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Altas esperanzas

 

Si fuéramos a ponerle un ambiente, la administración que conforme a su destino legal concluyó ayer tendría una cinematografía con fotogramas en una combinación de momentos felices y combativos, pero triunfantes, en un remoto pasado y escenas decadentistas de una historia muy reciente derruida por la realidad y las malas decisiones, hasta de los electores. En una tierra yerma como tal difícilmente podría nacer cualquier cosa, y mucho menos la esperanza que tiene colores verde, rojo, celeste, y otros disponibles en el catálogo del arcoíris.

Por eso llama la atención el ánimo de reconciliación y reconstrucción del estado que ha sido notorio las últimas semanas de la gobernadora electa y las primeras horas de la constitucional, Margarita González Saravia, no en ella que está obligada a mantener el espíritu luchador de siempre, sino en amplios sectores de la sociedad aparentemente muy seguros de que un nuevo comienzo llegó a Morelos, uno en que (parafraseo a Pink Floyd) el pasto será más verde, la luz más brillante, los sabores son más dulces , y el agua fluye en un interminable río.

Mucho más resalta el espíritu de ilusionada aspiración por el futuro cuando uno recuerda que la ciudadanía morelense es especialmente severa con la evaluación de su clase política. Los últimos gobernadores han tenido niveles bajísimos de aprobación, pero lo mismo ocurre con los alcaldes y los diputados. Otro dato que evidencia esa severidad es la constante alternancia en los gobiernos locales, y la abundancia de alternativas políticas (algunas que duran apenas unos meses y otras que se instalan por temporadas más o menos largas gracias, primordialmente a fortalezas partidistas regionales.

Como somos racionales, quisiéramos alejarnos de ese origen casi mágico que, Umberto Eco dice, el periodismo suele imponer a los acontecimientos. Claro está que Margarita González Saravia no es un espíritu mágico que viene para renovar a Morelos armada de superpoderes místicos. Su presencia, personalidad y raigambre morelense sin duda son un factor, pero apenas uno de muchos otros que tendríamos que analizar para explicar y mantener un espíritu esperanzado como primera condición para trabajar en conjunto por construir un mejor estado.

Lo primero que debe considerarse es la necesidad. Después de dos sexenios de crisis económica en la mayoría de los sectores productivos de la entidad, siguen viviendo en Morelos cada día más habitantes, algunos por el crecimiento poblacional normal y otros porque decidieron migrar para aprovechar el clima, los precios más o menos accesibles de viviendas en renta, y las ventajas de la nueva economía, como el trabajo a distancia. Y porque aquí se vive, hay un interés en que, después de tantos años, el estado recupere niveles de crecimiento económico prácticamente perdidos en el transcurso de este siglo.

Otro factor es el renacimiento de la conciencia de lo morelense frente al fracaso de gobiernos encabezados por personajes de otras latitudes que trajeron gente de fuera para ocupar las posiciones clave en los gobiernos. El evidente fracaso gubernamental de Graco Ramírez y Cuauhtémoc Blanco, reforzó la idea de retomar la oriundez y el arraigo a esta tierra no como requisito (que no lo es) sino como cualidad muy deseable en quienes ocupan espacios de responsabilidad.

La cuestión de género también es relevante, Margarita es una mujer madura con liderazgo que recuerda (el video de presentación de la filosofía de su gobierno hace una tangencial referencia a ello) a la sabiduría de las abuelas “que todo podían resolver”. Las señales que ha dado la gobernadora durante la etapa de transición han ido todas en ese sentido, plantear soluciones simples a problemas que creíamos en extremo complejos. Si duele la cabeza toma una aspirina y corrige las conductas que produjeron el malestar, no es necesaria una trepanación para tratar una jaqueca. El liderazgo de las abuelas, innegable, es diferente a los de los políticos, mientras éstos son severos y autoritarios, aquél siempre opta por la educación y el convencimiento racional y afectivo.

El desprecio por quienes se fueron también opera a favor de este deseo de reconstrucción. Los visitantes que dejaron un desastre rompieron los muebles, ensuciaron la casa, se emborracharon e insultaron a los residentes, se llevaron las flores de las mesas y hasta pidieron comida para llevar se han ido, es hora de limpiar la casa y ser mucho más exigentes con los invitados.

La proclividad al diálogo de los morelenses es un factor adicional. Las grandes terrazas habilitadas siempre para hacer más placenteros los espacios para platicar, la comida abundante que obliga a largas sobremesas, la abundancia de lugares donde se pone la música ambiental a volumen bajo para que sirve de trasfondo a la charla, son elementos que evidencian la intención de los morelenses de verbalizar cada intercambio de ideas a profusión. Prácticamente todos los invitados al equipo de Margarita González Saravia son grandes conversadores, les gusta el diálogo para la construcción de acuerdos, una cualidad que comparten con la gobernadora que ha anunciado la vuelta a un gobierno de conversaciones y consensos.

La gobernadora aseguró que su triunfo no es solo de ella, que pertenece a todos los morelenses a través de la historia. A diferencia de quienes han gobernado Morelos desde Sergio Estrada Cajigal en el 2000, que proclamaban triunfos suyos desde una soberbia peor que la de Supermán, Margarita ha compartido su llegada al poder con todas las mujeres, pero también con los hombres, no solo los de su partido, o los que votaron por ella. Ese espíritu de inclusión es un medio de que los morelenses tengan una certeza, recuperaron su estado.

Las altas esperanzas, sin embargo, conllevan un riesgo que el nuevo gobierno parece tener muy claro, la meta de ellos no queda en superar a sus antecesores, lo que sería francamente sencillo, sino en satisfacer las necesidades de Morelos, y francamente, con el tiradero que les han dejado, se ve muy difícil si no se logra la colaboración de todos.

@martinellito / martinellito@outlook.com