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Marisol Castillo Castillo*

Desde mi sentir-pensar, tomo la valentía de expresar lo que me generó escuchar, el 30 de agosto del 2024, la conferencia «Retos de cara al segundo decenio de las personas afrodescendientes», en el marco del Día Internacional de las Personas Afrodescendientes, a cargo del Dr. Rafael Obando, profesor de Antropología Social y Cultural, investigador y experto en temas relacionados con la diáspora africana, relaciones interétnicas, afrodescendientes en Centroamérica, y procesos de identidad durante los siglos XVI-XVII. En primer lugar, quiero destacar que siempre es un gusto escuchar a grandes oradores como el Dr. Obando, además agradezco mucho que se abran estos espacios de escucha y reflexión sobre los temas afrodescendientes. Les comparto, lo expuesto estuvo dentro de las convenciones académicas adecuadas, información congruente con el tema y la espacialidad histórica del conferencista. Pero entonces… ¿por qué al concluir este evento me sentí molesta y no representada por lo que escuchaba?

Al finalizar sentí desafortunada la decisión de invitar a un hombre, de tez clara, para hablar de temas que nos atraviesan a las mujeres afrodescendientes. Este tipo de representaciones perpetúa la idea de que nuestras historias deben ser contadas por otros, en lugar de ser narradas por nosotras mismas.

En segundo lugar, me extrañó que un académico, con tanto renombre, no aclarara cómo los términos utilizados durante la colonia, para denigrar a nuestra etnia, han sido resignificados por los mismos afrodescendientes, para honrar la memoria de nuestrxs ancestrxs que fueron privados de su libertad y que resistieron la violencia a la que fueron sometidos durante siglos. Exponer como máxima que la palabra «negro» para referirse a nuestrxs ancestrxs y a su descendencia, es darnos una cachetada con guante blanco, es limitar, nuestro complejo proceso de autoadscripción, a una sola narrativa, es seguir abonando al racismo sistémico que impera en nuestra época.

Como dice Chimamanda Adichie: el peligro de la historia única radica en invisibilizar el sentir-pensar de esos otros que también han estado involucrados en esa historia. Por eso mi malestar al terminar la conferencia. En la actualidad, yo me reconozco como una mujer orgullosamente negra, una afrodescendiente de esas personas que fueron esclavizadas, traídas en contra de su voluntad a un nuevo territorio; descendiente de esos seres que resistieron violencias inimaginables para evitar su exterminio.

Lxs negrxs afrodescendientes latinoamericanos, somos el fruto de esas personas que, aunque les arrebataron su libertad, generaron hábitos de subsistencia que hasta el día de hoy seguimos arrastrando (como ser desconfiados y luchar con uñas y dientes para defender lo nuestro y a los nuestros). Gracias a ellxs, hoy puedo levantar la voz, rememorar su lucha y exigir equidad para nuestra etnia.

Por eso, no me permito solo autoadscribir como una mujer afrodescendiente o afrocolombomexicana, porque al hacerlo, estaría negando toda esa historia, toda su lucha, toda su resistencia, todo su sufrimiento y valía. Sí, en nuestra historia, el constructo social «negro», para dirigirse a nosotrxs, está cargado de dolor para nuestra etnia y de vergüenza para las etnias de tez clara, porque les recuerda los crueles que fueron sus ancestros con los nuestros. Pero desaparecerlo de nuestro discurso es negar que ya no somos Yorubas, Carabalís, Zúlus, Masáis, etc.

Conocedora de toda mi historia, grito al viento, orgullosamente: soy negra, afrodescendiente, afrocolombomexicana. Y con todo lo expuesto anteriormente, no te estoy autorizando a ti, persona de tez clara, a llamarme por mi color de piel en lugar de mi nombre. Para ti, cuando quieras dirigirte a mí o a alguien de mi etnia y no conozcas nuestro nombre, llámanos como personas afrodescendientes, un término políticamente correcto que hemos concebido para exigir nuestros derechos civiles y humanos.

Y no, para nada es contradictorio mi discurso. Quiero que mis hijos, hermanas de activismo y colegas sepan que no están “locos” al seguir nombrándose negrxs. Honor a quien honor merece, y qué mejor que honrar a nuestrxs ancestrxs reivindicando el constructo que lxs hizo ser los nuevos seres que fueron en este continente americano.

En conclusión, mi malestar no es solo una reacción a la falta de representación adecuada, sino también a la omisión de nuestra capacidad de resignificar y reclamar términos que han sido utilizados para oprimirnos. Mi orgullo por mi herencia negra no contradice mi demanda de que aquellos que no son parte de nuestra comunidad respeten los términos que usamos para describirnos a nosotros mismos. Esta es una forma de exigir un respeto profundo por la dignidad de nuestra identidad y nuestra historia

*Directora Mulato Teatro AC. Miembro de la Red Afro de Mujeres AfroMorelenses (AFROMAM)

Marisol Castillo Castillo @Ale Preisser: https://www.facebook.com/agui.preisser

/ Cortesía de la autor