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EL SIGNIFICADO DE PERDER EL TIEMPO EN LA ERA DE LA VELOCIDAD

 

“Sabía virtud de conocer el tiempo…” dice una canción popular. La Real Academia Española define al concepto tiempo como Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro.

Nuestros ancestros tenían una idea dual del tiempo indisolublemente ligado con el espacio por lo que ambos conceptos eran un ente inseparable. Sería muy extensa una reflexión sobre el tema desde una visión filosófica o desde el saber popular. El tiempo es un concepto multifacético y con diferentes interpretaciones según el contexto en el que se analice.

A los estadounidenses se les atribuye el dicho “time is money”, aunque creo que es una de las más pobres apreciaciones del concepto tiempo que es sin duda el bien más preciado que tenemos los humanos y que además es gratuito, aunque no negociable.

Las generaciones pertenecientes a los baby boomers y buena parte de la generación X estaban conscientes de los procesos de la naturaleza y de la sociedad, sabían dejar fluir el tiempo, su concepción del tiempo es diferente a la de las nuevas generaciones donde todo se hace deprisa, pues el tiempo esclaviza y no hay tiempo de perder el tiempo.

La inmediatez es una característica distintiva de la modernidad. La rapidez y la instantaneidad son aspectos fundamentales de la vida cotidiana moderna. A los jóvenes actuales se les hace increíble que hace unos cincuenta años nuestra comunicación era a través de cartas que tardaban a veces semanas en llegar.

Las nuevas generaciones están ligadas con una información que fluye a gran velocidad. Noticias, mensajes y contenido de todo tipo están disponibles casi al instante. Los productos y servicios son inmediatos, desde los «fast food» hasta las compras en línea con entregas rápidas.

La inmediatez se refleja también en los ciclos de vida tan cortos de las modas, las tendencias y hasta de las noticias, lo que es relevante hoy, puede ser obsoleto mañana.

Hasta mediados del siglo XX, la percepción del tiempo era más relajada. Se planificaba a largo plazo y se valoraban los procesos. Para las Generaciones pasadas el ritmo de vida era más pausado, no se luchaba contra el tiempo que fluía con los ciclos de la naturaleza.

La idea de «dejar fluir» implica aceptar que las cosas toman tiempo y que no todo necesita una respuesta inmediata. Las actividades de antaño se realizaban sin la presión del reloj. Había tiempo para disfrutar a la familia, un atardecer, los amigos, había “tiempo de perder el tiempo”

La inmediatez cambió la forma en que interactuamos y percibimos el mundo. Hoy las relaciones interpersonales determinadas por la inmediatez buscan un contacto constante e inmediato aunque superficial. Las Generaciones pasadas construían las relaciones de manera más lenta y profunda. Las cartas, las visitas en persona y las conversaciones largas eran parte de un proceso de construcción de relaciones sin la premura del tiempo.

Hoy las redes sociales y las aplicaciones de mensajería permiten una comunicación rápida, de mayor cantidad aunque carecen de profundidad emocional y reflexión. Predomina la cantidad sobre la calidad. Hoy las relaciones son con frecuencia virtuales y por lo general superficiales y efímeras.

En la cultura de la inmediatez, las experiencias humanas se convierten en productos consumibles, toda vez que se despoja a las experiencias de un significado profundo y las reduce a algo consumible que debe ser rápidamente disfrutado y luego desechado.

La inmediatez impacta en un proceso de deshumanización al tratar a las personas y sus experiencias como bienes consumibles e intercambiables. En el mercado laboral, por ejemplo, los trabajadores son vistos como recursos humanos que deben ser optimizados y no como seres humanos con derechos y dignidad.

Además, la constante exposición a información y la necesidad de responder rápidamente fragmentan la identidad personal. Las personas se adaptan continuamente a nuevas tendencias y expectativas, lo que dificulta el desarrollo de un sentido coherente de sí mismos.

A través de la globalización se alecciona a la sociedad mundial a valorar la rapidez y la eficiencia. En la vorágine de la velocidad y la inmediatez no nos damos la oportunidad de repensar si nuestro actuar cotidiano da sentido a la existencia humana.

Considero que es necesario reflexionar si el aceleramiento moderno que enerva nuestros sentidos y pensamientos nos hace sentirnos realizados como personas y nos hace felices o si es necesario redefinir nuestro concepto del tiempo y aprender a perder el tiempo con la familia, los amigos, la cultura y en nuestro desarrollo personal integral.