Morena Morelos, la disputa por la dirigencia
Si los históricos líderes y militantes de la izquierda morelense no recuerdan lo que les ocurrió recurrentemente (la última vez hace apenas dos años), podrían volver a perder la dirigencia estatal del partido que fundaron y por ello consideran suyo, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). El fraccionamiento frecuente de la izquierda tradicional por diferencias mínimas (a veces hasta personales) entre sus liderazgos naturales les ha dado crueles lecciones a quienes han tenido que ir recorriendo membretes de partidos “progresistas”, de los que fueron desplazados por la miasma pragmática que impidió, el siglo pasado a los revolucionarios priistas, y en este a los perredistas y morenistas, llevara a la praxis la ideología de la izquierda democrática.
Cierto que ha habido destellos de progresismo en los gobiernos de Morelos desde hace décadas y que éstos se fueron amplificando en la medida de la disolución ideológica que ocurrió en la política estatal a finales de los noventa y en las primeras dos décadas de este siglo. Pero también lo es que el pensamiento de izquierda se ha restringido a los periódicos, algunos imperdibles libros y una que otra política pública que, más por presión social que gracias a la convicción gubernamental, habían logrado establecerse hasta antes de la llegada de la primera gobernadora, y también primera izquierdista sólida, a la administración morelense, Margarita González Saravia.
La gobernadora ha implementado en sus primeros 27 días de mandato más políticas progresistas que sus siete antecesores en cuatro sexenios: las acciones ya institucionales de protección a las minorías indígenas y afromexicanas, la protección específica a las mujeres, el inicio de proyectos de economía social, los planes de apoyo al campo, el acercamiento con la gente no sólo en lo simbólico (fotos y apertura de Palacio de Gobierno), sino en los hechos, reuniones, giras de trabajo, charlas directas con manifestantes. Lo que no tiene Margarita González Saravia y sus antecesores sí, es una dirigencia partidista que apoye y presuma sus acciones.
Siendo muy claros, aunque la gobernadora sea una mujer de izquierda, está convencida, y así lo ha dicho, de que debe gobernar para todos. La clave de esa frase está no en el “para todos”, aunque se oiga bonito, sino en el “gobernar”, que implica dedicación a una tarea ejecutiva, hacer cosas más que decirlas, mostrar acciones más que ideologías. El complemento que tendría que darle una dirigencia partidista sólida es decir que esas acciones se ubican en el pensamiento y plataforma de la izquierda que representan, y de ser necesario, hacer alguna crítica a las que pudieran eventualmente (porque gobernar es hacer lo posible) contravenir sus principios ideológicos. Margarita no tiene eso porque la dirigencia actual de Morena es un despacho que, dirían muchos “nada de muertito”, y en ocasiones busca más bien entrampar a muchos del equipo de la gobernadora. Cierto que, con el respaldo social de que goza, Margarita González Saravia no requiere de ningún partido, pero su administración sí los necesita.
Los electores, por cierto, también requieren de partidos con cierta consistencia ideológica como una forma de reforzar el conocimiento de marca para cada una de sus postulaciones; saber, por ejemplo, que el voto por el mole poblano no acabará entregando una salsa cátsup; lo cierto es que Morena, salvo un discurso uniforme, ha postulado a algunos senadores, diputados federales, diputados locales, alcaldes y regidores, sin solidez ideológica alguna y los triunfos logrados bajo la poderosa marca, ya empiezan a decepcionar profundamente a cientos de votantes.
Y si bien las condiciones siguen siendo muy favorables para que el grupo de la izquierda histórica en Morelos se haga del partido; el problema está, como siempre, en los conflictos internos entre los grupos que, primero vieron con sospecha la probable postulación de Carmelo Enríquez Rosado, y ahora son también suspicaces con el proyecto de Raúl Tadeo Nava. Y mientras ellos discuten sobre el origen de la probable suma de delegados que tendrían, el que no se quiere ir de la dirigencia, Ulises Bravo Molina, y quienes lo respaldan porque de otra forma se quedarían casi sin partido, establecen una silenciosa estrategia en dos pistas, primero desacreditar oficial aunque innecesariamente los encuentros libres de la militancia y sus liderazgos; y segundo, continuar estimulando los pleitos internos para construir una mayoría fundada en los intereses personales de los delegados (futuras candidaturas, intentos de protección extralegal) y no en la consistencia ideológica y el compromiso con las bases del partido.
Con nuevos actores, pareciera que la izquierda en Morelos está igual de cerca de hacerse de un partido político al qué dar solidez ideológica y ética, que de arruinar su oportunidad para ello. Mientras la miasma se prepara para, nuevamente, imponerse a la sustancia.
A lo mejor tenían la razón los políticos pragmáticos que, a principios de este siglo estaban muy tranquilos frente al progresismo con el argumento, entonces irrebatible de que los peores enemigos de la izquierda eran, justamente, los izquierdistas. Por lo pronto, la militancia de Morena tiene menos de tres semanas para construir un acuerdo que le permita hacerse de la dirigencia de un partido que, siendo honestos, jamás ha tenido más que como una marca exitosa.
@martinellito
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