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El vastísimo bio-patrimonio cultural, tangible e intangible, sus experiencias de salvaguardia y conservación; la lucha en la defensa de los derechos culturales, así como la intensa actividad cultural independiente, y las contradiciones en el proceso de rediseño y la gestión política de las institucionales culturales, retratan una realidad cultural que es fuente poderosa de vitalidad en Morelos.

Una cultura milenaria, una memoria indómita que es fermento de las resistencias culturales, la comunidad de destino y de sentido en el centro, una historia de oprobio y esperanza, el territorio de los imaginarios como construcción social compartida, y la lucha histórica por la tierra, y en las últimas cuatro décadas por la descentralización cultural, son algunas de las variables que solo pueden ser vistas en su complejidad desde un caleidoscopio cultural.

A lo largo del tiempo, en La Jornada Morelos, o en otros espacios como Mochicuani, he querido observar y analizar algunos de los fragmentos que integran la realidad cultural morelense, sus hechos y agentes, aquellos eventos y procesos que revelan nuestra realidad contextual como sector cultural, pero no nada más desde una mirada efímera, es decir desde la política o lo político, o aquello que Fernan Braudel llamó la cresta de la ola, es decir la espuma, lo de encima, lo aparente, sino desde la historia del desarrollo cultural.

¿Por qué lo histórico de lo cultural? Porque me interesa la reconstrucción genealógica de los procesos culturales, sus narrativas desde el poder, desde el sector cultural y su microfísica de las artes, esa ciudadanía irredenta que muchas veces peca de ingenua por su excepcionalidad imaginada desde la vanidad de lo artístico, o su aristocracia intelectual con todo y el racismo de la inteligencia, como lo supuso pierre Bourdieu. Más sencillo, también me interesa comprender todo aquello que contiene una noción del ser morelense, precisamente del ser suriano, desujetado de la metrópoli, la Ciudad de México, o la capital, Cuernavaca.

Es chocante, y aburridísima la reflexión codependiente del relato centralista, porque nos encierra en la voracidad que demanda la compulsión de los resultados. Por ejemplo: la apertura “Raíces de Libertad” Barro y Naturaleza de Tlayacapan, que dio lugar a la apertura de un espacio para la exhibición de artesanías: “piezas como vasijas, cazuelas, platos, macetas, sahumerios, comales, ollas, juegos de café y candeleros, elaboradas por las manos mágicas de mujeres y hombres artesanos, que a través de diferentes técnicas de la alfarería, dan color y vida al barro de su comunidad”, comunicó el gobierno. Es incuestionable que la iniciativa es buena, positiva, pero ¿así?

Creo que la dignificación de la obra artística, artesanal, popular, no solo deviene de su exhibición, ni del reconocimiento institucional, sino de su puesta en valor como producto cultural en tanto que expresión del quehacer cultural de una comunidad, de una región, no solo desde una concepción mercantil. ¿Reivindica a las personas creadoras el que su trabajo sea visto mayormente por burócratas? No lo creo. Concedo la duda, fue el comienzo.

Un centro de convenciones en Cuernavaca. Tal vez es necesario para los servicios que demanda una capital de abolengo turistico muy venida a menos, y que en gran medida vive de nostalgias, pero es una señal poco calculada para la urgente descentralización. La capital posee pocas posibilidades de crecimiento, si antes no se replantea su viabilidad como capital a partir de un nuevo modelo de desarrollo urbano. Para ello es fundamental la coordinación de los tres ordenes de gobiernos. ¿Para cuando? Cualquier intento que no apueste a la reorganización territorial, es un eufemismo frente a la urgencia.

Otro ejemplo, la Feria del libro Morelos 2025, de nuevo en Cuernavaca. Necesaria, sí, pero, pero… ¿No podía ser en Cuautla, Yautepec o Jojutla, o en los pueblos mágitrágicos de Tepoztlán, Tlayacapan, Tlaltizapán o Xochitepec? Cuernavaca siempre es el pretexto para recentrar discursos, prácticas, visiones de estado, políticas gubernamentales. Personalmente no tengo fobia a Cuernavaca, sino a la filia obsesiva de las autoridades por modelar su gestión de manera telúrica desde el centro. En lugar de huella, eso solo puede dejar una marca que, al paso del tiepo, será herida.

Converso con agentes culturales de aquí y de allá, con persons trabajadoras de la institución cultural y del gobierno. La coincidencia: ¿dónde está lo nuevo de lo nuevo, de eso que llamamos transformación? Exijo lo de siempre: el derecho a la crítica modela democracias, perfecciona gobiernos. Diferencia no es enemistad.

No advierto visos de cambio sino expresiones repetitivas del cortoplacismo cultural que tanto daño le han hecho a Morelos. Tampoco advierto dolo sino arrogancia de las autoridades culturales, otra vez políticas de escritorio que asumen una cercanía al territorio.

La realidad cultural morelense refleja un momento de expectativas, pero la Secretaría de Cultura solo es cercana a quien le aplaude o a quien se ve beneficiado de sus servicios, inmediatos, chiquitos, pero muy pretensiosos. Personalmente conozco a la mayoría de quienes conforman la institución, sus trayectorias, desde la titular hasta quienes hacen posible la funcionalidad de los espacios que integran la infraestructura estatal. Advierto en elles un marco de valores, creencias, ideas, sentimientos y voluntades con los que no siempre, en el pasado y ahora, he coincidido.

¿Realmente están trabajando para un proyecto de transformación cultural democrático o solo para conservar un empleo ganado con muy pocos méritos en términos de lucha social o de trayectoria profesional? ¿Se sustenta su visión y acciones de política cultura sostenida en valores como la honestidad, solidaridad, responsabilidad, pluralidad, libertad, justicia social, tolerancia, igualdad, respeto, bien común, legalidad y en la participación?

El gobierno de Margarita González Saravia, es decir sus colaboradores, y nosotres, no podemos ovidar el derecho a la crítica.

Y sí, si no es cultural y colectiva, no es transformación.

Gustavo Yitzaac Garibay