes que exegético, se trata de un problema político antes que hermenéutico o epistemológico.
De esta forma, uno de los aspectos más interesantes de la tematización propuesta por Certeau es la problematización del ámbito político-espacial, es decir, la voluntad de medir el espacio, de documentarlo será redimensionada políticamente hasta un nivel que bien puede pensarse como una auténtica cartografía política de los cuerpos. La espacialidad condicionante de todo lo que se abre ante una mirada calculadora será dada por el mapping-ñ. conquistador. Así, la labor histórica de trazar los bordes es, a su vez, una determinación ontológica del ser en un campo salvaje revestido por la mirada europea.

Imagen: Jan Van der Straet, Alegoría del descubrimiento de América (1600).
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Nahuatlato, profesor de tiempo completo en El Colegio de Morelos. ↑
