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Le quedan ocho días a la administración de Cuauhtémoc Blanco

 

Concluidos los diálogos para la entrega-recepción del poder Ejecutivo de Morelos, al equipo entrante le quedan mucho más dudas e inquietudes de las que tenían al principio. Sería injusto decir que el equipo de transición no tiene certezas porque claro que hay por lo menos una del tamaño de una Catedral: la administración que encabezó Cuauhtémoc Blanco fue un desorden y no pocas de las sospechas de corrupción que se tenían se están comprobando ciertas.

Si bien el desorden parece generalizado, los probables hechos de corrupción parecen focalizarse en dependencias susceptibles a ella. Las Secretarías de Movilidad y Transporte, Salud, Desarrollo Económico y el Trabajo, la Jefatura de la Oficina de la Gubernatura, el Instituto de la Educación Básica del Estado de Morelos, los Servicios de Salud de Morelos, la Comisión Estatal de Seguridad Pública. Espacios donde, más allá del bullicio que generan los relevos administrativos que suelen ser muy ruidosos, han podido detectarse irregularidades relevantes.

Acá llama la atención el comentario de alguien experto en estas cosas que advierte: tal vez la corrupción, entendida como tráfico de influencias, uso indebido de la función pública, enriquecimiento ilícito, extorsión administrativa, no sea el daño más grave que la administración saliente haya hecho al estado. Habría que medir el efecto de la ineptitud e indolencia con que quienes están a una semana de irse, y otros que se retiraron antes por despidos, renuncias voluntarias o para continuar sus carreras políticas en los legislativos, ejercieron (o simularon ejercer) la administración de cada uno de sus despachos.

Esa indolencia permitió, por ejemplo, que la inseguridad y la violencia crecieran hasta hacer que más del 90 por ciento de los morelenses se sientan en peligro; que las nuevas inversiones brillaran por su ausencia en los últimos meses; que miles de trabajadores estén esperando resolver conflictos laborales; que la infraestructura y el servicio en salud y educación cayeran a niveles indignos para la ciudadanía; que el transporte se convirtiera en un riesgo para la gobernabilidad del estado; que el diálogo político y social se rompiera. ¿Esa ineptitud cuánto ha costado a los morelenses? ¿Cómo y cuándo se puede sancionar?

Margarita González Saravia y su equipo deberán, a partir del primer minuto del martes próximo, transitar un escenario derruido en el gobierno estatal, espacios donde la normalidad administrativa es tan infrecuente que hasta parecería una disfunción. Y la gobernadora será puesta a prueba, no solo en su capacidad sino hasta en su paciencia, cada uno de los días de la primera parte de su administración. Probablemente con ello empieza sacudiéndolo todo, un nuevo organigrama, nuevos proyectos, pero también un nuevo espíritu de administración pública.

La gobernadora (permítaseme usar el término “parcial” hasta el primer minuto del 1 de octubre en lugar de electa, porque lo cierto es que ella ya ejerce desde hace muchas semanas, aunque no puede resolver definitivamente lo que quisiera por el limbo legal que tiene a Morelos en una especie de vacío Ejecutivo), la gobernadora parcial de Morelos se distingue de sus dos antecesores, Graco Ramírez y Cuauhtémoc Blanco en muchas cosas, una de ellas es no buscar pleitos. Así que Margarita no llega con la espada desenvainada, pero que a nadie le quede duda de que tiene espada y está dispuesta a usarla en caso necesario; y como pintan las cosas, es muy probable que deba hacerlo para enfrentar muchos de los líos que dejaron sus antecesores, y los que aún pueden tejer en la semana que les queda.

Alguien del equipo de la gobernadora Margarita nos decía que gran parte de la cautela declarativa que tienen ahora busca no hacer muchas olas para evitar una reacción que complicara aún más la compleja transición de poder. Tienen razón, lo menos que necesita el funcionariado que asumirá el 1 de octubre es que les dejen más sorpresas de las que hasta ahora les han mostrado y que reportan atenciones casi de emergencia en Seguridad Pública, Salud, Educación, Desarrollo Económico, Transporte y otros despachos donde los retos que se heredan son mucho mayores que los de hace meses, principalmente por la desatención de la función pública.

Una ventaja, por cierto, es que conforme la gente ha ido perdiendo el miedo a la denuncia, se han multiplicado los señalamientos que ilustran todas las luces de emergencia que hacen parecer a la transición arbolito navideño en algún congal (por la cantidad de rojos). Estos señalamientos han podido frenar los abusos que aún pensaban cometerse ya para cerrar la administración. Visibilizar cada uno de ellos ha sido vital para extinguirlos.

Los morelenses han sido muy lastimados por la corrupción en los dos últimos sexenios, eso lo tiene clarísimo la gobernadora que lo señala casi en cada una de sus intervenciones; erradicarla en su administración es fundamental, pero también lo es que no quede impune la que se cometió en el pasado. La otra urgencia es que el gobierno funcione, tanto para los más olvidados como para el resto de la ciudadanía, en esto último hay el diseño institucional para lograrlo. En lo primero, diríamos como suelen hacerlo los leguleyos, “por el sigilo de las investigaciones» no tenemos grandes noticias, pero estamos seguros de que muy pronto nos enterarán, muy probablemente antes de los dos meses de plazo para las observaciones a la entrega-recepción.

@martinellito / martinellito@outlook.com