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El día de ayer, se conmemoró un aniversario más de la promulgación del Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana, más conocido como la Constitución de Apatzingán, la primera en la larga relación de Cartas Magnas de México. Es importante destacar que si bien aún no estaba del todo determinado el término de México como nombre de la patria que surgió de la independencia, Morelos fue el primero en definir el concepto de una América Mexicana.

Lo anterior da cuenta de un José María Morelos, que no fue solo el soldado más grande de la insurgencia, el Rayo del Sur o el héroe de Cuautla, sino el primero de los estadistas mexicanos, mérito no menor para un antiguo arriero y cura de pueblo. Previamente, el generalísimo, redactó los Sentimientos de la Nación, alma del Estado Mexicano y sin duda alguna, inspiración de la constitución que se promulgó el 22 de octubre de 1814 en Apatzingán. Este decreto consignó puntos que siguen siendo fundamentales al día de hoy en la vida constitucional de México. Si bien por las vicisitudes de la guerra y por no estar el país aún emancipado de España, la Constitución de Apatzingán no entró en vigor, estableció que la soberanía radica en el pueblo, que todos los nacidos en la América Mexicana serían ciudadanos del nuevo Estado, lo cual determinó la igualdad en la marcada clasificación de castas novohispanas. También estableció una forma de gobierno divida en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, lo cual subsiste hasta nuestros días, así como la división del territorio en provincias, primer antecedente de nuestras entidades federativas y del pacto republicano que conforma al México de hoy. Finalmente, y de acorde a la antigua condición de sacerdote de Morelos así como a la usanza de la época, se estableció que la religión católica sería la única en vigor en el naciente Estado Mexicano.

José María Morelos, entonces no solo se dio tiempo para combatir a las tropas del rey, sino que reiteró el anhelo de independencia de los novohispanos, concibió una nación, no enfrentada a España, pero sí independiente de cualquier potencia extranjera. Los Sentimientos de la Nación fueron no solo la inspiración de las constituciones mexicanas, partiendo desde la de Apatzingán, sino la justificación de un un estado libre y soberano. En una opinión personalísima, considero que las duras jornadas en Cuautla, fueron tal vez, el momento en el cual Morelos en los breves instantes de descanso entre combate y combate, concibió la redacción de los Sentimientos de la Nación.

A diferencia de Hidalgo, a quien nadie puede negar el mérito indiscutible de ser el padre de la patria, Morelos tuvo la visión de una nación organizada y en funciones. Hidalgo pensó una Nueva España aún bajo la tutela de Fernando VII, quien no podía siquiera librar a España del embate de Napoleón e incluso no pudo contener a las turbas que conformaron al naciente Ejército Insurgente, lo cual a la postre resultó en un enfrentamiento con Allende. Morelos, antiguo alumno de Hidalgo en el Colegio de San Nicolás Obispo en Valladolid, en cambio no sólo concibió un Estado, sino que conformó un ejército organizado y disciplinado que puso en jaque el dominio español en México. Al levantar el sur en armas, Morelos contó con el invaluable apoyo de sus “dos brazos” Galeana y Matamoros, este último cura de Jantetelco y considerado por muchos el fundador del Ejército Mexicano, como se mencionó en la entrega anterior.

Pero la grandeza del héroe de Cuautla no solo estribó en sus talentos, militares, políticos o como legislador, sino en el espíritu de sacrificio que suele ser una rara excepción en la clase política mexicana. Morelos antepuso el ideal de un Estado de Derecho a su gloria personal. Resulta que después de una fulgurante trayectoria militar, la estrella del generalísimo cayó a las puertas de su natal Morelia. Previo a la navidad de 1813, Morelos intentó tomar Valladolid, la victoria parecía segura, iba acompañado de Matamoros, Galeana y Nicolás Bravo. Sin embargo, las tropas de Ciriaco del Llano, entre las cuales se encontró Iturbide, frustraron sus planes. Iturbide dueño de un indiscutible genio militar, sembró por la noche la confusión en el campamento insurgente, las tropas de Morelos engañadas se enfrentaron entre sí, en medio de la obscuridad, para el amanecer el desastre estaba consumado y los insurgentes diezmados.

Morelos no se repuso de esa derrota, 1814 fue un año catastrófico, perdió a Matamoros, después a Galeana, pero aun así en octubre promulgó la Constitución en Apatzingán. Ni siquiera el generalísimo pudo librarse de lo peor de la de la condición humana, y el mismo congreso que él creó, lo destituyó del cargo de presidente del Supremo Gobierno Mexicano. Entonces con abnegación, se puso al frente de una reducida escolta, para brindar seguridad a los diputados y en consecuencia fue apresado y después fusilado en San Cristóbal Ecatepec el 22 de diciembre de 1915.

Hoy a poco más de dos centurias de su muerte, el espíritu de Morelos sigue vigente, en la entidad que lleva su nombre, en honor a su memoria y a la epopeya de Cuautla, debemos tomar su vida y acciones como ejemplo. Debemos también en un elemental ejercicio de respeto a nuestra identidad y memoria histórica restituir su monumento en los límites con la Ciudad de México y liberar la plaza del Palacio de Cortés y al “Morelotes” del anárquico y atroz despojo por parte de los plateros.

*Escritor y cronista morelense.

«Morelotes» antes del despojo. Imagen cortesía del autor

Roberto Abe Camil