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Margarita después de seis meses

 

La gobernadora, Margarita González Saravia cumplió seis meses en el cargo el primer día de abril y para el tiempo que lleva, la doceava parte de su administración puede presumir logros notables: la contención de algunos delitos, la reducción paulatina de la violencia, los esfuerzos y proyectos para reactivar la economía en las ciudades y el campo, las primeras denuncias por corrupción del pasado, la remoción de por lo menos tres funcionarios que habrían abusado de la confianza de la ciudadanía ya en su administración y, especialmente, el volver a acercar el gobierno a la gente de Morelos.

Hay pendientes, por supuesto en todos los rubros, pero el gobierno no es una colección de hechiceros que puede transformar la realidad de un día a otro. Una buena forma de evaluar es considerar si el estado va por el camino correcto. Si uno va de Cuernavaca a Acapulco tarde o temprano pasará por Jojutla, si en cambio llega a Coatzacoalcos, sabe que está equivocado. Hasta ahora los indicadores muestran que el estado sale poco a poco de la profunda crisis en que lo dejaron las administraciones de Graco Ramírez Garrido y Cuauhtémoc Blanco Bravo, lo que es una enorme ganancia, pero si podemos reconocer algo es que no queda claro el rumbo que tomará el estado.

Entre la coyuntura de incertidumbre internacional, y un Ejecutivo que parece entrarle a todos los temas con el mismo entusiasmo, no parece haber un espacio hacia dónde hacer una apuesta clara. ¿Quedará totalmente resuelto el problema de crimen y violencia? ¿el estado explotará a fondo su potencial industrial y agroindustrial? ¿se consolidará por fin un proyecto turístico exitoso y de largo aliento? ¿los proyectos para mejorar la comunicación terrestre y aérea funcionarán? ¿será posible detener a los destructores del medio ambiente? ¿los proyectos de reordenamiento tendrán algún éxito algún día? Las dudas son normales, apenas se inicia. Algunos especialistas parecen tener razones para confiar y de ahí las inversiones en rubros muy específicos, pero lo cierto es que el proyecto de gobierno debe enfrentar muchas variables que están fuera de su control.

Una de esas variables es la política, con la mitad de los alcaldes y algunos diputados objeto de investigaciones por presuntas relaciones criminales, y muchos de ellos buscando que la relación que tienen con el gobierno estatal, y particularmente con la gobernadora, parezca más que institucional (el alcalde de Cuautla, Jesús Corona Damián, uno de los investigados, la llamó “amiga” en una publicación reciente en sus redes sociales, algo que por lo menos es inexacto, si no una enorme falsedad). El riesgo de una crisis política de grandes proporciones está ahí.

Sumemos a ello el problema que aún existe en el Tribunal Superior de Justicia, cuyo saliente presidente, Luis Jorge Gamboa Olea, ha hecho todo lo posible para ser percibido como “amigo” de la administración de la gobernadora, en un fallido y desesperado intento por salvar el cargo. Nomás falta que algún exfutbolista metido a político le llame su cuatacha.

Lo cierto es que la gobernadora ha demostrado que por encima de cualquier relación está la legalidad y el bien del estado.

Por supuesto que Margarita González Saravia sabe cómo van las investigaciones sobre los alcaldes y también es evidente que si en algún momento opinó al respecto fue para que éstas sigan hasta donde topen. También es obvio que conocía, incluso antes de ser aprobada, la solución que los diputados de la LVI Legislatura darían a la crisis en el Judicial retirando del cargo a Gamboa Olea y a Juan Gabriel Vargas Téllez y no permitiendo que volvieran a postularse en aras de que finalmente se defina la presidencia del Tribunal Superior de Justicia que permita la transición a un nuevo sistema de justicia en Morelos; también estuvo de acuerdo con ello.

Por supuesto que, en un escenario de gubernatura con un poder mucho mayor al que hubieran tenido por lo menos tres de sus antecesores, la tentación de muchos por intentar cobijarse con la imagen de Margarita González Saravia es enorme y probablemente piensen que los cubre de una suerte de protección. No es así, la gobernadora ha dejado ir a por lo menos dos de sus colaboradores (que por lo menos le caían bien) para dejarlos enfrentar las investigaciones que hubiera en su contra. La cobija de la gobernadora es solo para ella, como debe ser.

Los primeros seis meses de gobierno, por cierto, han sido también sumamente accidentados. Lo que estamos viendo es el choque de un modelo de políticos (que conciben la función pública como un buen negocio y un cúmulo de beneficios personales), a otro modelo que coloca al frente la satisfacción ciudadana y el cumplimiento del deber de las burocracias. Cuando esos dos mundos chocan, necesariamente vendrán decantaciones y, como no estábamos acostumbrados a verlo hace por lo menos dos décadas, parecen disrupciones.

El tiempo del “beneficio de la duda” para la gobernadora ha pasado y todo indica que lo enfrentó con suficiencia. Ahora, esa confianza tendría que trasladarse a los proyectos de gobierno y las políticas públicas que, hasta ahora, parecen estar funcionando, algunas incluso a pesar de quienes son encargados de implementarlas; otro detalle a revisar.

@martinellito / martinellito@outlook.com

Daniel Martínez Castellanos