Graco el cínico
Por desplantes como el que tuvo ayer, el exgobernador, Graco Ramírez Garrido es de los personajes menos queridos en la historia reciente de Morelos. El exgobernador tuvo que presentarse ante los juzgados para comparecer en la causa penal iniciada en su contra por la Fiscalía Anticorrupción debido a la obtención irregular de un préstamo otorgado por el Instituto de Crédito para los Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado de Morelos.
El argumento de la Fiscalía es muy sencillo, en el carácter de gobernador que tenía al tramitar el financiamiento para adquirir una camioneta, Graco Ramírez era patrón y no trabajador del gobierno estatal, así que obtener ese crédito resulta un ejercicio abusivo de su cargo. Y podría alegarse mucho sobre la calidad de empleo de los servidores públicos, pero algo cierto es que quien podía correr a cualquiera de los funcionarios de la administración de Graco Ramírez era justamente él, así que la calidad de patrón es incuestionable desde esa perspectiva
Así que el exmandatario tuvo que presentarse a la sala 5 de la Ciudad Judicial de Atlacholoaya, a la que no habría ido en calidad de turista, para comparecer ante un juez por el delito que se le imputó. Graco llegó con una sonrisa burlona (acaso es la misma que ha tenido hace muchísimos años) y aseguró que había acudido a Atlacholoaya “a conocer el Palacio de Justicia que construimos”.
La tranquilidad de Ramírez derivaba probablemente de dos hechos previos, primero el argumento de haber pagado ya la totalidad del crédito de marras, por lo que a su juicio no habría materia para la imputación, lo que es absolutamente discutible pues nadie lo perseguía como un deudor que hubiera incumplido los “abonos chiquitos”, sino como un patrón que habría utilizado su poder para obligar a una instancia gubernamental a otorgarle un beneficio que no le correspondía.
Segundo, el francamente inexplicable desistimiento de la directora del Instituto de Crédito, Fabiola del Sol Urióstegui Alvear; hiciera del juicio de amparo que ella misma interpuso y que obligó a la Fiscalía Anticorrupción a reiniciar el proceso en contra del exgobernador.
¿Y quién es Fabiola del Sol Urióstegui Alvear?
En octubre del 2018 Urióstegui Alvear fue nombrada por el entonces gobernador, Cuauhtémoc Blanco Bravo como directora del Instituto de Crédito, lo que entonces se interpretó probablemente de manera un poco misógina, como una cuota de poder para el entonces diputado aliado de Blanco y su administración. Urióstegui Alvear aseguró en sus primeras declaraciones que demostraría con trabajo y resultados que su nombramiento no se debía a su cónyuge y aseguró que había detectado muchas irregularidades en la operación del instituto, entre ellas, la autorización del crédito concedido a Graco Ramírez.
Cuando un juez determinó que no había causa para vincular a proceso al exmandatario hace unos años, ella misma acudió a un juzgado de circuito a tramitar un amparo para que la Fiscalía Anticorrupción (a la que entonces curiosamente se acusaba desde el gobierno de proteger a Ramírez Garrido) repusiera el procedimiento e imputara al exmandatario. Ése es el amparo del que en noviembre se desistió Urióstegui Alvear. Porqué lo hizo es algo que muchos hoy se preguntan pero solo ella (o a lo mejor alguien vinculado con el exmandatario) podrá explicar.
Pese a ello, la Fiscalía Anticorrupción ha asegurado que no ha retirado los cargos ni se ha desistido de la acción penal en contra del exgobernador y el exsecretario de Hacienda, ambos involucrados en los hechos.
Con todo y ello Graco Ramírez parece estar tranquilo, no le inquietan ni las enormes evidencias de corrupción cometidas durante su mandato, ni otros procesos en que probablemente esté involucrado, como aquél del concierto de Sting en Tequesquitengo. “Me asumo como un funcionario que no ha cometido delito alguno y aquí estoy”, presume el exgobernador para luego reiterar que fue a “conocer” los juzgados que se construyeron en su administración. La manipulación de los hechos en su más evidente expresión.
El consenso en la lengua española define el cinismo como una actitud o conducta caracterizada por la desvergüenza, la falsedad y la manipulación de los hechos. Frente a la evidencia presentada por el exgobernador en su “visita” a Atlacholoaya, bien podría decirse que Graco es un cínico.
Un cínico que, por si fuera poco, hizo escuela en la administración pública de Morelos, que durante su administración y la de su sucesor se convirtió en una madriguera de otros cínicos probablemente no tan notorios, salvo por el también exgobernador, Cuauhtémoc Blanco Bravo.
Algún maestro en la universidad me aseguraba que las sociedades soportan casi todas las afrentas, pero no son tolerantes al cinismo. Probablemente la historia reciente de Morelos les demostraría lo contrario. Cierto que la ciudadanía rechaza abiertamente el cinismo en el funcionariado público. La desvergüenza ofende, lastima, encabrona a los ciudadanos con temor de Dios, del gobierno, de la policía y del Sistema de Administración Tributaria. El conocer de un grupo que desde la función pública vive en un limbo donde la justicia es inaplicable una esfera que, citando en mal plan a Nietzsche está “más allá del bien y del mal”, merece entonces el repudio ciudadano.
El problema es que aparentemente las instituciones de justicia no están preparadas para sancionar y mucho menos cuando hay funcionarios dispuestos a extender la protección extrajudicial a los exfuncionarios que abusan de sus cargos. La sociedad no tolera el cinismo, pero las instituciones que ha creado no sólo dejan de sancionarlo, también lo toleran, fomentan, presumen y hasta lo aplauden y toman como ejemplo.
@martinellito
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