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Se van los de Cuauhtémoc, dejan sus pendientes

 

Hoy concluye el que para muchos ha sido el peor gobierno de Morelos. Hay argumentos para defender la idea, los terribles indicadores que muestran la ineficacia de la función pública están a la vista en prácticamente todos los sectores y quedan como una triste herencia a la administración que encabezará la gobernadora, Margarita González Saravia, a partir del primer minuto del martes.

Fiel a su estilo estridentista en mal plan, la administración de Cuauhtémoc Blanco Bravo concluye en medio de escándalos, sin la menor cortesía política, en la mezquindad prácticamente total. No hay un elemento que defienda a quienes se van y no por aquello de “el rey ha muerto, viva la reina”, sino porque sede hace tiempo no había premisas que permitieran, racionalmente, ofrecer algún respaldo.

Cuauhtémoc (águila que cae) empezó su barrena no hace unos días, o meses, tampoco cuando se publicó aquella fotografía en que posaba junto a cabecillas criminales porque él se tomaba fotos con mucha gente -como justificó entonces-, probablemente el precipitado descenso empezó desde que sus subalternos comenzaron a usar el poder como medio para beneficiarse personalmente, y con la inclusión de Ulises Bravo Molina, su hermano, en la toma de las decisiones más relevantes. Es decir, en su etapa de alcalde, antes de ganar el gobierno estatal.

Ocultos sus defectos tras el velo de corrupción y soberbia de su antecesor, Graco Ramírez, Blanco y los suyos pensaron que serían mejores y que la colección de deficiencias, inexperiencias, falta de cultura política y ética, y en no pocos casos hasta insolvencia moral, resultaba del todo irrelevante frente a la escandalosa corrupción que denunciaban en sus antecesores. Frente a ello, cualquier cosa será mejor, se dijeron y fue lo que hicieron creer a decenas de miles de electores en el 2018.

Pero siempre se puede estar peor, como se puede derivar de la ley de Murphy, y Cuauhtémoc junto con todo su equipo parecería se esforzaban por demostrarlo. Los indicadores de calidad de vida, seguridad pública, salud, educación, cultura, economía, infraestructura se fueron cayendo y los de percepción de corrupción se mantenían estables. Blanco se enfrentó a todos quienes osaron criticarlo, y fue “aislando” a sus “adversarios”, sin darse cuenta de que eran tantos que poco a poco quedaría totalmente solo.

Conforme avanzaba el régimen, la ciudadanía se fue dando cuenta de que lejos de un cambio deseable en el poder, lo que había obtenido a cambio de su voto fue la erosión institucional y degradación de la clase política al grado de que quienes no tenían perfil para el servicio público eran quienes ocupaban los mejores cargos, y no solo alrededor de Blanco, también en los ayuntamientos y el Congreso.

Las elecciones intermedias sirvieron en pocos casos para ir recuperando algo de la dignidad perdida, algunos buenos alcaldes repitieron, algunos diputados decentes arribaron al Congreso, pero eran insuficientes para atender y corregir la desgracia. Además, entre la fama de peleonero del gobernador, sus presuntas relaciones públicas, y el avasallamiento del poder público mal usado contra los individuos y los ciudadanos (es el sexenio en que más asesinatos de políticos, líderes sociales y defensores de derechos humanos se han registrado), daba poco ánimo de un encuentro frontal contra el gobernador o su grupo.

Entre la crisis, la información sobre negocios particulares y abusos en la función pública del grupo en el poder, con los fideicomisos, las placas vehiculares, las notarías, el registro público de la propiedad, las plazas, y otros muchos fueron conociéndose. Algunos de los hechos fueron denunciados, favorecía a ello la posibilidad de las denuncias anónimas en la Fiscalía Anticorrupción, otras se saben, pero tendrán que esperar un poco para ser documentadas en las revisiones que los nuevos funcionarios hagan de cada despacho.

Es cierto que Morena, el partido que en Morelos fue invadido por Blanco y los suyos desde 2022 buscando la continuidad en el poder, ganó la elección del 2024, pero nadie olvidó que Cuauhtémoc y los suyos venían de la tránsfuga política, algunos del PRI, otros del PAN, unos más del PES, pero muchos de ellos (la mayoría) habían sido limitados, marginados o casi expulsados de sus partidos. Morena no era de Blanco, Bravo, Mercado, Taboada, Galaz, Salgado de la Paz y otros apellidos de quienes operaron políticamente para, aprovechando las divisiones y sospechas que ellos mismos sembraban, apoderarse de la dirigencia; por eso, pese al dinero que invirtieron los delfines de Cuauhtémoc Blanco, Margarita González Saravia ganó la candidatura y recuperó para Morena la gubernatura.

Tres datos en la última media semana de quienes se van ilustran la calidad del gobierno de Blanco: 1) pese a la petición expresa de la gobernadora electa, decidieron inaugurar de forma casi clandestina, una nueva cárcel apenas hace unos días (en el acto, por cierto, estuvo la diputada federal Sandra Anaya que, visto queda no será una buena aliada en el Congreso de la Unión); 2) la edición extraordinaria el viernes del Periódico Oficial Tierra y Libertad en que apresuradamente sacaron las jubilaciones adelantadas del jefe de la Oficina de la Gubernatura y del secretario de Movilidad y Transporte; 3) en tres cateos, la Fiscalía Anticorrupción aseguró toneladas de fertilizantes y otros insumos provenientes de programas federales y estatales de apoyo al campo que no fueron entregados, los tres domicilios están relacionados con el hasta hoy titular de Desarrollo Agropecuario quien además era operador político del grupo de Cuauhtémoc Blanco. Ese es el talante de la administración que se va.

@martinellito

martinellito@outlook.com