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Hacia 365 días de la niñez

 

Más allá de los espectáculos y juegos que suelen llevar a la niñez morelense los políticos de todos los partidos cada 30 de abril, convendría iniciar o reforzar las acciones que visibilizan a las y los menores de edad frente a un sistema que los ignora la mayor parte del tiempo. No se trata de vociferar, como algún personaje de los Simpson, “¿Alguien quiere pensar en los niños?”, sino de reconocer que las condiciones de violencia, pobreza, marginación, discriminación, falta de oportunidades y ausencia del Estado de Derecho, que padecen desde hace décadas prácticamente todos los habitantes de Morelos, son especialmente lesivas para la población infantil, y entonces actuar en consecuencia.

Porque, dice el dicho, “uno como quiera, ¿pero las criaturas?”. Y cuando se conoce, por ejemplo, de los miles de casos que cada año registran las unidades hospitalarias de niñas y niños que deben ser atendidos por lesiones provocadas, la mayoría de ellas en sus casas, y que no se persiguen porque ningún responsable fue señalado; de las decenas de menores víctimas de delitos diversos; y de las gravísimas condiciones de vulnerabilidad que atraviesa la niñez en condiciones de pobreza y pobreza extrema en el estado; no queda más que concluir que la sociedad y el gobierno no están haciendo todo el trabajo que se requiere.

El proverbio africano asegura que “hace falta una aldea para criar un niño”, así que ninguno y ninguna tendrían que evadir la responsabilidad que tiene en dotar de las condiciones favorables para esa crianza, que pasan por la dotación de un ambiente seguro y saludable con amor, atención, respeto, disciplina, acceso a la salud física y mental, modelos positivos de conducta, comunicación abierta.

Porque para cumplir con la creación de esa esfera favorable, hace falta el acceso a la educación, salud, alimentación, vivienda, arte, cultura, juego, deporte, seguridad, protección, servicios públicos, medio ambiente sano, paz, justicia y derechos humanos; la mayor parte de ellas corresponsabilidad de las familias, las escuelas, la sociedad y los poderes públicos: la aldea completa.

Por supuesto que desde la perspectiva más egoísta alguien podría decir que los hijos en peligro son los de otro, y así eludirse de la responsabilidad social de proteger a toda la infancia. En una visión muy reduccionista, ese egoísta podría tener razón, pero sus niños, es decir, sus hijos y sobrinos y los pequeños amigos de ellos, conviven con otros menores y juntos, muy pronto, tendrían que construir una sociedad que resultara mucho mejor que la actual. Con esa idea en mente, se vuelve aterradora la posibilidad de que se reproduzcan o profundicen las violencias micro y macro, simbólicas e instrumentales, que hoy padece la sociedad y que han llevado a nuestra niñez a ser cada día más vulnerable por mucho que, paradójicamente hoy parezca haber más mecanismos para su protección.

Cierto que esa condición de vulnerabilidad infantil es internacional. Las noticias e imágenes que todos los días nos llegan de niñas y niños en diversas partes del mundo que sufren horrores al serles negados sus derechos no solo a la salud y educación, sino a la protección y la supervivencia, evidencian que la exposición de la niñez al maltrato, abuso, explotación, violencia y toda clase de crímenes se ha vuelto la mayor deuda de la humanidad. Pero también lo es que, para resolver los problemas de la niñez mundial, vale la pena empezar por la de nuestro entorno, y los niños morelenses sufren también, muchos de ellos lo han hecho cada día de sus cortas vidas.

Para empezar, tendríamos que revisar cada una de las políticas públicas para enfocarlas también a la niñez, a eso que hemos dado en llamar “el interés superior de la infancia” y que establece que, en todas las decisiones que afecten a niños, niñas y adolescentes, se debe priorizar su bienestar y el ejercicio de sus derechos a plenitud. Y aquí podríamos discutir mucho con algunos diseñadores de leyes y políticas sobre legislaciones orientadas a la niñez y adolescencia exclusivamente, como ha sido la tendencia en los últimos años, pero en términos generales podríamos advertir que todas las decisiones de políticas públicas afectan a la niñez y adolescencia porque los menores no viven en una burbuja, aislados de sus familias y de sus comunidades, sino en la misma sociedad, en los mismos espacios de riesgo que el resto de la gente así que todas las leyes y acciones públicas tendrían que contemplar, transversalmente, a la niñez y adolescencia.

A lo mejor no está mal que los políticos salgan a repartir regalos, financien espectáculos y juegos cada 30 de abril en las calles y plazas de Morelos; lo criticable es lo pronto que se olvidan de la niñez en sus decisiones, lo mezquina que ha sido su visión respecto de las necesidades de protección a la infancia y adolescencia, y que haya quienes piensen que cumplieron sólo porque pagaron una función de cine, de luchas, de magos, para niños a quienes, en el mejor de los casos, volverán a ver hasta dentro de un año, o cuando requieran tomarse fotos para alguna campaña política.

Por supuesto que no se trata de aguarle la fiesta a nadie, no hay como pensar en la niñez y como la niñez piensa sobre la vida (con ese equilibrio, generosidad y justicia); y si su agenda o su mente sólo les da para hacerlo un día al año, mejor eso que nada. Pero el resto de la sociedad tendríamos que empezar a exigir mucho más, no para nosotros, sino para toda la niñez de Morelos, esa que no puede gritar, pero necesita con urgencia nuestra protección; se los debemos y eventualmente, nos lo van a cobrar y con un altísimo interés.

@martinellito

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Daniel Martínez Castellanos